Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, agosto 30, 2017

Silueta

El viejo hombre estaba desvelado. A las cuatro de la mañana estaba en pie, con pijama, mirando por la ventana que daba al edificio colindante. Por un asunto de seguridad lo hacía con la cortina levemente entreabierta y con la luz apagada, para no parecer que estaba fisgoneando a sus vecinos; de hecho si no estuviera tan fría la noche, probablemente estaría en el estacionamiento de su edificio mirando la luna o las estrellas. Pero dado lo bajo de la temperatura, sólo le daban las ganas para quedarse a mirar en silencio al edificio vecino.

El viejo hombre miraba con detención las sombras que parecían formarse ante sus ojos a esa hora de la madrugada. Tenía claro que la mitad de las imágenes que veía eran creadas por su mente, por lo que no daba mayor crédito cuando veía la rama de algún árbol moverse más de lo debido, o alguna sombra cruzando alguna luminaria del estacionamiento. De pronto vio aparecer una pequeña pero potente luz, avanzando a baja velocidad más allá de la muralla que separaba ambos edificios, y que se movía con cierta cadencia. Aguzando la vista vio a un hombre tras la luz, descubriendo al nochero del edificio vecino, al que había visto un par de veces temprano en la mañana al irse al trabajo.

El viejo hombre miraba con cuidado los detalles de la marcha del nochero. La luz parecía irse hacia un mismo lado a cada paso, por lo que supuso que el hombre cojeaba. Estaba ataviado con una enorme parka que lo protegía del frío de la madrugada, y su cabeza estaba cubierta con un grueso gorro de lana. En ese instante su vista se posó tras la imagen del conserje, y vio una silueta que avanzaba pegada al cuerpo del hombre, como si se tratara de su sombra. De pronto el conserje pareció tropezar, y en ese instante sucedió algo inesperado: la silueta se fue sobre él, haciendo desaparecer la luz y el cuerpo del malogrado hombre.

El viejo hombre estaba asustado. De la nada una silueta había hecho desaparecer al conserje del edificio vecino, y no sabía cómo dar cuenta de ello sin ser tomado por un maniático a esa hora de la madrugada. Su vista se posó en su teléfono, tratado de pensar el modo en que hilaría la historia al llamar a la policía, para sonar lo más creíble posible y no meterse en algún problema. Una vez que hubo ordenado las ideas y el discurso en su mente tomó el aparato; en ese instante sintió un crujido tras él, y al mirar en la penumbra vio a sus espaldas a la silueta.

miércoles, agosto 23, 2017

Barbero




El viejo hombre esperaba pacientemente su turno en la barbería. Esa tarde había llevado su luenga y entrecana barba para ser recortada y arreglada un poco, y así mejorar en algo su desordenado aspecto. El hombre veía cómo el barbero, con una afilada navaja, trabajaba en la barba de quien había llegado antes que él, mejorando detalles, sacando pelos sobrantes y equilibrando la distribución del pelo para dejar el vello facial acorde a la forma de la cara y del corte de cabello del individuo. El lugar era definitivamente el adecuado para llevar su desastrosa barba y volver al hogar con un accesorio adecuado a los tiempos y las circunstancias.

El viejo hombre no había tomado ninguna revista del barbero, pues se entretenía más mirando su esmerado trabajo. De pronto el cliente deja escapar un pequeño quejido, y bajo la mano del barbero se aprecia un ínfimo hilo de sangre bajando por el cuello de quien se encontraba en el sillón; de inmediato el profesional toma una hoja de toalla de papel para secar a su cliente y contener la salida de la sangre. En ese instante a través del espejo, el viejo hombre vio que la mirada del barbero cambió intempestivamente, y una mueca de odio invadió sus facciones; luego de ello soltó la hoja de papel, y comenzó la debacle.

El viejo hombre miraba algo asustado la nueva expresión del barbero, quien se había quedado como suspendido en el tiempo, con la hoja de papel ensangrentada en el suelo y la navaja en su mano derecha. De pronto y sin decir nada el barbero tomó por la cabellera al cliente con la mano izquierda, para luego poner la navaja en su cuello y empezar a aserrar con ella, dejando un reguero de sangre por doquier y un grito ahogado que se dejó de escuchar a los pocos segundos. La ira desatada del barbero parecía incontrolable, pues pese a haber muerto al cliente seguía aserrando con la navaja su cuello, del cual manaba cada vez más y más sangre. En un momento la mano derecha del barbero pasó por completo hacia atrás, dejando la cabeza del cliente colgando por el pelo de su mano izquierda. En ese instante el barbero se dio vuelta para mirar a los ojos al viejo hombre, con la cabeza ensangrentada colgando en su mano.

El viejo hombre miraba estupefacto cómo el barbero se acercaba a él con la cabeza colgando de su mano izquierda, y con la navaja en ristre en la derecha. En ese instante acercó su mano derecha con la navaja en ella: de pronto sintió una mano moviéndolo por el hombro. El viejo hombre se había quedado dormido y el barbero lo había despertado luego de terminar de afeitar al cliente, quien ya abría la puerta del lugar para seguir su camino, con la cabeza sobre sus hombros. Todo había sido una simple y vívida pesadilla, y ahora el viejo hombre había pasado a la silla del barbero para arreglar su vieja y desordenada barba. Luego de comentarle al barbero lo que quería para su barba, miró sus ojos al espejo, viendo en ellos la misma expresión de odio que en su pesadilla.

miércoles, agosto 16, 2017

Sueño




El viejo hombre miraba su escritorio en la oscuridad de la noche, iluminado apenas por la pantalla de su computador, único compañero que seguía con él hasta la hora que fuera. Ahí, en la superficie fija bajo la cual colgaba la bandeja del teclado había un vaso con agua y su colección de cuchillos. Nunca había entendido por qué mantenía esas armas en su lugar de trabajo, pero nada lo hacía necesitar moverlas de ese lugar. De pronto, y como ya era medianamente frecuente, el sueño lo invadió antes de alcanzar a apagar el computador, quedándose dormido en la silla frente a la pantalla.

