Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, noviembre 26, 2008

Voz interior

La maldita voz en su cabeza no callaba jamás. Había visto un sinfín de médicos, psicólogos, científicos y demases, y nadie había podido darle una explicación convincente para esa maldita voz que no lo dejaba vivir. Había intentado cientos de cosas para terminar con ella, desde medicamentos, hipnosis, brujería, imanes, y hasta cosas inenarrables, sin conseguir siquiera que la voz disminuyera un poco. Seis meses atrás era un empleado común y corriente de una empresa de telefonía como tantas pululaban en el mercado de las telecomunicaciones. Justo hacía seis meses la empresa decidió instalarles un chip subcutáneo con toda la información que requerían para su trabajo, además de sus datos personales: así, bastaba con usar el lector adecuado para tener una verdadera enciclopedia disponible en sus antebrazos. Y al poco tiempo de activar el chip, empezaron las voces.

Ya que al parecer no quedaba otra opción, pidió una cita con el gerente. Temía que al contarle lo tildara de loco o de aprovechador, pero ya no sabía qué más hacer. En cuanto se sentó en su oficina y logró sacar la voz y contarle, el gerente llamó a seguridad por el citófono. Intentó disculparse, pero el error que había cometido era mayor de lo que creía. Dos guardias lo lanzaron al suelo y lo inmovilizaron, y un tercero apareció con una gran hoja de acero, similar a los viejos machetes de cocina: de un certero golpe cercenó el antebrazo del empleado entregándolo al gerente, quien por fin podría disfrutar del novedoso teléfono subcutáneo que por error había recibido el malogrado empleado.

miércoles, noviembre 19, 2008

Despecho

Mientras veía el sol aparecer por su ventana, la muchacha terminaba de planificar su venganza. Ya mucho mal le había causado su novia, y era hora de acabar con su sufrimiento. La maldita le había hecho creer que la amaba, y ahora, después de varios meses, le dijo que se había dado cuenta de su error, que ya no era lesbiana, y que la dejaría por un hombre con quien se iba a casar. Por un hombre… tal vez si la cambiara por otra lo podría entender, pero por un hombre, jamás.

Ya todo estaba listo, tenía al maldito usurpador borracho en la cama, durmiendo luego de haber bebido más de la cuenta. Tenía el cuchillo recién afilado, listo para consumar su obra. Con toda frialdad se desnudó, puso el arma en la mano del maldito y apretándola con la suya para que no se soltara, deslizó la hoja por su cuello, a sabiendas que cuando lo encontraran nadie creería que fue ella quien se degolló con su mano…

miércoles, noviembre 12, 2008

Miedo

-¿Qué te pasa?
-Tengo mucho sueño, estoy durmiendo demasiado mal.
-¿Y por qué no te acuestas un rato y duermes una siesta?
-Ehhh… es que…
-¿Qué, tienes algo que hacer? Si tienes algo pendiente yo puedo hacerlo por ti. Ya, tírate en el sofá y duerme un rato.
-No… es que… no estoy tan cansada en realidad…
-Bueno, ¿estás o no cansada?
-Sí, pero no quiero dormir.
-No entiendo.
-Es que… me da vergüenza decirlo…
-¿Qué? Habla luego mujer, algo te pasa.
-Es que… no me atrevo a dormir.
-¿Pero por qué?
-Tengo una pesadilla recurrente. Cada vez que me duermo apareces, e intentas matarme. Sé que es una estupidez, pero tengo miedo de dormir porque cada vez que lo hago estás más y más cerca de matarme, y temo que si me matas en el sueño no logre despertar.
-¿Eso es todo?
-Sí… ¿ridículo, cierto?
-Claro que es ridículo… aunque en cierto modo no.
-¿Cómo es eso que en cierto modo no?
-Bueno, porque en este instante estás en el sueño…
-¿O sea que me dormí? ¿Y cómo es que no has intentado matarme?
-Es que mi yo real esperó a que te durmieras para matarte, y ahora tu alma quedó atrapada en este sueño para siempre…

miércoles, noviembre 05, 2008

Mirlo

Mientras la tarde avanzaba cada vez con mayor velocidad, el viejo obrero se acercaba a lo que debería ser su hogar. Luego de caminar los diez kilómetros que lo separaban de su trabajo para poder ahorrar el dinero del transporte, lo único que ansiaba era llegar a un lugar agradable donde descansar sus ya cansados huesos. En vez de eso llegaba al cuartucho que había construido con desechos de la obra donde trabajaba, en donde tenía toda su vida. Un viejo catre que hacía las veces de sillón, comedor y cama, una silla que servía de velador, mesa y silla, y un baúl que había rescatado de la basura que le servía de ropero, mesa y despensa eran todas sus pertenencias. Allí, en ese cubo de restos de madera que se inundaba en invierno y hervía en verano, vivía el resto de la vida fuera de la esclavitud del trabajo.

Viudo hacía ya cinco años, no entendía el porqué de su presencia en el mundo. Sentado en la cama, con el vaso de té que sería su cena tal como todos los días, dejaba su mente en blanco para tratar de hacer que su corazón dejara de latir y sus pulmones de respirar; y tal como todos los días, nada pasaba. De pronto un sonido familiar lo despertó de su letargo mental: el canto de un mirlo, a la distancia, le recordó el tiempo en que la vida le importaba. Aquel tiempo en que tenía casa, mujer e hijos, en que tenía mascotas para acompañarlo y devolverle algo a la vida de los favores que le había regalado. Entre todos sus animales destacaba un mirlo, negro como la noche profunda y como las almas que vagan en busca del perdón inalcanzable por los infinitos pecados cometidos, pero con un canto que cualquier ángel envidiaría, si la envidia tuviera lugar en sus corazones. Ese mirlo lo despertaba cada mañana, se posaba en su hombro todo el tiempo que pasaba en la casa, y lo esperaba al atardecer. Pero como todo lo bueno en su antigua vida, un día desapareció y nunca lo volvió a ver; tres días después, su esposa fallecía de una larga enfermedad que lo dejó en la bancarrota.

La curiosidad lo hizo salir a escudriñar el entorno, a ver si lograba ver al ave que había logrado sacar una sonrisa a su ya atrofiado rostro y seco corazón. Al escuchar su nuevo canto logró ubicarlo: dos postes de luz más allá de aquel del cual robaba luz estaba posado, mirándolo mientras cantaba. Un extraño impulso lo llevó a acercarse a dicho poste, para verlo más de cerca: pero cuando estaba por llegar, el ave voló cuatro postes más allá y siguió su concierto dedicado al viejo. Dejándose llevar por el recuerdo, el viejo apuró el paso para alcanzar de nuevo el ave: mas nuevamente al llegar el mirlo voló, ahora a seis postes más allá. Qué más da pensó el hombre, si ya estaba ahí valía la pena seguir al cantor que logró revivir algo parecido a un sentimiento en su alma; de hecho cualquier cosa que lo alejara de su realidad valía la pena. Nuevamente inició la marcha, esta vez casi trotando, para llegar luego a los pies del poste, con la esperanza de ver de cerca al pequeño ser que infundió nueva vida a su vida. Mas al cruzar descuidadamente la calle para llegar al poste, un camión acabó instantáneamente con su existencia. De pie su alma al lado de su cuerpo, sin recordar haber sentido dolor al morir, vio cómo el mirlo, su mirlo, se posaba en su etéreo hombro luego de haberlo despertado de su pesadilla llamada vida…