Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, mayo 30, 2018

Abuela

La niña de cinco años estaba viviendo uno de los mejores momentos de su vida. Después de semanas de presiones había logrado que su madre la autorizara a entrar a la habitación donde vivía su abuela, recientemente muerta, para poder ver sus cosas y jugar con lo que hubiera a mano. La pequeña nunca se había llevado bien con su abuela, quien era bastante brusca para tratarla: de hecho la niña no quería a la anciana mujer, y cuando ella falleció, sintió la felicidad de saber que habría alguien menos que le pellizcara sin piedad sus rosadas mejillas. Ahora había llegado el momento de entrar en el mundo de las cosas de la anciana, que debería estar lleno de secretos y maravillas.

La niña estaba sola en el dormitorio de su abuela, pues su madre había tenido que salir a contestar el teléfono; así, la pequeña estaba a sus anchas para intrusear todo lo que quisiera. De inmediato se dirigió al closet, el que estaba lleno de prendas de ropa desteñidas, comunes y corrientes, sin nada que le llamara la atención. Luego empezó a revisar una cajonera instalada dentro del mismo closet: en ella sólo encontró ropa interior, toallas y ropa de cama. Hasta ese instante la aventura se estaba diluyendo, y no había nada que pareciera ser alguno de los tesoros que la niña esperaba encontrar.

La niña luego se fue a revisar el velador de la anciana. En él había una libreta con números y palabras escritos, un paquete de pañuelos desechables cerrado, y una caja cuadrada de madera pintada de rojo con un pequeño pestillo de bronce y bisagras del mismo material. La pequeña emocionada sacó la caja y la colocó encima del velador: al fin había encontrado el tesoro de su abuela, y estaba ahí a su entera disposición. Luego de reír nerviosamente la niña soltó el pestillo y abrió la tapa de la pequeña caja: en su interior había una especie de medallón de bordes metálicos y algo parecido al plástico, que también tenía bisagras y un pequeño pestillo. La pequeña soltó el pestillo de la pieza y lo abrió, encontrándose con una pequeña foto de una mujer joven: en ese instante un extraño mareo y sensación de sueño se apoderaron de ella.

La madre volvió al dormitorio a buscar a su hija, esperando que ella no hubiera dejado un desastre en el lugar. Al entrar encontró a la niña sentada en la cama, y todas las cosas cerradas y en su lugar; la mujer abrazó a su hija y la felicitó por su madurez al esperarla a que ella volviera para revisar juntas las cosas de su madre. Dentro del cuerpo de la niña su alma original se encontraba encerrada y adormecida, mientras el alma de su abuela, guardada en el camafeo descubierto por la pequeña, se apoderaba del joven cuerpo para vivir una nueva vida que no le pertenecía.

miércoles, mayo 23, 2018

Marta

Las estrellas brillaban en el oscuro y despejado cielo esa noche. En medio de la solitaria playa Marta estaba acostada mirando fijamente el cielo, mientras dejaba su mente volar por sueños y recuerdos que se entrelazaban unos con otros, haciéndole perder a ratos la perspectiva de realidad. Marta era feliz con ello, por lo que no daba mayor importancia a aquello que su mente creaba y recordaba, y se dejaba llevar por las imágenes proyectadas dentro de su cerebro. A unos doscientos metros del lugar, en plena costanera, una silueta cortada por la luz miraba hacia donde estaba Marta, en silencio.

Marta recordaba su infancia en un pequeño castillo en el mediterráneo, como hija de una pareja de condes, donde nunca le había faltado nada en su existencia y todos sus caprichos eran cumplidos con solo decirlo. Luego Marta soñaba una infancia pobre en una especie de gueto rodeada de miseria, hambre y abusos de todo tipo, donde el único deseo era no despertar a la mañana siguiente. A lo lejos la silueta la seguía observando en silencio sin moverse de su sitio.

Marta recordaba una adolescencia aventurera, recorriendo cerros y bosques en bicicleta, acompañada de amigos de su edad y dedicados solamente a disfrutar de los paisajes recorridos, y de buscar nuevos lugares para seguir recorriendo. Luego Marta se soñaba en una mediagua con cinco hermanos más, rodeada de hombres mayores que la buscaban para pasar un rato con la muchacha a cambio de dinero para comer ese día. A la distancia la silueta empezaba a caminar lentamente por la costanera, hacia Marta.

