Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, mayo 30, 2012

Flagelantes


Los flagelantes se azotaban en privado para expiar su pecado. Sabían a ciencia cierta que habían roto uno de los mandamientos, y no les quedaba más opción para expiar sus culpas que someter sus cuerpos a castigo físico. Los flagelantes eran miembros de un pequeño grupo que había aprendido un nuevo modo de leer las escrituras, y habían descubierto que sólo un sacrificio de sangre del propio pecador permitía sacar de las almas el error y seguir el camino que las palabras escritas por los antiguos y dictadas por la divinidad habían trazado para creyentes y no creyentes. El dolor de cada impacto del látigo de cinco lenguas de cuero terminadas en una esfera de acero en las espaldas de los flagelantes era enorme, pero el saber que con cada trozo de piel y carne arrancadas estarían más cerca de retomar la senda escogida, era suficiente para continuar con el castigo hasta el final.

Los cinco hombres y las cinco mujeres se azotaban juntos en privado, tratando de mantener el mismo ritmo y así acortar la duración del justo y necesario sufrimiento. Sus pálidas espaldas estaban rojas por la inflamación y húmedas por la mezcla de sangre y sudor que corría hacia sus cinturas y empapaba el paño blanco que ahora era rosado y que cada cual usaba para colectar los fluidos. Terminados los cincuenta y cinco latigazos cada cual estrujó su paño en el cáliz de oro, viendo con tranquilidad que se había logrado el mínimo necesario para que la ofrenda a Satanás fuera suficiente para purgar aquel instante de debilidad en que cada cual decidió ayudar desinteresadamente al prójimo. Ahora sólo faltaba completar el rito con una orgía para poder seguir sin tropiezos por la senda del mal.

miércoles, mayo 23, 2012

Incendio


El humo rodeaba al vampiro asfixiándolo. A cada paso que daba los espasmos le revolvían el estómago, haciéndolo vomitar sangre por doquier, producto de su última comida media hora antes del incendio. Sabía a ciencia cierta que el fuego no lo podría matar, pero sí desfigurar lo suficiente como para obligarlo a cambiar su modo de vida, y su técnica para conseguir sangre fresca y dinero fácil noche tras noche, ofreciéndose como prostituto para mujeres adineradas que pagaban grandes sumas de dinero por sus servicios, y que terminaban recibiendo a cambio una lenta muerte por anemia aguda, ya que ninguna de esas perras ambiciosas merecía el honor de ascender a la categoría de inmortal: prefería beber de sus cuellos degollados que clavar sus colmillos y darles un don que sólo algunas merecen.

Esa noche había salido como siempre al ocultarse el sol a recorrer las barras de hoteles, restaurantes y pubs del barrio alto en busca de víctimas para saciar su hambre y llenar sus bolsillos. Su nombre ya era conocido entre las mujeres que buscaban acompañantes de una noche dispuestos a todo servicio, por el atractivo físico del tipo y su excesiva y casi anacrónica caballerosidad. El vampiro caminaba displicente buscando algún bar que pareciera una buena cota de caza para encontrar una víctima de deseos incontenibles y bolsillos abultados. De pronto vio en la barra de un restaurante a una joven mujer de mirada perdida en el espejo. Espejos, esos inventos que siempre ponían en riesgo su esencia y de los cuales costaba cada vez más mantenerse alejado; para esos casos se acercaba a las mujeres por la espalda y les hablaba al oído, para que voltearan y no notaran su ausencia en el vidrio. Como siempre logró su cometido, haciendo que la chica se volteara y quedara encandilada con su estampa. A la media hora, luego de consensuar precio y lugar, el vampiro y la muchacha retozaban entre las sábanas hasta que llegó el momento adecuado: mientras acariciaba su cuello decidió morderla en vez de degollarla, pues algo en ella parecía diferente. Quince minutos después el vampiro dormía plácidamente con el estómago y los bolsillos llenos.

El humo rodeaba al vampiro asfixiándolo. Era extraño ese incendio, un par de veces había estado en un dilema similar y nunca le había faltado la respiración ni menos había vomitado su cena. De pronto vio una silueta de mujer en la puerta, lanzando tres trenzas de ajo a las llamas, cerrándole el paso al avivar el anillo de fuego tóxico para quien le había dado la vida eterna. Ahora la prostituta lesbiana no tendría competencia por el resto de la eternidad.

miércoles, mayo 16, 2012

Mamá


-Hola mamá.
-Hola hijo, ¿cómo estás?
-Mal mamá.
-¿Qué te pasó, negrito?
-Lo de siempre mamita.
-¿Te asaltaron de nuevo?
-Sí mamá, entre cuatro.
-Pucha hijo, ¿y qué te pasó esta vez?
-Lo de siempre viejita, me atacaron entre los cuatro y me defendí.
-¿Cuántas veces te he dicho que no hagas eso?
-Hartas, mamá.
-Y nunca me haces caso... ¿y en qué terminó todo?
-Me pegaron entre los cuatro, primero de pie con palos y luego en el suelo a patadas en la cabeza.
-Dios mío... ¿y qué pasó?
-Me mataron mamita.
-Lo imaginaba...
-Mamá...
-¿Sabes hijo? Tú no quieres aprender. Te lo he dicho hasta el cansancio, si te asaltan entrega todo. Pero no, te crees superhéroe, enfrentas a los criminales y terminas muerto, ¿y qué viene después?
-Mamá...
-Lo de siempre. Revives, los asesinos se asustan, te paras...
-Pero mamá...
-Los matas y luego te los comes.
-Mami...
-¿Y a quién culpan después de la obesidad del porfiado? A la mala madre que no controla la dieta de su hijo...

