La
muchacha miraba al horizonte buscando las respuestas que la vida
nunca le había dado, para lograr entender el porqué de su
tormentosa vida pese a sus cortos quince años. En sus oídos
retumbaba un tema de música urbana que hablaba repetidas veces de
sexo, el cual no lograba entender del todo pero que le hacía mover
las caderas sensualmente cada vez que lo escuchaba, sin que tuviera
la claridad del tenor de su baile. La niña no entendía su vida, ni
por qué era tan mal mirada por los familiares de sus amigos.
La
muchacha vivía en su casa con su madre y su hijo de dos años,
producto de una violación por parte de su padrastro quien ya no
vivía en su casa; su hijo había sido reconocido por su madre, por
lo que ella le decía “hermano”; sin embargo todos en el barrio
sabían la verdad, y dado que la muchacha insistía en imitar los
movimientos de baile que veía en televisión, era que se había
formado su mala fama, haciendo que en el barrio dijeran que ella
había tentado a su padrastro, y que simplemente había sucedido lo
que tenía que suceder. La sociedad ya había juzgado y entregado su
veredicto, y la niña era víctima por partida doble.
Esa
mañana de marzo llegó un nuevo compañero de curso al colegio. El
niño era tímido, y el profesor jefe decidió sentarlo con la joven
madre, ya que ningún padre permitía que sus hijos se sentaran con
ella. La muchacha lo recibió emocionada, pues desde que nació su
hijo se sentaba sola en el colegio; sin embargo el niño casi no le
hablaba, y cuando la miraba se sonrojaba del todo.
Lentamente
se empezó a generar un vínculo entre ambos; de a poco la muchacha
empezó a controlar su emoción, y el niño a superar su vergüenza.
De a poco el muchacho empezó a sentirse más cómodo con la niña, y
ella por fin tenía a alguien que no la discriminaba. La vida le
empezaba a sonreír a ambos.
Una
mañana cualquiera en un recreo la muchacha se quedó en la sala de
clases pues se sentía un poco mal; de pronto una compañera de curso
entró corriendo al salón y le gritó que fuera urgente al patio. La
muchacha salió corriendo: para que alguien le hablara debería estar
pasando algo muy malo. Al llegar al patio se encontró con el cuerpo
de su compañero de asiento tendido en el pavimento con la cara
destrozada y una enorme herida en el cuello. La investigación
policial determinó que jóvenes de dos cursos más arriba le habían
dicho que se sentaba con una puta; el joven intentó defender el
honor de su amiga, siendo golpeado brutalmente por todo el curso,
hasta que uno de los muchachos sacó de entre sus ropas un cuchillo
con el que lo degolló.
La
muchacha miraba al horizonte sentada en la cornisa del colegio.
Veinte metros más abajo la policía, su madre y su hijo le rogaban
que no saltara. La muchacha no encontraba otra salida a todo lo que
le estaba pasando; un inocente había muerto por su causa, y la culpa
había terminado por consumirla. La muchacha estaba decidida a
terminar con todo: luego de tomar aire se levantó con sus manos para
dejarse caer. En ese momento apareció frente a ella la imagen del
muchacho, quien le dijo con voz tenue que le agradecía por la
acogida, que ella no era una mala niña sino simplemente estaba en un
mal entorno, que hablara con su madre para que la cambiara de colegio
y empezara su vida de cero. Al desaparecer la imagen del muchacho,
sintió cómo una mano fuerte la sujetaba por la cintura y la jalaba
alejándola de la caída. El alma del muchacho le dio tiempo al
policía de salvar a su amiga; ahora podía seguir su camino luego de
cumplir su misión póstuma en la tierra.