Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, marzo 31, 2024

Compañero

 La muchacha miraba al horizonte buscando las respuestas que la vida nunca le había dado, para lograr entender el porqué de su tormentosa vida pese a sus cortos quince años. En sus oídos retumbaba un tema de música urbana que hablaba repetidas veces de sexo, el cual no lograba entender del todo pero que le hacía mover las caderas sensualmente cada vez que lo escuchaba, sin que tuviera la claridad del tenor de su baile. La niña no entendía su vida, ni por qué era tan mal mirada por los familiares de sus amigos.

La muchacha vivía en su casa con su madre y su hijo de dos años, producto de una violación por parte de su padrastro quien ya no vivía en su casa; su hijo había sido reconocido por su madre, por lo que ella le decía “hermano”; sin embargo todos en el barrio sabían la verdad, y dado que la muchacha insistía en imitar los movimientos de baile que veía en televisión, era que se había formado su mala fama, haciendo que en el barrio dijeran que ella había tentado a su padrastro, y que simplemente había sucedido lo que tenía que suceder. La sociedad ya había juzgado y entregado su veredicto, y la niña era víctima por partida doble.

Esa mañana de marzo llegó un nuevo compañero de curso al colegio. El niño era tímido, y el profesor jefe decidió sentarlo con la joven madre, ya que ningún padre permitía que sus hijos se sentaran con ella. La muchacha lo recibió emocionada, pues desde que nació su hijo se sentaba sola en el colegio; sin embargo el niño casi no le hablaba, y cuando la miraba se sonrojaba del todo.

Lentamente se empezó a generar un vínculo entre ambos; de a poco la muchacha empezó a controlar su emoción, y el niño a superar su vergüenza. De a poco el muchacho empezó a sentirse más cómodo con la niña, y ella por fin tenía a alguien que no la discriminaba. La vida le empezaba a sonreír a ambos.

Una mañana cualquiera en un recreo la muchacha se quedó en la sala de clases pues se sentía un poco mal; de pronto una compañera de curso entró corriendo al salón y le gritó que fuera urgente al patio. La muchacha salió corriendo: para que alguien le hablara debería estar pasando algo muy malo. Al llegar al patio se encontró con el cuerpo de su compañero de asiento tendido en el pavimento con la cara destrozada y una enorme herida en el cuello. La investigación policial determinó que jóvenes de dos cursos más arriba le habían dicho que se sentaba con una puta; el joven intentó defender el honor de su amiga, siendo golpeado brutalmente por todo el curso, hasta que uno de los muchachos sacó de entre sus ropas un cuchillo con el que lo degolló.

La muchacha miraba al horizonte sentada en la cornisa del colegio. Veinte metros más abajo la policía, su madre y su hijo le rogaban que no saltara. La muchacha no encontraba otra salida a todo lo que le estaba pasando; un inocente había muerto por su causa, y la culpa había terminado por consumirla. La muchacha estaba decidida a terminar con todo: luego de tomar aire se levantó con sus manos para dejarse caer. En ese momento apareció frente a ella la imagen del muchacho, quien le dijo con voz tenue que le agradecía por la acogida, que ella no era una mala niña sino simplemente estaba en un mal entorno, que hablara con su madre para que la cambiara de colegio y empezara su vida de cero. Al desaparecer la imagen del muchacho, sintió cómo una mano fuerte la sujetaba por la cintura y la jalaba alejándola de la caída. El alma del muchacho le dio tiempo al policía de salvar a su amiga; ahora podía seguir su camino luego de cumplir su misión póstuma en la tierra.