Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, diciembre 24, 2022

Perro

 La pequeña niña no podía creer lo que estaba viendo en su cama esa mañana. Sobre su cobertor, y en los brazos de su padre, un pequeño cachorro la miraba con cara de hambre y de curiosidad. La niña apenas alcanzó a desperezarse antes de abrazar efusivamente al pequeño perrito, quien sintió un par de delgados brazos acogedores, más cómodos de los que el adulto que lo había quitado de la teta de su madre. El perrito no sabía qué sería de su futuro, pero al parecer la pequeña tenía el suficiente cariño para cuidarlo y mimarlo.

Dos años después la vida del pobre perro se había convertido en una tortura. La pequeña niña era demasiado ansiosa, y descargaba toda su rabia en el perro. Sistemáticamente la niña le botaba el agua y la comida, lo pateaba, lo cubría de tierra cada vez que lo bañaban; así, el animal estaba desnutrido, deshidratado y muy golpeado, sin que los padres de la niña lograran entender el porqué de la situación, pues la pequeña se encargaba de maltratar al animal cuando sus padres no la veían. El perro seguía queriendo mucho a la pequeña, y no entendía por qué era maltratado.

Una noche el perro se asomó a la puerta de la habitación de la niña, cuando su madre la estaba acostando. La mujer tenía por costumbre rezar con la niña antes de dormir; el perro no entendía nada, pero como le gustaba imitar a su dueña, decidió esa noche ponerse tal y como se puso la niña, cerrar los ojos y luego simplemente esperar un par de minutos tal y como la pequeña lo había hecho. En su cerebro no cabía el acto del rezo, pero el imitar la forma de su dueña lo calmaba bastante. Mientras estaba con los ojos cerrados y las patas delanteras juntas, su simple cerebro empezó a pensar en una vida con comida, agua y sin maltratos.

Al día siguiente la casa estaba revolucionada. Los padres de la menor gritaban, lloraban y corrían de un lado a otro. El perro logró colarse a la habitación, donde tres personas miraban a la pequeña que no se movía; de su pecho estaban despegando cosas que le habían pegado, y una mujer joven anotaba cosas en una tabla con un papel. Uno de los hombres acarició la cabeza del perro, antes de abandonar la habitación; el perrito se acercó a su dueña, y algo raro parecía estar pasando, pues su olor no era el mismo de siempre, y no lograba captar su respiración ni sus latidos cardíacos. El perro se afirmó en el borde de la cama y lamió una de las manos de la pequeña sin que ella reaccionara. Minutos más tarde llegaron varios extraños con más papeles, y un par de hombres con un cajón blanco, donde colocaron a su ama. El perro no entendía nada, hasta que de pronto vio sobre el cajón donde habían puesto al cuerpo de su ama a un hombre con cabeza de perro. El animal nunca sabría que su rezo de la noche anterior fue escuchado por Anubis, quien se encargó de cumplir la petición de su eventual adepto.

domingo, diciembre 18, 2022

Libro

El hombre miraba con desdén el capítulo del libro que estaba leyendo. Ya llevaba dos días pegado en ese capítulo, y cada vez que intentaba avanzar se quedaba dormido, o simplemente lo dejaba de lado producto de su aburrimiento. Nunca le había pasado algo así con un libro, no entendía cómo un escritor era capaz de provocarle tanto aburrimiento con algo que debería más bien incitarlo a seguir leyendo. El hombre estaba incómodo, y sentía la necesidad de hacérselo saber al escritor, pero no sabía cómo. De pronto, y mientras revisaba sus redes sociales en su teléfono luego de dejar de lado nuevamente el texto, se encontró con un afiche de una feria del libro en su ciudad, donde dicho autor asistiría a firmar libros y a un conversatorio con los lectores. Sin quererlo, encontró la alternativa para quejarse con el autor del libro más aburrido de su historia como lector.