Marta recordaba haber entrado a la universidad con todo pagado, yendo en auto a clases, y disfrutando del ambiente al máximo; recordaba a su pareja, a la que amaba demasiado, y con quien probablemente compartiría el resto de sus días una vez que se recibieran. Luego Marta se soñaba trabajando en una empresa de aseo, con turnos eternos y dolores por doquier, sin haber sido capaz de terminar el colegio; Marta se soñaba llegando a una casucha de mala muerte donde tres pequeños la esperaban, y un hombre borracho dormía en la que parecía ser la cama de ambos. A lo lejos la silueta estaba cada vez más cerca de Marta.

Marta recordaba estar casada con el amor de su vida. Marta soñaba vivir en un infierno. Marta recordaba tener un hijo maravilloso. Marta soñaba con tres hijos drogadictos y delincuentes que tenía que visitar en la cárcel. De pronto la silueta llegó al lado de Marta, tocando con suavidad su frente. Marta había muerto, el ángel de la muerte la había ido a buscar. Ahora Marta era libre, su alma ya no estaba atada a los dos cuerpos que habitaba en universos paralelos, de los que sólo se liberaba al mirar el cielo nocturno en la playa.

miércoles, mayo 16, 2018

Francotirador

En medio de una tupida selva, los animales salvajes se mantenían alejados de un pequeño alto en la superficie del terreno. En el lugar no parecía haber nada, pero los sentidos de los animales les permitían saber que el lugar no estaba desierto. Bajo algunos kilos de restos de suelo y cortezas de árbol muerto, un francotirador se encontraba camuflado mirando al terreno del enemigo a través de la mira de su fusil Barret. El silencio, el camuflaje y la inamovilidad eran sus herramientas para pasar desapercibido para los débiles sentidos humanos, por lo que se encontraba tranquilo llevando a cabo su misión esa mañana.

El francotirador era un veterano de guerra, que llevaba en su registro personal más de cien blancos acabados; ese eufemismo le permitía no tener pesadillas en la noche pensando que había asesinado a más de cien personas con su fusil a larga distancia, personas que fuera de la guerra tenían familia, sueños, planes y rutinas que se habían visto interrumpidas por la decisión de algún gobernante irresponsable de llevarlos a un lugar desconocido a asesinar y ser asesinados. El francotirador veía objetivos a través de su mira, que identificaba como soldados rivales gracias a sus vestimentas; luego de disparar, en la mira se veía una enorme mancha roja donde estaba la cabeza o el pecho de su blanco, dado el excesivo peso de la bala que disparaba su arma. Ello le permitía alcanzar a objetivos a mayor distancia, y por ende a verlos como blancos y no como personas.

El francotirador tenía la mira apuntada a quinientos metros de su ubicación. De pronto una tropa aparece en su campo de tiro, marchando ordenada en su dirección. El tirador decidió hacer blanco en quien comandaba el grupo para dispersarlo, sin embargo al sacar el ojo de la mira y luego reubicarlo, la tropa había desaparecido. El tirador asumió que lo que había visto era producto del cansancio y la humedad, y lo dejó pasar.

Media hora más tarde el francotirador vio una mancha en su campo visual, por lo que ajustó la distancia de su mira; con sorpresa vio que a doscientos metros venía avanzando la misma tropa que había visto antes. El tirador estaba decidido a no dejar pasar la oportunidad y fijó el blanco en el líder del grupo; en ese instante el tirador parpadeó, y al abrir el ojo la tropa había vuelto a desaparecer. El hombre estaba intrigado mas no nervioso, y se preocupó de proseguir su vigilancia del lugar a ver qué sucedía con sus enemigos.

Una hora más tarde una nueva mancha en el campo de la mira le dio a entender que el objetivo se encontraba a menor distancia; al ajustar la mira a cincuenta metros se encontró con la tropa avanzando hacia él. De pronto vio algo que lo dejó estupefacto, que no tenía lógica alguna, pero que no era producto del cansancio pues los lentes de su mira no se cansaban.

En medio de la tupida selva, el francotirador estaba sentado en el alto del terreno, con el fusil apuntando al cielo y con el seguro puesto. En ese instante la tropa que había visto estaba llegando a su posición; más de cien soldados con sus pechos destrozados o sin cabeza o partes de ella lo rodearon en silencio. El francotirador sabía que había llegado el momento de pagar su deuda con las almas de los objetivos que había eliminado en su carrera de asesino profesional.

miércoles, mayo 09, 2018

Oracion

La muchacha rezaba en silencio en la iglesia. Hacía poco había terminado la última misa del día, los feligreses ya se habían retirado, dejando a la muchacha sola en su estado de concentración con su alma y la divinidad. A esa hora ya habían apagado la mitad de las luces del lugar y la encargada del aseo había empezado a barrer los pasillos, mientras la joven mujer permanecía arrodillada orando en silencio y con los ojos cerrados. Desde la puerta que daba al lado del altar mayor, la joven era observada por el sacerdote de la parroquia, quien trataba de entender la actitud de la joven.

