Desconocido
Página en blanco. Mente en blanco. Correo en blanco. Once de la mañana y la oficinista seguía mirando la pantalla del procesador de texto a ver si la vida la iluminaba y lograba evacuar el informe que le habían solicitado hacía ya una semana desde su jefatura directa, y que debía enviar por correo antes de las doce del día. Si bien era cierto su jefa era su amiga del alma y siempre le perdonaba algunos retrasos en la entrega de informes, en esa ocasión el texto era esperado por el gerente de la empresa por lo que el plazo era perentorio y no quedaba más que entregarlo o atenerse a las consecuencias.
La mente de la oficinista no estaba en la oficina sino a kilómetros de ahí. El fin de semana anterior había salido sola a beber algo a un bar, había conocido a un hombre extraño que le llamó la atención, las cosas se fueron dando hasta terminar en la cama con él, y solo al despertar a la mañana siguiente se acordó que tenía novio y que la había estado esperando esa noche. La mujer había quedado tan obnubilada con el desconocido que cuando su novio le preguntó qué había pasado, simplemente le contó la verdad y terminó la relación de cuatro años en un momento. El problema era que nada sabía del desconocido, que no sabía cómo encontrarlo, y lo peor de todo es que sentía algo extraño desde que lo dejó que no sabía explicar, y que no la dejaba estar tranquila.
Diez para las doce del día y la pantalla seguía en blanco. En ese momento apareció por la puerta su jefa, mujer oriunda del sur de Chile, quien en cuanto la miró la notó extraña. La mujer le dijo que no se preocupara, que ella ya había hecho el informe y lo había enviado a gerencia, y ahora necesitaba saber qué estaba pasando con ella.
Las mujeres bajaron a una cafetería a la hora de almuerzo. La oficinista le contó a su jefa todo lo que le había pasado el fin de semana. La mujer la escuchó y le dijo que se juntaran a la salida, pues la iba a invitar a salir, a lo que la oficinista accedió de inmediato.
Media hora después de la hora de salida ambas mujeres estaban en la sala de espera de una consulta ginecológica. Poco menos que a la fuerza la jefa consiguió que la mujer se tomara un test de embarazo que salió inmediatamente positivo, cosa que para ella era incomprensible pues ella tomaba anticonceptivos y su novio usaba condones, pues estaba terminando de cursar un postitulo por lo que un embarazo era lo último que necesitaban. Sin embargo su jefa la seguía mirando de reojo. En cuanto entró a la consulta la jefa le entregó el test al ginecólogo quien tenía en la consulta un ecógrafo. Al mirar los tres la pantalla, nadie entendía nada, mientras la embarazada ahogaba un grito de terror en su garganta.
El extraño hombre estaba nuevamente en la barra de algún bar de la ciudad. El hombre sabía que le quedaba poco tiempo de permiso, por lo que debía aprovechar cada segundo. Mientras en la calle la mujer lloraba desconsolada al saber que en su útero se desarrollaba un ser deforme que no era hijo de su novio, el trauco aprovechaba los últimos días de permiso que le habían dado los brujos de la recta provincia para salir de Chiloé y hacer de las suyas en el resto del país.