Ese día en el programa de la feria aparecía que el autor estaría en el stand de la editorial con la que publicó su libro firmando ejemplares desde las cinco hasta las seis de la tarde; el hombre llegó media hora antes al lugar esperando una larga fila de fanáticos; sin embargo, y hasta el momento en que llegó el escritor, nadie se apareció en el stand. El hombre en ese momento se encontró frente a frente con el escritor, sin saber bien cómo encararlo.

El hombre se acercó al escritor con el libro en la mano; el autor le sonrió efusivamente, le quitó el libro de las manos, y le preguntó su nombre para hacerle una dedicatoria. El hombre miró al escritor, y simplemente le dijo que su libro era lo peor que había leído en su vida hasta ese momento, y que no entendía cómo había sido capaz de escribir un texto tan aburrido y lleno de lugares comunes. El escritor lo miró en silencio; de ponto de entre sus ropas sacó una pistola, colocó el cañón en su boca y sin pensarlo dos veces apretó el gatillo, dejando su cerebro desparramado en el stand de la editorial: en ese momento el hombre reaccionó, dándose cuenta que nada había sucedido sino en su mente. En ese momento el hombre vio al escritor sonreír efusivamente, tal como en la especie de sueño que había vivido.

El hombre le dio su nombre al escritor, y aceptó gustoso la dedicatoria que le hizo: no estaba dispuesto a que el sueño que tuvo se hiciera realidad, y a cargar sobre su conciencia con la muerte de un inocente. El escritor mientras tanto sonreía, pues nuevamente su capacidad de plantar sueños en las mentes de sus lectores lo había salvado de un mal rato y una eventual mala crítica.

sábado, diciembre 10, 2022

Perla

 La detective de la policía de investigaciones caminaba junto a Perla, la perra pastor belga malinois entrenada para detección de drogas en el aeropuerto de Santiago. La pareja tenía a su haber la detección de más de cien kilos de droga en los últimos dos años de control, en las maletas de diversos pasajeros. En general el trabajo era simple: la detective se paseaba con la perra por los pasillos del terminal aéreo, y cuando Perla detectaba el olor de la droga se abalanzaba sobre la maleta, mientras la policía le entregaba su juguete y retenía al dueño del equipaje para una inspección profunda de la maleta. Hasta ese entonces el record de la pareja era perfecto: todos los equipajes marcados habían dado positivo a diversas drogas, lo cual tenía a la pareja en el top one nacional.

Esa mañana Perla y la detective caminaban por el terminal con toda tranquilidad. Ya hacía cerca de diez días que no había detectado nada, por lo que el ánimo de la policía era bastante bueno, y el de su compañera era de atención permanente, pues deseaba tener su juguete para poder jugar. De pronto apareció un hombre haitiano, de piel negra casi azabache, gran estatura, muy delgado, de hecho casi enjuto, al cual le faltaba el ojo izquierdo. El hombre llevaba una gran maleta negra algo usada de cuero con ruedas, que aparentemente estaba muy pesada, pues avanzaba con bastante lentitud. Al pasar a su lado Perla casi se volvió loca, empezó a mover la cola desesperadamente y casi botó el equipaje y al hombre con la fuerza con la que se lanzó para retenerla. De inmediato la policía controló a la perra, le entregó su juguete y llamó a dos compañeros para que escoltaran al hombre a una sala privada para hacer la revisión.

Perla estaba echada en el piso de la sala mordiendo su juguete mientras la policía interrogaba al hombre, quien en un correcto español explicaba que no llevaba nada ilegal, que él vendía amuletos de madera y que tal vez los olores de la madera habían confundido a la perra. Los policías abrieron la maleta, y efectivamente se encontraron con una gran cantidad de amuletos de maderas de distinto color. Los policías se cercioraron que el recipiente no tuviera ningún doble fondo; el hombre de mayor edad sacó de su bolsillo un cuchillo de mano, raspó varios de los amuletos, y en el polvo resultante echó un reactivo químico para encontrar drogas, no encontrando nada. Luego siguió probando con varios reactivos, sin encontrar absolutamente nada ilegal en el equipaje: por primera vez Perla había marcado un equipaje erróneamente.

