Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, mayo 29, 2021

Caminata

 La mujer caminaba por la calle en silencio. Alrededor de ella el bullicio era casi ensordecedor: sin embargo ello no parecía alterar a la mujer, quien seguía caminando con toda tranquilidad como si anduviera sola en ese instante. La mujer mantenía su ritmo de marcha, y no se inmutaba si alguien le pedía permiso para poder pasar, simplemente se hacía a un lado dejando que el mundo se moviera más rápido que ella, como si aquello modificara en algo el paso del tiempo.

La mujer llegó a un cruce señalizado por semáforo. La luz estaba en rojo por lo que todos estaban detenidos esperando el cambio de luz. La mujer se detuvo y se quedó también esperando. Cuando la luz dio verde la mujer siguió en el lugar, siendo increpada por un muchacho joven que estaba al parecer demasiado apurado. La mujer lo ignoró y lo dejó pasar, para luego cruzar ella con su parsimonia habitual. Al llegar al siguiente semáforo vio que la luz estaba en rojo por lo que detuvo su marcha; al dar la luz verde una muchacha que venía caminando tras ella cruzó, por lo que la mujer hizo lo mismo.

La mujer seguía su marcha en silencio por la calle. De pronto un hombre añoso la vio, y de inmediato empezó a seguirla, para luego empezar a caminar al lado de ella. La mujer sentía su intimidad invadida, sin embargo simplemente siguió su marcha, mirando de vez en cuando y de reojo al hombre que caminaba a su lado, y cuya presencia le parecía familiar.

La mujer continuaba su marcha en silencio. Al llegar a una rotonda la rodeó, cruzó una calle y se quedó tiesa, sin entender bien lo que pasaba. Donde se suponía que estaba su casa ahora había un edificio enorme. En ese instante el hombre añoso la tomó suavemente por el brazo, lo que al instante calmó a la mujer. Ya vería el anciano cómo explicarle a la mujer que él era su hijo, que ella había fallecido hacía ya treinta años, y que su casa había sido reemplazada por un edificio veinticuatro años atrás, cuando el anciano decidió vender su herencia para irse a vivir a un departamento más pequeño.

domingo, mayo 23, 2021

Vagabundo

El viejo vagabundo caminaba cansado por la caletera esa fría y oscura madrugada. Durante la noche no había podido dormir porque a un par de muchachos no se les ocurrió nada mejor que asaltar a un transeúnte entrada la noche, sin saber que la víctima era un policía de civil: luego de las amenazas, el policía sacó de entre sus ropas su arma de servicio. Los muchachos al parecer estaban drogados pues en vez de rendirse o huir cargaron con sus cuchillos contra el policía, quien terminó disparando para defenderse y acabando con las vidas de ambos asaltantes. A partir de ese momento el sitio se llenó de patrullas, motoristas, policías de a pie, algunos vehículos privados y hasta una ambulancia, que sólo llegó a constatar el deceso de los jóvenes y la indemnidad del policía.

Cerca de las cuatro de la madrugada el barullo paró. El policía fue trasladado a un cuartel, el suelo fue cubierto por letreritos con números hasta que una mujer abrigada terminó de revisar el lugar una y otra vez, y de hacerle muchas preguntas al policía. De hecho la mujer vio al anciano y le preguntó qué había visto él: el viejo vagabundo respondió lo que vio, luego de lo cual fue dejado en paz para seguir su ya interrumpida rutina. Todo terminó cuando un par de hombres envueltos en trajes blancos envolvieron en bolsas a los dos muchachos y los subieron a una camioneta, probablemente para hacerles autopsias y aclarar lo que estaba claro para todos.

Media hora más tarde el vagabundo caminaba por la caletera con su carro de supermercado con sus cosas, buscando un sitio para alcanzar a dormir algún tiempo antes que amaneciera y el ruido y los transeúntes lo obligaran a moverse. De pronto el viejo vagabundo fue abordado por dos personas que lo amenazaron con armas blancas para arrebatarle su carro. El anciano los miró, sonrió y soltó el artefacto, para luego quedarse parado a un metro de distancia a observar lo que pasaría más tarde. Cinco minutos después las almas de los dos asaltantes muertos recién empezaron a entender lo que les estaba pasando, luego de ser incapaces de mover el carro o siquiera tomarlo del manillar. Diez minutos más tarde el anciano tomó su carro y siguió su rumbo incierto, sin que la sonrisa se borrara de su rostro.

