La
secretaria disfrutaba en silencio el café que tomaba en la oficina a
media mañana. Dado que no trabajaba atendiendo público se podía
dar el tiempo de disfrutar un café sin dejar de trabajar, por lo que
su jefe no la molestaba por su simple costumbre. Esa fría mañana de
otoño se agradecía el café para calentar el cuerpo y hacer menos
pesada la mañana, por lo que ya tenía pensado tomarse más de una
taza en esa jornada laboral. Casi al terminar el café no se dio
cuenta y pasó a llevar con el brazo la taza, derramando el resto que
le quedaba de contenido en una de las carpetas, que para suerte de
ella era la que tenía información más banal y recuperable. La
mujer de inmediato se dirigió a conseguir toalla de papel absorbente
para subsanar en algo el accidente. Al volver a su oficina, algo
extraño había pasado.
Cuando
sucedió el accidente, la mancha de café no alcanzaba a cubrir más
de la mitad de la carpeta; cuando volvió con el rollo de toalla de
papel, la mancha abarcaba la carpeta completa. Extrañamente, al
intentar absorber el contenido con el papel, se dio cuenta que la
consistencia de la mancha se había vuelto viscosa, como si al café
le hubieran echado algo para espesarlo. En ese momento una compañera
pasó por la entrada de la oficina, y al ver la carpeta, un grito se
ahogó en su garganta; la mujer miró a su compañera, y al volver la
vista a la carpeta entendió el grito.
La
carpeta estaba cubierta por una costra café que parecía estar
engrosándose a cada segundo. La secretaria y su compañera miraban
el espectáculo casi congeladas de miedo al no saber cómo era
posible que eso sucediera. A cada segundo se acercaban más
compañeros de trabajo a observar lo que estaba sucediendo, lo que
terminó por llamar la atención del jefe, quien al llegar al lugar y
ver la carpeta, consiguió un par de guantes de goma con el personal
de aseo, tomó la carpeta y la llevó a su oficina sin dar
explicaciones. Luego de entrar a su despacho cerró la puerta y le
puso seguro.
La
vieja bruja estaba terminando de barrer la salita en la cual atendía
a sus clientes; de pronto sonó su celular, y al ver la pantalla supo
de inmediato de quién era la llamada. Media hora más tarde estaba
entrando por una puerta trasera al despacho del jefe de la empresa;
al ver la carpeta, supo que tenía que poner manos a la obra de
inmediato.
Dos
horas más tarde el jefe salió del despacho, tomó el hervidor de
agua y lo botó en la basura, no sin antes echarle un papelito
dentro; luego de ello juntó al personal, les dijo que le había
entrado una especie de bicho al hervidor, que todos los que habían
tomado café o té esa mañana debían consultar al médico ese mismo
día, y que él compraría otro hervidor para cambiar el contaminado.
Mientras tanto en el despacho la bruja terminaba de conjurar a la
otra bruja contratada por la competencia para destruir la empresa por
medio de una masa que ocuparía todo el espacio físico destruyendo
la construcción. Su embrujo de vuelta eso sí era más elaborado: al
día siguiente todos los trabajadores recibirían unos quequitos de
cortesía para el desayuno, que terminarían por convertirlos a todos
en asnos, en un plazo lo suficientemente corto como para evitar
cualquier reacción.