La detective y Perla volvieron a su periplo por los pasillos del aeropuerto. Cada tanto tiempo la mujer acariciaba la cabeza de la perra, quien no entendía por qué no habían detenido al peligroso brujo vudú, quien llevaba un cargamento lleno de amuletos cargados con almas de víctimas, que usaría para ofrecerlos a distintos demonios y lograr favores de ellos. Al parecer los humanos no tenían un líquido para detectar almas, pero su olfato era simplemente infalible.

sábado, diciembre 03, 2022

Embarazo

La embarazada se paseaba ansiosa por la sala de espera de la clínica. Tres horas antes habían empezado los síntomas de parto, y por fin podría ver en persona a su hijo en algunas horas más. Ya había llamado por teléfono a su esposo al trabajo quien iba en camino a la clínica, y a su ginecólogo quien ya estaba en el lugar pero atendiendo una urgencia, por lo que aún no podía hacerla pasar para iniciar el trabajo de parto. Al llegar a admisión le había dictado su número de rut a la recepcionista, quien miró curiosa la pantalla antes de decirle que se sentara y que pronto la llamarían. Su felicidad era sin límites, y su ansiedad cada vez mayor.

Media hora más tarde llegó su marido, quien antes de saludar a su esposa pasó por admisión y habló un par de palabras con la recepcionista, para luego ir a abrazar efusivamente a su mujer y a intentar calmarla. Veinte minutos más tarde escuchó su nombre: al ingresar al sector de atención se encontró con su ginecólogo, quien luego de saludarla le indicó una habitación para que se sacara la ropa y se colocara la bata. Una hora más tarde, luego de la monitorización de la madre y de los signos vitales del feto, se inició la inducción del parto. La mujer creyó escuchar el latido de dos corazones distintos cuando monitorizaron su abdomen, pero el ginecólogo le explicó que era un error normal de primeriza.

Cinco horas más tarde las contracciones empezaron. La matrona a cargo del control de la mujer encontró algo extraño en los signos vitales y llamó al ginecólogo, quien luego de revisar los registros le dijo a la mujer que por su seguridad y la del feto debería hacer una cesárea. La mujer se mostró un poco contrariada pues ella esperaba tener un parto normal, pero simplemente se encogió de hombros y acató la decisión de su médico.

Cuarenta minutos más tarde la mujer escuchó el llanto de un bebé. Su alegría era infinita; de pronto un segundo llanto fue ahogado por las voces del ginecólogo, la matrona y el neonatólogo. La mujer no entendía qué pasaba, su marido miraba nervioso al ginecólogo quien tranquilizó a la mujer explicándole que era el llanto de su bebé mientras el neonatólogo lo examinaba. La mujer por fin se tranquilizó cuando le pasaron a su hijo para conocerlo y empezar a darle pecho; las dudas de la mujer desparecieron en cuanto tuvo a su pequeño junto a sí. Mientras tanto en la sala contigua el neonatólogo le entregaba el segundo bebé, quien no tenía parecido alguno con los padres sino más bien con un descendiente de vikingo, a un hombre de terno sin expresión. Dos minutos más tarde la mujer se quedaba dormida producto de un fármaco colocado en la bolsa de suero; en ese momento entró otro hombre sin expresión quien le colocó a la bolsa de suero un fármaco que detendría para siempre el corazón de la mujer, para luego pinchar al bebé con el mismo veneno. Finalmente el hombre le pasó al padre del bebé una maleta llena de dinero, con la cual el hombre se fue de la clínica, sin saber que media hora más tarde moriría en un accidente de tránsito. El hombre miró a los tres profesionales que estaban en la sala de parto, quienes al mismo tiempo ingirieron sendas pastillas de cianuro. El plan estaba ejecutado, y sólo bastaba esperar que con el paso de los años el pequeño cumpliera con su misión sagrada.