Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, julio 30, 2008

Crónicas de Blood II: Luz de luna

Mirando los huesos de mi última cena (una hembra con muy poca carne) a la luz de esa piedra que llaman luna, hay instantes en que dan lástima, estúpidos humanos. Viven menos de cien años, y de ese escasísimo tiempo pierden la gran mayoría en banalidades. Duermen demasiado, trabajan demasiado, y en el poco tiempo que les sobra no saben qué hacer, o lo pierden en sus crías. Se dicen animales superiores, y no serían capaces de sobrevivir un par de semanas sin empezar a caer en la escala evolutiva que se supone que siguen.

En estos siglos devorándolos me he encontrado con todo tipo de ustedes, y déjenme decirles que casi todos chillan igual cuando me ven, casi todos gritan igual al morir, y casi todos tienen el mismo sabor. Y así y todo entre ustedes se marcan diferencias: que quién tiene más juguetes, más parejas, menos color, más porte, más humanos a su mando. Y todo lo hacen encerrados, teniendo toda la naturaleza a su alrededor (lo que haría más entretenida la cacería). Se encierran para vivir, para trabajar, para movilizarse, para copular… y a quienes ustedes juzgan como malos o distintos, los encierran: ¿dónde está el castigo entonces?

Avanza la noche y la luz de la luna reflejada en los huesos de mi cena me invita a seguir pensando acerca de mi inmortalidad y de su intrascendencia. Y no entiendo por qué lo hago, ustedes sólo son parte de mi cadena alimenticia, y estoy divagando acerca de sus realidades. ¿Acaso ustedes piensan en la trascendencia de la lechuga o en la evolución del pollo? Esperen, aquí pasa algo raro… ¿qué es eso que sale del morral de la humana? Maldición, con razón estoy así, ¿cómo no me di cuenta antes que había devorado una drogadicta…?

miércoles, julio 23, 2008

Crónicas de Blood I: Cementerio

Parece que este universo paralelo está algo muerto, gracias a un tal feisbuc. Eso me lleva a tomar una medida algo drástica: despertar al viejo y querido Doctor Blood. ¿Se acuerdan de aquellas historias de la vida del personaje? Para quienes no las recuerden (o conozcan) los invito a leerlas en el Kiosko Sangriento, capítulos 1 al 6. Hoy empezaré con algunas historias nuevas, situadas en cualquier instante de la vida de mi alter ego. No los aburro más, que empiece la función:


Crónicas de Blood I: Cementerio

Agazapado en el rincón más oscuro de la noche espero a los humanos. El frío y la lluvia que tanto los afectan me dejan indiferente: pese al clima reinante debo alimentarme, y estos malditos me la hacen difícil en invierno. Ayer cacé al último: estaba bien aunque algo grasoso. Al parecer deberé elegirlos más flacos de ahora en adelante.

Maldita lluvia, parece una verdadera cortina de agua limitando en parte mi visión, y casi totalmente la salida de mi cena. En estos casos podría acercarme más, y hasta meterme a alguna de sus construcciones en busca de ellos, pero por esta vez probaré algo distinto.

Raudamente pero sin dejarme ver llego al lugar donde entierran a sus muertos: no, no piensen mal, no me haré carroñero. Simplemente estos lugares oscuros y con cadáveres son bastante lúgubres, y tienen cuidadores que no abandonan nunca sus turnos. Cazaré a alguno de ellos, y si quedan sobras las enterraré aquí mismo para sus deudos.

Parece que ando de suerte, ahí viene uno. Con el mismo sigilo de siempre me escondo detrás de una lápida, y cuando pasa desprevenido por mi lado salto y… nada. El maldito es más rápido que yo, y parece no inmutarse. Sin que me note corro de nuevo hacia él y me lanzo con violencia sobre su espalda y… nada, otra vez en el suelo sin presa. Tercer intento, ahora de frente y con lentitud: cuando veo su presencia traspasando mi cuerpo y siguiendo como si nada, recuerdo la leyenda del cazador que murió de inanición tratando infructuosamente de devorar un espectro…

miércoles, julio 16, 2008

Dirección

-Hola, ¿te puedo preguntar algo?
-Dime.
-¿Dónde queda la avenida sur?
-A tres cuadras hacia la cordillera, por esta calle.
-Muchas gracias.
-¿Y yo te puedo hacer una pregunta?
-Eh… claro, dime.
-¿Por qué vas a esa calle, si sabes que te matarán?
-¿Y cómo sabes eso? ¿Acaso ves el futuro?
-Sí. Y por lo que veo tú también.
-Sí. Oye, y si sabes que me matarán, ¿por qué me dijiste donde está la calle?
-Porque no soy quien para intervenir en el destino de nadie.
-Cierto. Gracias por contestar tu propia pregunta.

miércoles, julio 09, 2008

Ejecución

-¿El acusado tiene algo que decir?
-No.
-¿Está seguro?
-No fíjate, la inseguridad al matar a esas veintiocho lacras me tiene acá… claro que estoy seguro, ¿acaso quieres que haga más show todavía?
-Entonces procederemos. Que entre el sacerdote.
-¿Para qué? ¿Para que me hable del dios, del perdón, del paraíso, del alma? Olvídalo y terminemos con esto.
-¿De verdad no te arrepientes de nada?
-A ver, ¿de qué me debería arrepentir, de secuestrarlos, de torturarlos, de matarlos o de sepultarlos? De lo único que me debería arrepentir es de que me capturaron sin haber terminado mi misión, me faltaron dos.
-¡Dios mío, eran veintiocho niños!
-No metas a dios en esto, idiota. Y claro que eran niños.
-¿Y por qué los mataste?
-¿Otra vez? Porque venían a hacer el mal. Si hubieras vivido en Alemania hace cien años y hubieras conocido a Hitler de niño, ¿no lo hubieras muerto?
-Maldito psicópata, esto es distinto. La única manera de saber eso es gracias a la historia, o viajando en el tiempo, y eso es imposible.
-Claro, pero no lo es cien años en el futuro…

miércoles, julio 02, 2008

Televisión

Las imágenes pasaban por la pantalla frente a los ojos de la dueña de casa como todos los días. Personajes famosos expuestos en cada detalle de sus vidas la mantenían lo suficientemente entretenida como para ayudarle a sobrellevar el tedio de la rutina diaria. Las aventuras y desventuras, los amores y desamores, los engaños y desengaños de los adinerados y afortunados eran un bálsamo para sus sentidos: el saber que aquellos que aparecían por la noche en las pantallas mostrando opulencia y elegancia saldrían al día siguiente por la mañana sin maquillaje y perseguidos hasta en el baño por los periodistas de espectáculos en pos de exponer toda su realidad, le permitía gozar del dolor ajeno sin remordimientos y olvidar de paso el propio.

Esa mañana el programa de espectáculos fue abruptamente interrumpido por un extra: el pálido y tembloroso periodista contaba con pavor de un asteroide que había desviado su rumbo y que no había podido ser destruido ni desviado por las grandes potencias del mundo, por lo cual impactaría a la tierra con tal fuerza que, sin contar el daño propio del impacto, sacaría al planeta de su eje condenándolo a su inefable destrucción. Y lo peor de todo era el plazo: los científicos ya lo sabían, y lo informarían en una conferencia de prensa en vivo para todo el mundo.

La dueña de casa no daba crédito a lo que estaba viviendo. Rápidamente cogió el control remoto y empezó a buscar, casi desenfrenadamente. Al quinto intento encontró una estación donde seguían informando acerca del último galán de televisión que resultó ser gay: ¿a quién le podría importar la conferencia de prensa de unos científicos…?