Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, diciembre 26, 2018

Encierro

La añosa mujer despertó agitada. Tenía los ojos abiertos y sin embargo veía sólo una profunda oscuridad, lo que hacía aumentar su agitación. No recordaba bien qué le había pasado, sólo sabía que estaba almorzando con su marido, que de pronto se empezó a sentir mal, que él la llevó a su habitación y de pronto todo se volvió incomprensible e inexplicable. Una vorágine de sensaciones empezó a llenar su cabeza descontrolándola hasta hacerla perder el conocimiento, luego de lo cual despertó en el estado en que estaba. La mujer, al darse cuenta de su estado, decidió empezar a respirar más lento para calmarse y tratar de saber dónde estaba y qué le había sucedido.

La mujer, ahora algo más calmada, empezó a concentrarse a ver qué era capaz de escuchar: cinco minutos más tarde se convenció que no había ningún ruido audible donde se encontraba en esos momentos. La mujer no lograba entender qué le había pasado, hasta que de pronto su mente se iluminó: la última persona con la que había estado era su marido, quien había preparado y le había servido el almuerzo ese día. La mujer no podía creer lo que había descubierto, y recién lograba entender lo que le había sucedido.

La mujer empezó a desesperarse al entender lo que le había sucedido. Estaba claro, su marido le había echado algo a la comida para adormecerla o aturdirla; tal vez tenía una amante y se había decidido por la otra mujer. Luego la había pasado por muerta sin que nadie lo notara, y ahora estaba tres metros bajo tierra en un ataúd sellado y oscuro, por lo que no podía ver ni escuchar nada. En cualquier instante empezaría a acabársele el aire, y su vida se le iría por culpa del maldito de su marido que había planificado todo para deshacerse de ella. La mujer decidió morir dignamente, y empezó a respirar lo más tranquila que pudiera hasta que su final llegara.

Nueve de la noche. El añoso hombre y sus tres hijos estaban frente a la cama de la UCI donde estaba hospitalizada su esposa y madre. Los cuatro miraban con dolor el cuerpo de su madre quien minutos antes se había agitado y que ahora respiraba en paz. La añosa mujer había sufrido un accidente vascular a la hora de almuerzo siendo llevada por su esposo a la urgencia más cercana. El diagnóstico radiológico había sido lapidario: era tal la extensión del accidente, que se habían perdido el área de la visión y de la audición de la mujer, dejándola encerrada dentro de su cuerpo hasta el momento de su muerte, manteniendo sólo el tacto como único medio de contacto con la realidad.

miércoles, diciembre 19, 2018

Cabeza

La mujer miraba la cabeza de su marido apoyada sobre su cuerpo desangrado encima de la cama. Mientras llamaba a la policía intentaba entender cómo había sido capaz de hacerle eso a su compañero de vida, y no lograba entender de dónde sacó las fuerzas y la intención para llegar a tan macabro resultado. La mujer miraba ensimismada la cabeza con los ojos con expresión de miedo apoyada sobre el tórax del hombre, y veía cómo la ropa de cama, la almohada y el colchón absorbían la sangre que parecía no parar de salir del inerte cuerpo vestido con pijama, que minutos antes había dormido junto a ella.

La pareja llevaba cinco años de matrimonio sin mayores contratiempos; habían decidido no tener hijos sino hasta los siete o diez años de matrimonio para aprovechar de viajar y disfrutarse como pareja antes de asumir tamaña responsabilidad de parir y criar a un nuevo ser vivo. Todo iba bien hasta un mes atrás, en que la mujer despertó una mañana sobresaltada, con la sensación que había alguien sentado a los pies de su cama. Desde esa fecha todas las madrugadas empezó a pasar por la misma sensación, hasta que quince días atrás vio a una pequeña figura sentada, mirándola con cara de pena.

La mujer intentó despertar a su marido pero la pequeña figura le hizo un ademán para que no lo hiciera y lo siguiera al baño; la mujer se pellizcó para asegurarse que estaba despierta, y luego siguió a la pequeña figura. Al entrar al baño vio la presencia de un niño de no más de cinco años que de pronto empezó a hablar en su cabeza. Le dijo que la amaba con todo su corazón, que él debería ser el hijo que ella esperaría en tres años más, pero que había visto en la mente de su padre que él no tenía intenciones de engendrar un hijo; dicho eso se largó a llorar, provocando una angustia enorme en la mujer.

Durante quince días todas las madrugadas la mujer fue despertada por el alma de su futuro hijo quien le insistía que su padre no querría tenerlo y que él la amaba mucho y esperaba nacer de ella. Día tras día la mujer sufrió por esa alma, y desarrolló un rencor enorme por el hombre que le había prometido hijos luego de un tiempo, sólo para poder casarse con ella.