miércoles, mayo 09, 2012

Proyecto


El ingeniero trabajaba en su último proyecto. Sabía que si lograba llevarlo a cabo y convencer al Ministerio del Vapor y Energía de su utilidad, tendría su futuro asegurado con apenas cuarenta y cinco años. El joven profesional se había destacado desde sus inicios en la Universidad como un alumno creativo, capaz de encontrar soluciones donde el resto veía problemas, apenas superando los veinte años. Fue el primero que se atrevió a romper la barrera del sonido en dirigible, modificando la estructura externa del globo y potenciando las válvulas de presión de los motores a vapor, convirtiéndolas en los prototipos de las turbinas de vapor, tan en boga en la década de los cincuenta. Luego de recibido, creó un artilugio capaz de fijarse a las estructuras metálicas de los edificios en construcción para inyectar el concreto manejada a distancia, para no poner en riesgo la vida de los obreros y dejarles a ellos sólo el trabajo de obra fina: gracias a ese avance, la calidad de vida de los obreros cambió radicalmente, al empezar a ser considerados como artistas de terminaciones. Más tarde diseñó parachoques neumáticos que amortiguaban los impactos de los camiones a chorro de las carreteras, máquinas difíciles de controlar por las altísimas velocidades que desarrollaban; su artilugio disminuyó la mortalidad de animales, y la tasa de pérdidas de provisiones por las explosiones de las calderas de los transportes. Entre una y otra gran creación, también había tiempo para diseñar artefactos para el hogar y el ocio, que eran los que finalmente reportaban más dinero por lo masivo de su venta, pero eran las grandes creaciones las que llenaban su alma.

El ingeniero llevaba seis meses encerrado en su taller trabajando día y noche. Su vista había empeorado ostensiblemente durante ese tiempo, ya que debía trabajar permanentemente con grandes lupas, por lo pequeño de las piezas con las que estaba armando su proyecto. El sistema de válvulas era demasiado simple, el sistema de funcionamiento era casi un juego de niños, el motor a vapor era básico, pero había tres problemas que faltaban por solucionar: la miniaturización del artefacto para poder ponerlo en uso, la ubicación del motor y de la reserva de energía, y la descarga del vapor sobrante. Ya había logrado que su equipo copiara todas las piezas que él diseñó en grande, así que estaba abocado a armarlo de tal modo que quedara funcional. La ubicación del motor era algo más complejo, pues por problemas de espacio debería estar a distancia, probablemente a unos veinte o veinticinco centímetros del artefacto, que para el tamaño del mismo era una distancia enorme. El problema del vapor era casi insoluble, no había modo de poner los tubos de escape de modo que no complicaran el funcionamiento del sistema... al parecer la única alternativa era hacerlo y probarlo directamente, y luego con resultados en mano convencer al resto de su utilidad. Dos meses después logró terminar el armado y los ensayos experimentales, así que había llegado el momento de probarlo in situ.

El ingeniero estaba despertando de la anestesia, prueba irrefutable del éxito de su proyecto. Luego del infarto sufrido un año antes, había quedado muy limitado en cuanto a lo que podía hacer, así que se había decidido a crear su obra maestra: un corazón mecánico a vapor. Las válvulas metálicas sonaban prístinas en su pecho con cada bombeo del motor instalado bajo el diafragma, y por detrás del colon ascendente. Ahora sólo tenía un par de preocupaciones en su vida: una era año tras año recargar el recipiente de energía del motor por medio de una pequeña cirugía; el otro era acostumbrarse a ver salir vapor por los dos tubos que salían de su piel por su flanco izquierdo luego de modificar todo su guardarropa, y no ofuscarse cada vez que alguien lo llamara “hombre a vapor”.

miércoles, mayo 02, 2012

Quimera


El taxidermista estaba terminando otra de sus quimeras. El artista del embalsamamiento se había hecho famoso a nivel mundial por hacer exposiciones de sus creaciones en un arte que no parecía dar mucho lugar a la creatividad. Sin embargo él había encontrado, gracias a su adicción a la mitología griega, un giro para su oficio que le daría más alegrías que a cualquier otro cultor de su trabajo. Cuando niño y joven, su padre le había inculcado el oficio y su madre la afición; el día que vio en un libro de grabados griegos la representación de una quimera, animal mitológico que tenía cuerpo de cabra, cuartos traseros de serpiente o dragón y cabeza de león, encontró el punto de convergencia de las enseñanzas de sus progenitores y el camino a seguir en la vida. Desde ese día empezó a perfeccionar cada vez más oficio hasta ser capaz de fusionar partes de cadáveres de animales de tal modo que pareciera como si siempre hubiera sido uno, y que al ver el resultado el espectador llegara a cuestionarse si eso era arte o de verdad tuvo vida como tal en algún momento.

El taxidermista estaba terminando otra de sus quimeras. Ya llevaba un año y medio sin hacer una nueva exposición, pues su último trabajo le había tomado todo ese tiempo. Tal vez debería echar mano a aquellos trabajos que nunca había mostrado y que sabía encantarían a sus seguidores, pues el que estaba haciendo no era exhibible. Su última creatura era la culminación de su arte, pues había logrado una fusión tan perfecta que hasta el estudio con aparatos de última generación no sería capaz de identificar las zonas de unión de los torsos de su padre y su madre en el cuerpo decapitado de un caballo. Ahora sólo le faltaba ser capaz de capturar a la primera quimera no embalsamada de la historia.