La
muchacha apagaba por cuarta vez el calefactor esa fría mañana de
mayo. Sus compañeros de oficina le reclamaban por lo helado del
lugar, pero la joven simplemente amaba el frío y no soportaba casi
ninguna forma de calor por lo que en esa época del año era normal
en esa oficina la batalla por el calefactor; por lo menos el aparato
era de buena calidad, por lo que no se echaba a perder pese a las
múltiples encendidas y apagadas.
Esa
mañana era mucho más fría que todas las anteriores de ese año. La
gente en la oficina había ido a buscar los chaquetones con los que
habían llegado dicha mañana porque simplemente no soportaban las
bajísimas temperaturas del lugar. La muchacha ya no estaba
disfrutando del frío; tanto fue así, que ella misma encendió el
calefactor esa quinta vez, sin lograr mayores cambios. Sus piernas se
estaban poniendo azulosas, y el frío estaba empezando a provocarle
dolor.
La
gente de la oficina estaba asustada, algunos estaban tosiendo, otros
respirando con dificultad, y todos estaban sufriendo dolores a causa
del frío. La muchacha estaba preocupada por el resto de la gente del
piso, por lo que decidió salir al pasillo, a ver a los funcionarios
de las otras oficinas. Al salir, no podía dar crédito a lo que sus
ojos estaban viendo.
El
trabajo a esa hora de la mañana estaba en su máximo apogeo. Todos
estaban concentrados en sus computadores evacuando informes lo más
rápido posible para mantener el funcionamiento del lugar. La
muchacha caminaba por las oficinas, y veía a la gente trabajando
normalmente, vestidos acorde al clima pero nadie parecía estar
pasándola mal por el frío, de hecho solo algunos de los
calefactores estaban encendidos. Lo más extraño de todo es que
nadie parecía notar la presencia de la muchacha deambulando entre
ellos, y que pese a caminar por un lugar donde la temperatura parecía
estar agradable, la muchacha seguía congelándose a cada segundo.
La
muchacha volvió a la oficina, donde algunos compañeros habían
perdido el conocimiento, y había dos que ya no parecían tener
signos vitales: La muchacha se sentó frente a su computador y empezó
a ver cómo la imagen se hacia borrosa frente a sus ojos. Diez
minutos más tarde todos en la oficina estaban muertos. Nadie se dio
cuenta de lo que había pasado diez años atrás, pues donde estaba
la oficina ahora había una pared; sin embargo, los muertos no
conocían su realidad, por lo que seguían recreando día tras día
el último día de sus vidas.