Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, julio 21, 2024

Bailarina

 La bailarina estaba terminando el calentamiento antes de empezar el ensayo. En dos semanas tendrían el estreno de una pieza clásica en el teatro más famoso de la capital, por lo que la preparación debía ser extrema para lograr la perfección, que era tanto su objetivo como el de todo el personal a cargo de la presentación. Los años de formación, las eternas horas de entrenamiento y estudio y las largas jornadas de ajustes de la coreografía por fin darían frutos en el primer rol protagónico de su carrera.

Terminado el calentamiento la bailarina se colocó en posición para la primera parte del ensayo. Al pararse de puntas sintió algo duro en la punta de los dedos: de inmediato recordó que sus compañeras en la academia a veces le ponían porotos secos dentro de las zapatillas a modo de broma para que no pudiera bailar, cosa que le parecía tolerable en la niñez y juventud, pero incomprensible en el ensayo de un estreno tan importante para todos. Sin embargo un par de segundos después la sensación desapareció, por lo cual pudo empezar a bailar sin mayores dificultades.

Una hora más tarde, luego de decenas de correcciones del coreógrafo y de repetir una y otra vez la pieza, correspondía pasar a la segunda parte; nuevamente la muchacha se colocó en posición, y nuevamente sintió la misma sensación que al inicio de la primera pieza. La muchacha se preocupó al pensar que tenía una lesión que recién empezaba a manifestarse, pero al igual que la primera vez, a los pocos segundos todo retornó a la normalidad. De pronto el coreógrafo y sus compañeros dejaron de bailar y se quedaron tiesos mirándola: la bailarina se quedó tiesa y empezó a gritar desesperada.

La escena era incomprensible. Las piernas de la bailarina habían cambiado de color a gris claro y mantenían la posición con una pierna en alto y la otra pierna apoyada en la punta del pie. El coreógrafo se acercó y al tocar las piernas de la muchacha se dio cuenta que se habían convertido en un material duro, parecido al cemento. Al empujar con más fuerza la pierna en alto para intentar cerciorarse de lo que estaba pasando, el cuerpo perdió el equilibrio, cayó al suelo, y las piernas reventaron con la caía desprendiéndose del resto del cuerpo, del cual empezó a manar sangre de modo incontrolable. Mientras la bailarina moría desangrada a vista y paciencia de todos, tras la cortina la bailarina de reemplazo sonreía en silencio: el embrujo llamado “medusa” que había contratado por internet había dado sus frutos, y ahora ella sería quien brillaría en el estreno del ballet en algunas semanas más