Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, junio 25, 2023

Olor

 “Huele a muerte en el edificio” dijo la anciana en cuanto entró al estacionamiento del edificio donde se había mudado recientemente su hija. Era la primera vez que visitaba a su retoño y a su nieta en su nueva vivienda; en esa ocasión decidió ir en su pequeño auto para poder volver más tarde de esa visita. A la mujer le incomodó el encontrar el olor característico que se siente al pasar por fuera de una funeraria en verano; sin embargo no le dio mayor importancia, pensando en que probablemente había alguna cañería o alcantarillado en mal estado.

La mujer se bajó de su vehículo, entró al hall de acceso, subió por el ascensor, se bajó en el piso indicado, tocó el timbre y entró al departamento de su hija. En todo el trayecto el inconfundible olor no se despegó de su nariz, manteniendo a la añosa mujer desagradada. Luego de abrazar efusivamente a su hija y a su nieta les preguntó por el olor, a lo que ambas respondieron que ellas no sentían nada; al parecer las jóvenes mujeres se habían habituado al olor y ya no lo sentían, lo que terminó por calmar a la anciana.

Dos horas más tarde, luego de tomar once, hacer bromas y conversar amenamente, el olor parecía haber empeorado. La añosa mujer ya no podía ocultar su incomodidad pues el olor se hacía cada vez más penetrante; sin embargo ninguna de sus familiares lo sentía. Fue tanta la intensidad del olor, que en un momento la anciana se puso bruscamente de pie y terminó en el baño vomitando. Un minuto más tarde su hija y su nieta estaban a su lado preocupadas, tratando de ayudar a su madre y abuela a recuperarse rápido. Luego de limpiarse la boca, la anciana e paró frente al lavamanos para beber un poco de agua y recomponerse.

La anciana no lograba entender lo que estaba viendo en el espejo del baño. Su imagen no era la que ella recordaba de si misma. Su piel estaba gris, sus pestañas y cejas se estaban cayendo, sus labios estaban mustios y se descascaraban rápidamente: en ese momento la anciana se dio cuenta que de ella emanaba el olor. De pronto recordó que dos meses atrás se había desmayado, y que desde esa fecha nadie parecía fijarse en ella. En ese momento se dio cuenta que no estaba en el departamento de su hija sino en un pasillo del cementerio, y que su hija y su nieta estaban colocando flores en su tumba. En esa ocasión trataría de recordar su muerte, pues ya era cuarta vez que le sucedía lo mismo a su olvidadiza alma.

domingo, junio 18, 2023

Anciano

El frío calaba hondo esa madrugada en la calle. A las cinco de la mañana el hombre arrastraba un pesado carretón lleno de cajas de fruta entre dos locales para mantener abastecida la sucursal de la distribuidora mayorista de frutas, y así permitir que la cadena de negocios de la ciudad siguiera funcionando normalmente. El hombre no entendía de teoría económica, pero sabía que si ese carretón no llegaba a destino ni a tiempo, mucha gente no tendría fruta ese día y ello repercutiría en algo en la calidad de vida de dichos compradores.

El hombre llevaba demasiados años trabajando de cargador en el mercado. Sus canas eran en parte por el desgaste propio de un trabajo pesado que apenas le dejaba tiempo para comer y dormir; sin embargo dicho trabajo le había permitido darle educación a sus hijos, lo que lo llenaba de orgullo y lo hacía sentirse en paz consigo mismo. De hecho en esta etapa de su vida, su esfuerzo estaba ayudando a educar a sus nietos, uno de los cuales había entrado a la universidad, cosa que lo enorgullecía más aún. Su vida era sacrificada pero plena, y ese era el motor para seguir adelante pese al cansancio de la edad.

Esa mañana el hombre iba al trote con su carretón. De pronto escuchó en uno de los locales en su trayecto gritos, cosas que caían al suelo, y una fuerte explosión que reconoció de inmediato: alguien había disparado un arma de fuego. El hombre detuvo su carrera y de inmediato se dirigió al lugar a ayudar como ya tantas veces lo había hecho. Al llegar al local vio a un hombre añoso botado en el suelo sujetando su abdomen, y a un hombre joven con un arma en su mano, la que aún humeaba. Su corazón casi se paralizó al darse cuenta que el asaltante no era otro que su nieto que decía estar en la universidad.

El muchacho miró con odio a su abuelo, como si por su culpa él estuviera delinquiendo. El nieto apuntó la pistola a la frente de su abuelo, y sin quitarle la vista de encima, apretó el gatillo. En ese momento el anciano lo miró con pena: la bala no se percutó, y el joven pudo conocer el secreto de su abuelo. La vieja alma que residía en el cansado cuerpo era de una casta de guerreros que por siglos había dado batalla contra las huestes del mal. Su poder era ilimitado, y por ello es que cada vez que veía algún intento de asalto intervenía, acabando con la vida del delincuente. Sin embargo en dicha ocasión la vieja alma dejó que los sentimientos del anciano primaran, y se contentó con lo mínimo: luego de no poder percutar el proyectil, el arma estalló en la mano del muchacho, destruyéndola casi por completo. Así, el alma del guerrero cumplió con su ancestral objetivo, y la encarnación actual pudo mantener vivo a su nieto para que pagara con cárcel todos sus delitos y recordara con su mano por siempre el precio que se paga por estar del lado del mal.

domingo, junio 11, 2023

Sirena

 La sirena nadaba libremente por el fondo del océano. Su poderosa cola le permitía superar a las barracudas sin mayor esfuerzo, y sus brazos pegados al cuerpo mejoraban sus capacidades hidrodinámicas haciéndola inalcanzable para cualquier criatura. Los animales del mar la respetaban, y muchos de ellos le temían, pues conocían de los poderes de su canto, que no solo servía para seducir a los humanos en la superficie, sino era capaz de aturdir cualquier cosa con vida que fuera capaz de escuchar su agudo sonido. Así, la sirena era ama y señora de aquellos dominios que nadie necesitaba delimitar.