sábado, mayo 15, 2021

Bulto

El adolescente miraba el lecho seco del río. En esa zona de la ciudad, alejada de los afluentes, el río no era más que piedras y barro, y malezas que aprovechaban dicho sustrato para crecer y desarrollarse. Las aves también abundaban en la zona, pues se alimentaban de los insectos y gusanos que vivían en el microclima; de hecho algunas inclusive cazaban a otras especies para alimentarse y subsistir. El adolescente miraba concentrado cómo la vida seguía en el río seco sin siquiera inmutarse por ello.

El muchacho estaba parado en un puente peatonal, pegado a la baranda para tratar de no interrumpir el desplazamiento de los transeúntes que pasaban a esa hora por ahí. Justo cuando el joven se disponía a seguir su marcha se fijó en un bulto de color celeste sucio que estaba botado en el barro, y que era escudriñado por una gaviota, que en algún momento había cambiado su hogar cerca del mar por el lecho seco del río. El joven miró con detención el bulto, y de pronto creyó ver que se movía; de inmediato el muchacho buscó alguna zona por donde poder bajar al lecho e investigar qué era lo que se movía en ese lugar.

Los transeúntes que pasaban por el lugar empezaron a sacar sus celulares. Un muchacho que estaba parado en el puente peatonal, de pronto salió corriendo y buscó por donde bajar al lecho del río. Sin pensarlo dos veces se metió al barro y luego de escarbar un poco sacó un bulto embarrado que parecía ser un perro muerto. Nadie entendía al muchacho, tal vez era un defensor de los animales o un tipo de ecologista medio loco. Un par de minutos después, la rutina volvió a su curso natural.

El muchacho se metió al barro a tomar el bulto celeste. Al tomarlo descubrió envuelto un bebé que le sonrió cuando lo sacó. El muchacho subió al puente y empezó a pedir ayuda, recibiendo sólo el desdén del resto de los transeúntes. El muchacho pedía ayuda sin que nadie lo tomara en cuenta; de pronto una mujer se detuvo, miró el bulto y se puso a gritar desesperada. A los minutos el muchacho fue rodeado por quienes pasaban por el lugar. Alguien llamó a la policía, mientras el joven pedía que llamaran una ambulancia.

Cuando llegó la policía el muchacho les entregó al bebé. En ese momento el joven notó que en realidad lo que tenía en brazos era el cadáver de un bebé; sin embargo al entregar el cuerpo a los policías, una figura trasparente se desprendió del cadáver, le sonrió, y empezó a elevarse al infinito. El joven quedó retenido por la policía para relatarle al fiscal el hallazgo, mientras le sonreía al cielo en silencio.

viernes, mayo 07, 2021

Correos

 La secretaria revisaba enojada su correo electrónico en el celular. A las tres de la mañana empezaron a sonar alertas de correos seguidas, que terminaron por hacerla despertar. La mujer encendió la luz del velador, tomó su teléfono, intentó enfocar su vista hasta que pudo ver que tenía quince correos electrónicos de su trabajo. Para ella era incomprensible algo así, pues en quince años de trabajo nunca había sido molestada fuera del horario del trabajo, ni menos a una hora tan extraña. Luego de gruñir algunos insultos, se sentó en la cama y se dispuso a revisar quién había sido el desadaptado que le escribía a las tres de la mañana para encararlo al día siguiente.

La mujer no entendía bien qué era lo que estaba pasando. El remitente de los correos le era desconocido, pues no era un compañero de trabajo, pero su nombre le parecía familiar; tal vez podía ser porque el apellido del remitente era el de uno de los nombres de la compañía, pero ello no tenía mucho sentido, pues nunca había conocido a los dueños, y no le parecía lógico que un desconocido le escribiera a esa hora de la madrugada. Grande fue su sorpresa al abrir uno por uno los correos y encontrar en todos el mismo mensaje: “cuidado con el conductor del caballo”. Luego de darle muchas vueltas al mensaje decidió volver a dormir y preocuparse del asunto a la mañana siguiente, en el trabajo.