El maduro sacerdote llevaba cerca de diez años como párroco del lugar. Tres meses antes había visto aparecer a la joven muchacha en una de sus misas, luego de la cual la joven permaneció media hora más, rezando sola y en silencio en el lugar. Desde esa fecha, y cada vez que había servicio en su parroquia, la joven aparecía y se quedaba media hora orando arrodillada en silencio. En más de una ocasión el sacerdote estuvo tentado de ir a preguntarle por qué lo hacía, pero luego sentía que podría invadir la privacidad de la joven y decidía dejarla seguir con su costumbre, que mal que mal no dañaba a nadie.

Cuarenta minutos después la joven seguía en el mismo lugar, arrodillada y rezando muy concentrada. El sacerdote había vuelto de cambiarse de ropa y volvió a verla a través de la puerta del lado del altar; era primera vez que la joven se pasaba de la media hora, y la señora del aseo ya estaba llegando al lugar donde ella estaba. Al parecer era momento que él interviniera para saber qué le pasaba a la mujer, y tratara de persuadirla de irse. El sacerdote abrió la puerta y se dirigió donde la joven; al llegar frente a ella, quedó paralizado.

La joven mujer rezaba en silencio en la iglesia. El sacerdote estaba parado frente a ella, viendo cómo varios hilos de sangre manaban de su frente y cubrían su rostro; la joven parecía estar en un estado de éxtasis mientras oraba, y pese al sangrado no dejaba de orar. De pronto inclinó su cabeza hacia adelante, lo que hizo que el sudor sanguinoliento cayera sobre las baldosas de la iglesia: una de ellas se iluminó lentamente dejando estupefacto al sacerdote. En ese instante la muchacha abrió los ojos, se agachó, levantó la baldosa iluminada y sacó del espacio bajo ella una pequeña caja que contenía un anillo de compromiso. La joven se colocó el anillo en el dedo anular izquierdo, y luego de reventar los cerebros del sacerdote y la señora del aseo con su pensamiento, salió del lugar con su compromiso hecho y lista para cumplir la misión encomendada varios milenios antes.

miércoles, mayo 02, 2018

Frio

Esa mañana el frío calaba los huesos. La gente en el paradero, pese a estar bien abrigada, se apretujaban unos contra otros para tratar de mantener algo de calor; los ciclistas que se atrevían a salir en su medio de transporte de costumbre se veían pálidos, sin lograr entrar en calor pese al vigoroso trabajo muscular que implicaba mover sus vehículos. Los conductores en sus vehículos pasaban con los vidrios empañados al tener la calefacción al máximo, pese a lo cual igual se notaban tiritando en sus asientos. Parecía que una nueva era de hielo estuviera apoderándose de la ciudad en ese instante.

En la medida que los buses empezaban a pasar, el paradero se vaciaba lentamente en espera que otros usuarios llegaran a llenarlo, tan ateridos de frío como sus antecesores. En ese grupo venía una madre con su pequeña hija de cuatro años,  a la cual tenía que ir a dejar al prekinder antes de irse a su trabajo. De pronto la niña empezó a levantar sus brazos, como si intentara llamar la atención de alguien más alto que ella, pero mirando hacia un lugar en que no había nadie; la madre tironeó levemente el abrigo de la niña para sacarla de su estado de concentración sin lograr su objetivo. En ese instante un perro callejero apareció en el lugar, empezando a mover la cola y a hacer fiestas hacia el mismo lugar en que lo hacía la pequeña.

La ciudad parecía estar poseída a esa hora de la mañana. Todos los niños menores de cuatro años y los animales le hacían fiestas a la nada, y nadie era capaz de entender por qué estaba pasando eso o cómo sacar  a niños y animales de ese estado. Quienes andaban con sus hijos no podían seguir con sus actividades, y muchos de los animales estaban parados en medio de la calle jugueteándole a la nada e interrumpiendo el tránsito. Todo estaba convertido en un caos, y nadie parecía saber qué hacer.

A esa hora de la mañana salía de una vieja y mal cuidada casa una señora pequeña de edad avanzada, que tenía conflictos permanentes con sus vecinos por sus hábitos algo anormales, pues acostumbraba a hacer fuego en el patio de la casa, que llenaba de un humo espeso y maloliente a todo el barrio. La mujer se dirigía al juzgado de policía local a responder por una denuncia hecha en su contra por varios vecinos, a sabiendas que nadie iba a llegar a confirmar el procedimiento: la noche anterior la bruja había abierto un portal, dejando en este plano a miles de almas en pena que tenían alborotados a los seres más sensibles del lugar.