Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, diciembre 25, 2021

Vibracion

Dicen algunas personas que creen saber cosas ocultas para el común de los humanos, que la existencia física se basa en diferentes frecuencias de vibración, y que todo a nuestro alrededor, incluidos nosotros mismos, somos vibración. La joven cantante no tenía idea de ello, simplemente le encantaba escuchar música y dejaba que los sonidos la llevaran a lugares inexistentes que su mente creaba al escuchar cada sonido. Muchas veces se había descubierto cantando a viva voz en la calle, debiendo luego agachar la cabeza y seguir en silencio al ver las miradas de curiosidad o desaprobación que dicha conducta generaba en su entorno. Sin embargo la música la hacía feliz, tanto para escucharla como para cantarla o imaginarla.

La muchacha caminaba por un paseo peatonal exageradamente concurrido a esa hora de la tarde. El calor y la gran aglomeración de gente la hacían ver borroso en algunos instantes; aparte de ello ese día no había alcanzado a almorzar y no había tomado mucha agua, por lo que los efectos de dichas acciones empezaban a hacer mella en su cerebro. De todos modos la música que reproducía su celular en ese instante la daba la fuerza suficiente para seguir avanzando pese al cansancio y la deshidratación.

La muchacha cruzó una calle sin fijarse; un segundo después escuchó un bocinazo. Al darse vuelta a ver el vehículo que casi la había atropellado, creyó ver una calavera envuelta en llamas; la joven entendió que necesitaba comer algo y beber agua rápido, o corría el riesgo de terminar en un servicio de urgencias. Tres metros pasado el incidente encontró un quiosco donde compró un par de barras energéticas y una botella de medio litro de agua sin gas, cosas que engulló y bebió aceleradamente. Luego de descansar un par de minutos sintió su cuerpo más equilibrado, por lo que pudo seguir con más seguridad su marcha.

La joven estaba algo confundida; diez metros pasado el quiosco la joven vio cómo un ave multicolor se paraba en su brazo moviéndose al ritmo de la música. Dos metros más allá el pavimento tomó un maravilloso color tornasol, que cambiaba según las notas del bajo y de la percusión de la música de su celular. La joven se asustó un poco y decidió sentarse a descansar; a un metro de distancia había un banco de plaza en el cual se sentó. Al hacerlo el banco se convirtió en un oso polar que dormía con la muchacha sentada sobre su espalda. De pronto la joven vio que la gente a su alrededor se transformaba en animales de colores inexistentes que bailaban al ritmo de su música. La joven decidió acostarse en el oso polar, viendo cómo los animales multicolores la rodeaban y bailaban en torno a ella. En ese momento una cebra se acercó a ella y empezó a bailar con sus patas delanteras sobre su tórax, provocándole cosquillas. La fiesta a su alrededor se hacía interminable, y la muchacha simplemente decidió dejarse llevar por la vibración de su música. En el mundo real la cebra, que no era otra cosa que un funcionario de ambulancia de rescate, miró su reloj y dictaminó la hora de muerte de la muchacha, deteniendo las maniobras de reanimación que había llevado por los últimos cuarenta minutos.

sábado, diciembre 18, 2021

Concentración

La mujer miraba desconcentrada el entorno en el paradero de buses. Parecía estar triste, pero no era capaz de saber el motivo de su tristeza. En algún momento quiso creer que su cerebro estaba antelando algún suceso desagradable que sucedería en el futuro mediato, como si fuera una suerte de vidente, cosa que distaba demasiado de su realidad. Algo pasaba en su cerebro y ello la angustiaba, y la angustia la hacía parecer desconcentrada. De pronto su cerebro se conectó cuando el bus que debía tomar se detenía y abría las puertas en el paradero, como esperando a que ella subiera.

La mujer miraba desconcentrada el trayecto de su viaje. Las calles parecían no haber cambiado en los últimos siete años, en que hacía el mismo recorrido para ir a su trabajo. El pavimento, los árboles, los negocios y hasta la gente parecía no haber cambiado en nada los últimos siete años. Todo se veía igual de gris que siempre, los colores parecían haber desaparecido del entorno; para más remate estaba empezando el otoño, por lo que el cielo estaba nublado y los árboles empezaban a tomar el característico tono amarillento. Nada parecía tener vida, y hasta los vivos parecían simplemente subsistir sin trascender.

La mujer miraba desconcentrada la calle luego de bajarse del bus para caminar las dos cuadras que separaban el paradero de su lugar de trabajo. Un perro pasó al lado de ella sin mirarla ni mover su cola; un gato lamía sus manos en una muralla sin tomarla en cuenta. Un zorzal aterrizó delante de ella y se quedó tieso mientras la mujer pasaba sus pies por encima de él. Parecía que no existía para los animales. Las personas la evitaban sin mirarla a los ojos, y los niños que iban de la mano de sus padres y madres parecían no verla. Su angustia se mantenía pero no creció, pues ya estaba por llegar a su trabajo donde debería estar concentrada para ejercer sus labores.

La mujer miraba desconcentrada a la persona que estaba sentada delante de ella. El hombre joven le contaba sus problemas sin que ella pareciera ser capaz de entender lo que le estaba diciendo. La psiquiatra terminó de escuchar al hombre, sacó su recetario, y sin mediar palabra alguna extendió una receta por los fármacos que el hombre venía tomando hacía años por indicación de ella. Al salir el hombre miró a la recepcionista quien sólo se encogió de hombros. La administrativa sabía que ese sería un día extraño al ver llegar a la profesional sin su vehículo del año, en locomoción colectiva, vestida sin combinar colores y sin maquillaje. Mientras tanto la profesional intentaba entender qué le pasaba mientras se miraba al espejo sin reconocerse, ni saber por qué hacía lo que hacía.

