El
escritor intentaba forzar un texto para iniciar una nueva novela.
Distopías y ucronías luchaban por salir de su cabeza de modo
ordenado, pero en el procesador de texto nada parecía tener sentido.
El hombre estaba frustrado, pues hacía más de dos años que no
lograba sacar nada nuevo para presentarle a su editor, y las
ganancias de las ventas de sus novelas anteriores estaba bajando
raudamente, llevándolo a tener problemas de liquidez financiera. Si
no lograba una idea nueva en el corto plazo, debería buscar algún
trabajo común alejado de su arte.
Esa
tarde el escritor salió a dar un paseo para distraerse un rato y ver
si lograba ordenar sus ideas; el hombre no buscaba inspiración en la
calle, sino algo de tranquilidad para pensar y ver qué podía hacer
con las ideas que tenía sin desarrollo en su cerebro. El hombre
caminaba lentamente por un camino de tierra en un parque; de pronto y
de la nada sintió un dolor agudo en la cabeza y perdió el
conocimiento.
El
escritor despertó algo mareado, estaba en una habitación pintada de
blanco y tenía conectada al pecho una máquina que al parecer
registraba su pulso. De pronto apareció una joven mujer que al verlo
despertar llamó a otra persona que lo viniera a ver. La enfermera
volvió con el médico de turno, quien le contó que había recibido
un piedrazo en la cabeza lo que le provocó un tec cerrado, pero que
el estudio había descartado una lesión mayor. El médico le dio el
alta y le entregó una hoja que describía síntomas por los cuales
consultar en los siguientes dos días. El hombre salió del servicio
de urgencias confundido: el médico le había hablado todo en inglés,
que él había logrado entender pues cuando joven había estudiado el
idioma. Al salir a la calle se dio cuenta que toda la señalética
estaba en inglés; el hombre hizo una prueba, se dirigió a un quisco
a comprar una bebida, la pidió en inglés y el vendedor se la vendió
sin problemas respondiendo en inglés fluido.
Al
llegar a casa el hombre encendió su computador y empezó a buscar
páginas de historia latinoamericana: grande fue su sorpresa al
descubrir que en todas partes aparecía que España había
conquistado Estados Unidos y Canadá, y que la corona inglesa se
había encargado de las tierras de México al sur. El hombre no
lograba entender qué estaba sucediendo: en ese momento su mente se
iluminó, abrió el procesador de texto y empezó a escribir. Seis
meses después, el hombre editó el gran best seller de su vida: una
ucronía donde los españoles habían conquistado Latinoamérica y
los ingleses y franceses, toda Norteamérica.