Esa mañana los animales marinos parecían agitados. En la superficie del mar andaba una inusitada cantidad de barcos que navegaban agrupados. Los peces de inmediato empezaron a sumergirse ante la eventualidad que se tratara de una flota de pesqueros; por su parte delfines, orcas y algunas focas empezaron a nadar al lado de las naves para tratar de identificar lo que estaba sucediendo: definitivamente no eran barcos pesqueros, sino parecían buques de guerra. La sirena se acercó rauda por debajo de la flota para tratar de averiguar el porqué de la flota: en ese momento su oído le hizo girar bruscamente y sus reflejos la llevaron a hundirse rápidamente: sobre ella pasó un enorme submarino a gran velocidad, que no parecía pertenecer a la flota de superficie.

La sirena miraba con curiosidad los movimientos del submarino, que cambiaba de velocidad a cada momento para situarse con la proa apuntando hacia los barcos. De pronto el artilugio se detuvo; cuatro compuertas delanteras se abrieron y se hizo silencio en el fondo del mar. La sirena miraba expectante el espectáculo que estaba por suceder. En ese instante una extraña corriente eléctrica recorrió su cuerpo haciéndole perder el conocimiento.

La sirena despertó con algo de dificultad. Le costaba respirar, y no entendía lo que había sucedido. Al recobrar el conocimiento se dio cuenta que tenía las manos unidas por una suerte de amarra de un material que no conocía, que estaba metida en un cilindro trasparente con un líquido con características similares al agua de mar pero sin serlo, el que a su vez estaba dentro de un habitáculo pequeño donde al menos tres humanos la observaban y anotaban cosas. Los buzos tácticos habían logrado por fin capturar a la sirena mientras la flota y el submarino la distraían, cumpliendo una planificación de meses. Ahora faltaba llevarla a la base donde la disecarían para obtener sus secretos y usarlos para crear nuevas armas para seguir matándose entre sí.

sábado, junio 03, 2023

Jefe

La muchacha tarareaba una canción de su banda favorita mientras caminaba hacia el trabajo. Las últimas dos semanas habían sido demasiado pesadas, así que por salud mental se refugiaba en su música el mayor tiempo posible para no verse afectada ni alterar el clima laboral que estaba cada día peor. Esa mañana la muchacha entró al hall, dijo buenos días, y al no recibir respuesta alguna, se encerró en su cubículo a trabajar en silencio.

Diez de la mañana. A través de sus audífonos escuchó una fuerte discusión entre compañeros de trabajo. La muchacha se puso de pie, en ese instante sintió una mano en su hombro que la retuvo: era su jefe quien la miró y le hizo un gesto para que guardara silencio y no se metiera en una disputa que no le correspondía. La muchacha se encogió de hombros y simplemente continuó con su trabajo en silencio, centrando su atención en la música que manaba de sus audífonos.

Once de la mañana. La muchacha empezó a escuchar gruñidos fuera de su cubículo, y movimiento de muebles. Al intentar mirar para entender qué estaba pasando, apareció nuevamente la figura de su jefe quien bloqueó su campo visual y le hizo con la mano que no, para que la muchacha siguiera con sus funciones y no tomara en cuenta lo que pasaba en su entorno. La muchacha siguió mirando a su jefe, quien empezó a hacer círculos en el aire con su índice sobre su sien: al parecer sus compañeros estaban algo locos, cosa que se borró de su mente cuando su jefe esbozó una amplia sonrisa.

Once y treinta. Ya no se escuchaban ruidos raros, y la calma parecía haber vuelto a la oficina. De pronto la muchacha sintió dos manos sujetando sus hombros: La muchacha se sintió incómoda, ya era segunda vez en la mañana que su jefe la tocaba sin su permiso y por la espalda, y ello no podía seguir sucediendo. En ese instante un agudo dolor en su cuero cabelludo la hizo gritar: cinco segundos más tarde sus gritos se apagaron, mientras su compañero de trabajo empezaba a engullir su cerebro luego de haber roto su cráneo con sus dientes. Desde la puerta de su oficina su jefe miraba satisfecho, el virus zombie se había apoderado de su oficina, y ya todos estaban convertidos en muertos vivientes. El avance de la infección a nivel mundial era irrefrenable, y en pocos días sólo la elite quedaría libre de la infestación. Por fin habían logrado lo que sus ancestros siempre habían soñado: la dominación mundial. Tal vez no tenía el sentido esperado, pero no había que ser ten quisquilloso tampoco.