 

sábado, diciembre 11, 2021

Cita

 La muchacha estaba ilusionada. Esa tarde tendría la primera cita con un romántico joven que había conocido por internet hacía ya varios meses, pero que por su timidez no se había atrevido a invitarla antes. La muchacha estaba esperando que el joven la invitara, pues su curiosidad era enorme dada la forma en que el muchacho la trataba por escrito. Un par de veces habían tenido reuniones virtuales por video; extrañamente en ambas la joven no había podido fijarse en las facciones del muchacho, por lo que en esa cita por fin podría saber cómo era en persona aquel joven que tanto la adulaba por escrito y por audios.

Antes de salir la muchacha se preocupó de arreglarse lo mejor que pudo. Su madre se notaba nerviosa, ella peinaba suavemente el cabello de su hija y la miraba con una tristeza enorme; la muchacha abrazó a su madre y le dijo que no se preocupara, que antes de las nueve estaría de vuelta en casa para contarle las novedades. La muer apretó con fuerza a su hija, y antes de salir le hizo algo que la muchacha no entendió, pero que a la tarde conversaría con ella para que le explicara. Ahora debería salir rápido para no llegar atrasada a su cita.

La muchacha llegó al lugar que habían convenido. El lugar era casi idílico, con un parque en su esplendor en el inicio de la primavera, con un pequeño riachuelo donde la gente podía arrendar botes para dar una vuelta corta en el lugar. En la ribera del río había un joven con las características de su cita, con un polerón con capucha al lado de un bote listo a zarpar. La joven se acercó entusiasmada, le dio un beso en la mejilla al joven quien la invitó a subir al bote. El joven se veía algo pálido y sus ojos parecían no tener color, pero ello no preocupó a la muchacha; esa cita sería perfecta, y la recordaría por el resto de su vida.

Los jóvenes conversaban animados mientras el joven remaba. A la muchacha le llamaba la atención que su incidental pareja remara de pie en la popa del bote; sin embargo ello no limitaba la interacción entre ambos. El joven le hablaba de historia de modo tal que parecía que hubiera vivido todo lo que relataba. De pronto la muchacha notó que el riachuelo era demasiado largo para lo que ella había visto desde la orilla; al mirar a su alrededor vio que el paisaje había cambiado. Ahora ya no parecía primavera sino otoño o invierno, y el cielo se veía oscuro, como si fuera a llover. De pronto la muchacha escuchó a la distancia varios ladridos; al enfocar la mirada vio a un descomunal perro con tres cabezas que ladraba descontrolado. La muchacha entonces miró al joven: su polerón se había transformado en una larga túnica con la misma capucha que cubría parcialmente su rostro. En ese momento la joven sintió incómoda su boca, y recordó lo que su madre hizo antes de salir. La muchacha levantó su lengua, sacó la moneda de plata que su madre había colocado en dicho lugar, y se la entregó a Caronte, quien siguió remando ahora en silencio, tratando de calmar con su mirada a Cerberus.

sábado, diciembre 04, 2021

Abeja

 El sol pegaba fuerte esa mañana de primavera. El jardinero ya llevaba cerca de dos horas cortando el césped, y pese a la ropa y al bloqueador solar sentía la piel algo ardiente. Es por ello que a esa hora del día ya llevaba más de un litro de agua bebido, debiendo rellenar su botella con la misma manguera que utilizaba para regar el sector del parque que estaba a su cargo. El hombre llevaba más de treinta años en el oficio que consideraba su forma de vida, y pese a las falencias económicas se sentía conforme con lo que él consideraba su vocación.

Una hora más tarde, y una vez que había empezado a emparejar el césped con una orilladora, una abeja apareció cerca de su rostro y empezó a revolotear frente a sus ojos. A su edad había sido picado por abejas más de treinta veces, por lo que sabía que no era alérgico y que no dolía demasiado; sin embargo, el hecho que estuviera tan cerca de su cara era algo más peligroso, pensando en el riesgo que intentara picar alguno de sus ojos. El hombre empezó a mover usa de sus manos frente a su rostro para corretear al insecto, sin resultado alguno.

Media hora más tarde el insecto seguía revoloteando frente a su rostro; el jardinero ya estaba bastante molesto pues el insecto no lo dejaba trabajar en paz. El hombre le había tirado manotazos, le había lanzado agua, inclusive hasta intentó asustarlo con la orilladora pero no lograba nada, parecía como si el insecto estuviera obsesionado con él. El jardinero se acercó al borde de la vereda para terminar de orillar el césped; de pronto y sin provocación la abeja se lanzó directo a su rostro, obligándolo a retroceder bruscamente. Un segundo más tarde un vehículo que venía a alta velocidad se subió a la vereda y pasó justo por donde estaba el jardinero trabajando.

El jardinero estaba sentado en la vereda hablando con la policía. El conductor que casi lo mató venía ebrio y luego de subirse a la vereda chocó con un poste del alumbrado, derribándolo y deteniendo su carrera. Los policías casi no le creyeron al jardinero cuando les contó que una abeja le había salvado la vida; sólo se convencieron cuando vieron que en la flor de hibisco que el jardinero tenía en su mano, una pequeña abeja libaba su néctar.