El viejo hombre se vio de pronto en un pasillo cerrado y mal iluminado. Caminaba lentamente tratando de identificar el lugar, tratando de no tocar las paredes. De improviso sintió que alguien tocaba su hombro, haciéndolo girar bruscamente sobre su eje con su mano derecha estirada: era una joven mujer, que lo miraba estupefacta, llevándose inmediatamente la mano al cuello, bajo la cual empezó a manar una cantidad importante de sangre. En ese instante el viejo hombre miró su mano derecha y vio que en ella estaba uno de sus cuchillos, y que en su hoja se apreciaba sangre fresca; justo en ese momento la joven mujer se desvanecía, cayendo muerta al suelo.

El viejo hombre miraba estupefacto el cadáver de la joven mujer botado en el pasillo, e intentaba entender por qué andaba con el cuchillo en ristre en su mano derecha. De pronto se escuchó un grito tras él, haciéndolo girar de nuevo bruscamente, ahora con su mano izquierda estirada: justo después de terminar de girar, el grito se ahogó bruscamente en un quejido, y otra mujer, esta vez de mayor edad, también se tomaba el cuello antes de caer muerta al piso. El viejo hombre miró su mano y descubrió en ella otro de sus cuchillos, también ensangrentado, sin que tuviera explicación alguna para dicha actitud. De pronto la imagen tendió a desvanecerse, y despertó en la silla del computador.

El viejo hombre estaba algo asustado con el sueño que había tenido. De inmediato apagó el aparato y la pantalla, quedando a oscuras en su habitación, para luego encender la lámpara del velador y tomar un sorbo de agua del vaso que estaba en el escritorio. En ese instante varios golpes se sintieron en la entrada del departamento, haciéndolo ponerse de pie, encender las luces y dirigirse a la puerta a ver quién podía ser a esas horas de la noche. Cuando llegó a la mampara y encendió la luz de la entrada escuchó que alguien del otro lado decía “policía”. Justo al tomar el picaporte para abrir la puerta, vio que su mano derecha estaba ensangrentada, tal como la izquierda.

miércoles, agosto 09, 2017

Marcha

El viejo hombre caminaba lentamente por el medio de la calle a las cuatro de la mañana arrastrando una vieja espada por el pavimento. El ruido del metal contra el asfalto era ensordecedor a esa hora, haciendo que a su paso las luces de los departamentos se encendieran para tratar de ubicar el origen del sonido. A esa hora no circulaba ningún vehículo por esa avenida, por lo que la lenta marcha del hombre no se veía interrumpida por nada ni por nadie; sin embargo en su rostro no había paz sino preocupación, lo que también se manifestaba en la rudeza con la que sus pasos golpeaban el pavimento.

El viejo hombre seguía su marcha, inalterable. Ni el ruido ensordecedor ni las chispas que sacaba el metal contra el pavimento lo hacía cejar en su marcha por el medio de la calle, avanzando lenta pero constantemente hacia el poniente. Hasta ese momento nadie le había salido al paso para increparlo por la hora y el ruido que hacía, así que el viejo hombre simplemente seguía avanzando con su rumbo fijo pero sin destino aparente, pues no parecía haber algo que lo hiciera detenerse en algún instante de la noche. Para los moradores del lugar, esa parecía ser una noche en vela, sin que hubiera nada que pudieran hacer para cambiar dicho destino.

Además del ruido y las chispas, la punta metálica de la espada estaba dejando una huella imborrable en el pavimento: un surco de un par de centímetros de profundidad, que ya llevaba varios cientos de metros a lo largo de la calle, en paralelo a la línea divisoria de las pistas pintada en el suelo, y ya decolorada con el paso del tiempo. La línea era bastante recta, lo que mostraba que el viejo hombre mantenía una marcha firme pese a su edad y al peso de la espada, que debería pesar demasiado como formar el surco que tenía en la calle. Sin embargo, ello no parecía ser obstáculo para el viejo hombre, quien no cedía un ápice en su caminata por el medio de la calle a esa hora de la madrugada.

El viejo hombre seguía su marcha arrastrando su vieja espada por el pavimento, despertando a todos aquellos que vivían por donde él pasaba. De pronto a la distancia aparece frente a él otro hombre viejo, caminando por el medio de la calle, arrastrando un escudo, avanzando hacia el oriente, dejando un surco en el pavimento con la punta del escudo, y despertando a todos los que vivían alrededor de donde él pasaba a esa hora. Ninguno de los dos hombres se preocupó del otro, y cada cual siguió su cancina marcha. Cada vez ambos hombres se acercaban más y más, y algunos curiosos que habían salido despertados por el ruido veían expectantes el encuentro entre ambas personas. Ambos hombres llegaron frente a frente, sin que ninguno se inmutara: cuando llegaron a estar cabeza con cabeza, cada cual siguió caminando. Los testigos vieron cómo ambos cuerpos se fusionaban al medio de la calle en medio de un luminoso fulgor; algunos inclusive alcanzaron a ver cómo se formaba la figura de un guerrero de espada y escudo al medio de la calle para luego desaparecer sin dejar rastro alguno, salvo las marcas del metal en el pavimento.