Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, marzo 27, 2019

Escritor

El escritor miraba la pantalla del procesador de texto. Luego de media hora sentado tratando que las palabras fluyeran de su mente por sus dedos hacia la pantalla, ésta seguía completamente blanca. De hecho así era como estaba su mente en esos instantes, en blanco absoluto; no había pensamientos, sentimientos, ideas, deseos, odios, nada que fuera capaz de motivarlo a escribir lo que fuera. El hombre estaba un poco frustrado, pues era su costumbre que no pasaran más de diez minutos ante el computador antes de empezar a escribir; sin embargo en esos momentos la situación era novedosa y molesta para él.

Dos horas, tres cafés y cinco cigarrillos más tarde la pantalla y su mente seguían en blanco. El escritor se paseaba de un lado al otro de su habitación, luchando por que alguna idea llegara a su mente, pero al parecer era imposible. En ese instante se le ocurrió salir a dar una vuelta, a ver si el contacto con desconocidos le servía para que su cerebro se activara o encontrara algo para empezar a trabajar. Luego de una hora caminando por su barrio y más allá, volvió derrotado: ni la más mísera idea había podido crear su cerebro, dejándolo desconcertado y algo temeroso.

Seis horas más tarde el escritor tenía el colon completamente inflamado por los nervios y los quince cafés que se había tomado, y ya estaba abriendo la segunda cajetilla del día. No había modo que alguna idea se asomara a su cerebro, y su situación se estaba haciendo insostenible; el temor de no poder volver a escribir se había apoderado de él, y no encontraba salida alguna a su dilema. Preso de la desesperación se arrodilló al lado de su cama, se inclinó, metió la mano bajo ella para sacar el revólver que tenía escondido en el lugar para defensa personal. Con la mente nublada y sin ver otra salida, el escritor colocó el cañón del arma en su boca y tiró del gatillo.

El escritor miraba satisfecho la pantalla del procesador de texto. Luego de media hora sentado sin que ninguna idea llegara a su mente, se le ocurrió fantasear respecto de lo que le pasaba, y escribió un cuento acerca de un escritor sin ideas que terminaba suicidándose al no lograr escribir nada. Lo sé, parece real, pero es lo que es, sólo un simple y breve cuento de miércoles por la tarde…

miércoles, marzo 20, 2019

Bramido

Era una soleada mañana de verano, típica del mes de diciembre. El espíritu navideño tenía poseídos a todos en el trabajo, y la decoración les recordaba a todos la época del año. Esa mañana uno de los oficinistas estaba extrañado, pues por una de las ventanas que daba a un patio luz se escuchaba un bramido grave, como de ultratumba, que inundaba todo el ambiente. Al principio era bastante suave, pero con el pasar de las horas empezó a subir en intensidad, hasta hacerlo desconcentrarse del todo en su trabajo. Por lo que veía no había más salida que ir al patio luz a buscar qué hacía tanto ruido a esa hora de la mañana.

El hombre salió al patio luz, cuidando de dejar bien abierta la puerta por si se encontraba con alguna sorpresa desagradable. Al salir al iluminado lugar empezó a escudriñar; de pronto vio que dos enormes ojos lo miraban temerosos. El hombre se agachó con cuidado, y se encontró de frente con algo de forma esférica y color tierra, que tenía dos grandes ojos, sin extremidades, con un remedo de nariz y sin una boca visible. El hombre temeroso acercó una de sus manos al extraño ser que de inmediato rodó hacia ella para apoyarse y empezar a emitir una especie de ronroneo. Sin pensarlo dos veces el hombre lo tomó y se lo llevó a su oficina.

El hombre miraba extasiado y sorprendido al extraño ser, quien también lo miraba curioso. El hombre tenía al extraño ser en el primer cajón de su escritorio que tenía entreabierto para que el ser pudiera mirar y respirar sin problemas. El hombre cada tanto metía su mano al cajón y acariciaba al ser quien respondía con un suave ronroneo; de pronto el hombre sintió ganas de ir al baño, por lo que cerró casi por completo el cajón, dejando un pequeño espacio para que entrara aire y luz y el ser no se sintiera secuestrado ni asfixiado.

El hombre se estaba lavando las manos en el baño. De pronto escuchó el mismo bramido que escuchó en la mañana, y un grito desgarrador de mujer; el hombre corrió presuroso a su oficina a ver qué había pasado. Al entrar se encontró con una escena de película de terror: una joven secretaria se encontraba tendida en el suelo llorando de dolor al lado de una posa de sangre; sobre su escritorio se encontraba el pequeño ser ronroneando, con la mano derecha de la secretaria en su enorme y ensangrentada boca.

miércoles, marzo 13, 2019

Oficinista

El hombre estaba encerrado en su oficina en silencio, con el computador encendido y la mirada perdida más allá de la pantalla. Fuera de su lugar de trabajo todo bullía con efervescencia: voces y ruidos se escuchaban por doquier, sonidos de llamadas telefónicas, impresoras con trabajos en cola de impresión y personas haciendo cola para recoger sus impresos; usuarios murmullando, hablando y hasta gritando en la zona de atención de público, niños jugando y corriendo entre los adultos, adultos evitando a los niños descontrolados, personas viendo televisión, personas viendo sus teléfonos, personas viendo a las otras personas… y el hombre seguía encerrado en su oficina a solas.

Cerca del mediodía el flujo de clientes era enorme en el lugar, cada vez llegaba más gente y cada cual con un problema diferente, por lo que los funcionarios no tenían tiempo ni siquiera de pasar al baño. Los usuarios estaban indignados por el poco personal disponible para asistir a sus problemas; de pronto uno de los jefes del piso notó la ausencia del hombre que seguía encerrado en su oficina sin atender a nadie, y decidió ir a ver qué le sucedía. Raudamente enfiló sus pasos hacia la oficina del hombre, tocó la puerta, y al no recibir respuesta, simplemente entró.

El jefe del piso quedó congelado al entrar a la oficina: en el asiento había una imagen trasparente del hombre sentado al computador, que permanecía inmóvil y mirando a la nada. De inmediato el jefe llamó a quien pasara por el lugar para que viera lo que él estaba viendo y confirmara que no se estaba volviendo loco. En un par de minutos diez personas miraban sorprendidas la imagen trasparente de su compañero de trabajo, sin entender qué era lo que estaban viendo; la sensación de indefensión de los testigos era indecible.

El hombre seguía sentado en su oficina con el computador encendido y la mirada perdida. De pronto una de las secretarias lo llamó por su nombre, haciendo que el hombre girara su cabeza hacia ella; en ese instante su alma tomó conciencia de su realidad. El hombre había muerto de un infarto durante la noche y su alma no alcanzó a darse cuenta, llevándolo a seguir su rutina de siempre. Ahora que entendía que había muerto y que ese no era su lugar, levantó su mano derecha, hizo un ademán de despedida y se desvaneció en el aire para seguir su camino natural.