La mujer llegó cansada a la oficina. Luego de iniciar sus funciones habituales empezó a preguntar a todos por el remitente del mensaje, sin que nadie le pudiera dar una respuesta lógica. De pronto vio que el aseador le hacía señas desde un rincón: al acercarse, el anciano le dijo que el nombre por el que preguntaba era de uno de los socios fundadores de la empresa, y que había muerto atropellado años atrás sin que nunca nadie diera con el conductor que lo asesinó. La mujer volvió a su puesto de trabajo, más confundida que al principio.

A media mañana el socio que quedaba vivo la llamó para coordinar las reuniones de la semana. Al ver su cara de cansancio el hombre le preguntó qué le pasaba, a lo que la mujer respondió contándole del extraño sueño que había tenido. El hombre la miró desconcertado, para luego seguir ordenando las reuniones de la semana. Una vez terminaron, el hombre le pidió a la secretaria que cuando pudiera fuera a una librería que quedaba a trs cuadras de la oficina, pues necesitaba el repuesto para su pluma fuente, que sólo ella podía comprar adecuadamente.

A la hora de colación la mujer salió de la oficina camino a la librería a comprar el repuesto que le había pedido su jefe. Al cruzar la calle y sin que alcanzara a reaccionar, fue atropellada por un vehículo deportivo que se dio a la fuga, matándola en el instante. Al volante del Ford Mustang iba su jefe, quien no dejaría que el socio al que había atropellado siete años atrás, volviera para importunarlo tal como lo había hecho en vida.

sábado, mayo 01, 2021

Bruma

 Sus anteojos se empañaban cada vez que respiraba dentro de la mascarilla. Ya había intentado todos los trucos descritos en internet y en la conversación diaria, sin que nada diera resultados útiles. El hombre ya casi estaba acostumbrado a ver a la gente a través de una bruma que iba y venía dependiendo de su respiración. Sin embargo esa noche la bruma en sus lentes haría la diferencia.

El hombre caminaba de vuelta a su casa minutos antes del inicio del toque de queda, medida creada por las autoridades para ayudar a disminuir la movilidad de la población y con ello intentar enlentecer el avance de la pandemia. Esa tarde de invierno estaba fría y húmeda, y en cualquier instante volvería a llover. El hombre caminaba rápido, lo que hacía que sus anteojos estuvieran casi en todo momento empañados; el hombre miraba a través de su propia bruma, pero lo hacía con confianza pues recorría ese mismo trayecto día tras días, por lo que casi conocía cada defecto de la vereda en su camino. De pronto las luminarias públicas destellaron, quedando la calle en tinieblas, producto de un corte de luz.

El hombre veía cómo, cada cierta distancia, aparecían luces pequeñas que se movían raudas a esa hora. El hombre reconoció las linternas de los teléfonos celulares de los transeúntes, y decidió hacer lo mismo para iluminar su camino y su entorno. El hombre siguió su camino, ahora iluminado por la linterna de su teléfono. Cada cierto tiempo se cruzaba con otro transeúnte que le sonreía al cruzarse con él, mientras seguían caminando. El hombre continuó su marcha cada vez más tranquilo, sonriendo a quien se cruzara en su camino.

El hombre seguía luchando contra la bruma en sus anteojos. De pronto vio otra pequeña luz acercándose a él. Al pasar a su lado el hombre creyó ver sólo el teléfono, sin alcanzar a notar al dueño. Culpando a la bruma en sus anteojos el hombre siguió su marcha. Algunos metros más allá apareció otra luz, y nuevamente al cruzarse con ella no logró distinguir a nadie. El hombre, bastante incómodo, decidió sacarse los anteojos pues la bruma le impedía ver a la gente. Diez metros más allá otra luz apareció, al cruzarse con ella, el hombre vio, ahora sin bruma, que el teléfono no era llevado por nadie.

El hombre estaba desconcertado, tanto así que decidió volver a colocarse los anteojos y sacarse la mascarilla. Al pasar la siguiente luz se encontró con el mismo caso: un teléfono suspendido en el aire sin nadie que lo sostuviera. De pronto el hombre se vio rodeado de teléfonos con sus linternas encendidas, sin que nadie los sostuviera. El hombre miraba a todos lados tratando de entender qué sucedía. Sólo se enteraría de la verdad a la mañana siguiente, cuando descubriera que equivocó el camino y entró al cementerio de la ciudad.