La
ejecutiva bancaria manejaba su vehículo hacia el trabajo esa mañana,
sin mayores apuros pues había salido a una buena hora de su hogar,
la mañana estaba luminosa, y el tráfico estaba bastante menos
odioso que otras mañanas. La joven iba bastante atenta a las
condiciones del tránsito pues había comprado el auto hacía poco
tiempo, y se lo debía casi íntegramente al banco en que trabajaba,
y no quería endeudarse si es que chocaba a alguien o la chocaban.
Primer
semáforo en rojo: los peatones cruzaban a distintas velocidades pero
respetando el tiempo de la luz verde. Dentro del grupo de peatones
destacaba una mujer añosa con el cabello teñido de verde, llena de
tatuajes, vestida de polera negra con el nombre de una banda de punk
de los años setenta y una exagerada falda verde que llegaba hasta
los tobillos y que hacía a la mujer visible e muchos metros de
distancia. La ejecutiva pensó para sí que la mujer habría sido una
fanática del movimiento punk en su juventud, y que se quedó en esa
moda tal vez por los tatuajes, tal vez por el pelo, o porque
simplemente seguía convencida de los preceptos del movimiento. De
pronto una bocina la devolvió a la realidad: la luz había cambiado
a verde y debía seguir avanzando.
Diez
cuadras más allá la ejecutiva se encontró con un pequeño taco. La
mujer no se desesperó ni se puso a tocar la boina, pues sabía que
ello no mejoraría el embotellamiento ni le permitiría avanzar más
rápido. En ese instante miró hacia la vereda, donde los peatones
caminaban a paso acelerado para llegar a sus trabajos a la hora; de
pronto se fijó en una mujer que era prácticamente igual a la señora
punk que había visto hace un rato, lo cual era imposible dada la
distancia recorrida. Nuevamente una bocina la volvió a la realidad
del término del embotellamiento.
A
seis cuadras de su destino la mujer fue detenida por otro semáforo.
A esa hora de la mañana la gente ya no caminaba sino que casi
corrían para no llegar atrasados al trabajo. Mientras miraba su
reloj, vio nuevamente pasar a la señora punk frente a su auto; la
ejecutiva no lograba comprender cómo podía haber visto a la misma
mujer tres veces esa mañana, caminando con su mismo paso cancino a
gran distancia entre un y otro lugar.
La
ejecutiva estaba llegando al banco; en ese momento cruzó
intempestivamente una persona ya conocida por ella: la señora punk
estaba cruzando a media cuadra sin mirar si venía algún vehículo
por la calle. La ejecutiva logró frenar a tiempo su vehículo: en
ese momento la señora punk giró la cabeza y la miró a los ojos. Un
segundo más tarde se escuchó un bocinazo enorme, y antes que la
mujer alcanzara a mirar por su espejo retrovisor, un camión blindado
de transporte de valores no alcanzó a frenar impactando de lleno al
pequeño vehículo de la mujer que salió proyectado cerca de veinte
metros con el impacto del pesado camión. La ejecutiva murió
instantáneamente entro los fierros retorcidos de su vehículo. Su
alma quedó al lado del vehículo sin que pudiera tener conciencia
aún de lo que había pasado; en ese momento la señora punk se
materializó a su lado y se presentó: era la guía encargada de
llevar el alma de la joven mujer al más allá. En algunas culturas
era llamada parca, pero ella prefería que la llamaran por su nombre
de pila, desconocido por todos menos por ella.