Esa noche la mujer no durmió; antes que su marido llegara afiló muchas veces un enorme cuchillo carnicero, y le colocó un inductor de sueño a la cena del hombre. A la hora en que apareció el alma en la cama, la mujer se levantó, buscó el cuchillo, y sin mediar provocación aserró sin piedad la cabeza del hombre quien despertó por el dolor para acabar muriendo decapitado; luego de ello la mujer tomó la cabeza y la apoyó en el cuerpo del hombre, para ver cómo el alma del pequeño sonreía socarronamente, evidenciando que su misión estaba cumplida, y que se había hecho del alma de la mujer una vez que ella muriera en la cárcel por el delito cometido

miércoles, diciembre 12, 2018

Calavera

La calavera reposaba en medio de la vereda. En algún instante de la madrugada alguien la dejó ahí y desapareció tal como había aparecido, dejando la amarillenta calavera reposando en medio de la vereda, a vista y paciencia de los pocos que deambulaban por el lugar a esa hora. El primero en encontrarla fue un ebrio que al verla se asustó, pero luego entabló un monólogo con el resto humano que se prolongó por casi quince minutos, hasta que el ebrio pudo ver y entender la hora que era, para despedirse de la calavera y seguir el incierto camino a su casa.

Poco antes de las seis de la mañana una mujer joven y muy abrigada pasó por el lugar camino al paradero de buses; en cuanto vio la calavera dejó escapar un grito y siguió corriendo hacia el paradero rezando en voz alta las oraciones aprendidas en la infancia. Un par de minutos más tarde otra mujer joven, bastante más desabrigada y que venía de vuelta de una noche de juerga encontró la calavera; sin asustarse se sentó junto a ella, con cuidado sacó de entre el pasto que quedaba al lado de la vereda algunas flores silvestres y adornó la calavera con las flores. Una vez hubo terminado, besó el hueso frontal alejándose alegremente del lugar.

Diez minutos más tarde un jardinero que iba camino a su trabajo se encontró con la calavera. Luego del susto inicial se acercó a ver las flores que rodeaban a la calavera; de inmediato las sacó dejando a la calavera nuevamente sin nada a su alrededor. De pronto el maduro y delgado hombre sacó de su mochila una vela y un encendedor, dejando a la calavera con una vela encendida frente a ella. El jardinero se persignó para luego seguir con su camino.

Cinco minutos más tarde un ciclista casi atropelló la calavera. Luego de la sorpresa inicial se detuvo a mirar la calavera y la vela. El joven tomó la vela con su mano enguantada, la apagó y la lanzó lejos, dejando nuevamente a la calavera solitaria en la acera; el joven prosiguió con su camino sin mirar atrás. De pronto la calavera pareció iluminarse, para desaparecer del lugar sin dejar rastro luego de haber cumplido su misión de cambiar instantes en las vidas de algunas personas, dejándolas con una historia que contar a sus familiares y amigos.

miércoles, diciembre 05, 2018

Amputación

El veterano soldado intentaba curar sus heridas de batalla en la sucia trinchera en la que esperaba su muerte, o su muerte en vida. Tres meses llevaba en ese hoyo viendo pasar enemigos y exterminándolos sin sentimiento alguno más que el asco de sentirse cubierto por la sangre y los fluidos de sus rivales, y a veces con sus cadáveres quedando encima de su cuerpo por horas hasta que alguien lo ayudara a sacarlos de la trinchera y dejarlos botados a la intemperie hasta que se decretara una tregua para recuperar cuerpos o los animales carroñeros que abundaban en el lugar dieran cuenta de ellos.

El soldado no sentía la pierna izquierda bajo la rodilla, había recibido la esquirla de una granada de uno de sus enemigos que se coló en la trinchera y al saberse muerto sacó el seguro de una granada y se hizo explotar con ella. El sangrado se había controlado y el dolor había desaparecido, y ahora sólo quedaba la sensación que la pierna ya no le pertenecía, que de la rodilla hacia abajo algo colgaba de su cuerpo que sólo le estorbaba para moverse pues pese a tenerla ahí debía igual arrastrarse para poder movilizarse; pese a ello el cirujano del batallón le había dicho que era imposible amputar en esas condiciones, y que tratara de sobrevivir para poder ser trasladado y operarse en un lugar limpio y seguro.

El soldado ya no soportaba su pierna. De pronto vio entre las ropas del cadáver de un enemigo un cuchillo enorme y muy bien afilado: preso de la desesperación tomó la peor decisión que podía en ese momento. El soldado le sacó el cinturón al cadáver, lo apretó al máximo por sobre la pierna insensible, le quitó el cuchillo y lo más rápido que pudo aserró con el arma su pierna insensible hasta separarla de su cuerpo. El sangrado fue profuso, pero no sintió nada de dolor. De hecho la sensación de alivio y libertad fue enorme.

El soldado se dispuso a avanzar donde el resto de su compañía. Tomó un fusil roto como bastón para apoyarse, y se dirigió lo más rápido que pudo hacia su tropa. De pronto vio la mueca de espanto de sus compañeros, que retrocedieron al verlo como si de un fantasma se tratara; en vano intentó hacerlos entrar en razón. De improviso dos de ellos levantaron sus fusiles, apuntaron y dispararon; cuando el soldado abrió los ojos estaba ileso. En ese instante se dio vuelta y vio a su pierna con dos heridas de bala saltando tras él.