Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, agosto 18, 2024

Anteojos

La secretaria miraba sus anteojos con algo de rabia. Desde que se los mandó a hacer le quedaron incómodos, per por problemas económicos no pudo hacer un par de recambio por lo que debió acostumbrarse a la incomodidad de los marcos, que parecían estar permanentemente a punto de desarmarse. Luego de un año de uso, se dio cuenta que estaba viendo cada vez peor, y que no le quedaría otra opción que pedir hora con un oftalmólogo para que le recetara nuevos anteojos, y pedir un préstamo para mandar a hacerlos, rogando por tener suerte en esta ocasión y que los anteojos le sirvieran por un período más largo de tiempo.

Esa tarde tenía la hora con el especialista, cuya consulta quedaba literalmente al otro lado de la ciudad, por lo que el viajes ería largo y tedioso; sin embargo la mujer fue precavida, por lo que pidió la última hora disponible para tener tiempo suficiente para llegar con algo de holgura a la citación. Luego de dos horas de viaje en locomoción colectiva, llegó al paradero que estaba a seis cuadras del edificio donde quedaba la oficina del médico; luego de una acelerada caminata llegó al edificio, se identificó en la recepción de la consulta y esperó el llamado del profesional.

Luego de quince minutos de espera, a la hora exacta en que estaba citada el oftalmólogo la hizo entrar. El profesional, bastante añoso, le indicó que se sentara y sin mayores preámbulos empezó a medir su agudeza visual con una plantilla electrónica, hasta dar con precisión con los anteojos que la mujer necesitaba para poder ver normalmente tanto en el trabajo como en su vida diaria. Al terminar la consulta la mujer intentó pararse; sin embargo en ese momento el anciano se abalanzó sobre ella clavándole algo en el cuello, luego de lo cual la mujer perdió el conocimiento.

Frío. Esa fue la primera sensación que la mujer sintió al volver en sí. Luego sintió un agudo e incontenible dolor facial, seguido de una sensación de humedad tibia en sus mejillas. A su alrededor empezó a escuchar quejidos por todos lados; de pronto sintió que alguien se aferraba a ella quejándose; la mujer instintivamente también se aferró a ese alguien a quien no podía ver, pues desde que recobró la conciencia estaba totalmente ciega. En ese momento la mujer acercó las manos a su rostro y grito de espanto al darse cuenta que donde estaban sus ojos había dos cavidades llenos de un líquido que por temperatura y consistencia parecía sangre. La mujer empezó a desesperarse, y se dio cuenta que todos los que estaban en ese frío lugar habían sufrido su mismo destino.

A diez kilómetros de distancia el oftalmólogo terminaba de pagar a quienes lo ayudaron en esa ocasión a sacar los cuerpos sin ojos y llevarlos a un vertedero clandestino donde por la mañana serían cubiertos por toneladas de basura. El hombre estaba regocijado con la cantidad de ojos que había logrado esa jornada, pues estaba seguro que eso sería suficiente para alimentar al demonio que con forma de cuervo, lo buscaba cada cien años para renovar su promesa de vida eterna a cambio de ojos humanos frescos.