Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 24, 2009

Usía

El juez terminaba de revisar todos los antecedentes del imputado. El fiscal había hecho un prolijo trabajo, luego de los seis meses que demoró la policía en capturar al psicópata que había violado y descuartizado a veinte mujeres durante un año. El caso había remecido a toda la ciudadanía, que tenía en vilo a todas las mujeres jóvenes del barrio más acomodado de la capital, quienes ya no se atrevían a salir solas por el temor de caer en las garras del desalmado que las raptaba, violaba, asfixiaba, trozaba y finalmente repartía los restos por los distintos basurales de la ciudad.

El juez estaba frente al gran caso de su corta carrera profesional. Luego de llevar cinco o seis años viendo delitos menores o de baja connotación social por su habitualidad, ahora le había sido asignado la responsabilidad de fallar en un caso que estaba marcando la historia del país. Con todos los antecedentes, testimonios, pruebas y declaraciones, no quedaba más que declarar culpabilidad y dictar la pena capital, para así pasar a los anales de la justicia como uno de los jueces que se atrevió a hacer justicia de verdad. No importaban los grupos pro vida ni nada: la necesidad de venganza social estaba por sobre todas las cosas.

El juez encara al acusado en la lectura de la sentencia. Todos los medios de comunicación registraban cada palabra del juez, mientras el imputado miraba al piso buscando una explicación a tamaña injusticia, pues aún no lograba entender el porqué de su detención. Sabía lo que venía, pero no sabía qué había hecho para merecer algo así. Una vez terminada la lectura de la sentencia y de declarar frente a todos los medios, el juez se retiró a su oficina. Un leve atisbo de pena se dejó entrever en su alma al saber que estaba sentenciando a muerte a un inocente; por lo menos el pobre desgraciado no sufriría al morir como todas esas jóvenes. Sólo dos detalles lo angustiaban: qué haría para no seguir matando, y qué pasaría si luego de la ejecución encontraban los tres cadáveres que faltaban…

miércoles, junio 17, 2009

Lírica

La dulce voz de la cantante llenaba el ambiente. Cada nota que leía de la partitura grabada en su mente y transformaba en canto era capaz de enternecer al más insensible entre los insensibles, y la potencia de su voz opacaba cualquier otro intento de ocupar dicho espacio acústico. Sin embargo su canto reflejaba sufrimiento.

La joven soprano era la revelación del bel canto de su país. Con sólo dieciséis años había conquistado todos los escenarios del continente, y ahora esperaba el resultado de las negociaciones de su manager para empezar una gira que la llevaría por el viejo continente. Había comenzado sus clases intensivas a los ocho años, y sus padres decidieron cambiar de profesor a los catorce; esto sumió en una pena inconmensurable a la niña, quien se había encariñado con quien la había guiado por el camino de la música, y había truncado las esperanzas del maduro profesor, quien veía en la muchacha su última oportunidad de hacerse un nombre en la lírica mundial.

Esa mañana la chica había salido al ensayo de la nueva ópera que montarían, y que tal vez sería la despedida antes de iniciar su periplo internacional. De improviso reconoce a su profesor, el cual la saluda cariñosamente y la invita a su casa a tomar algo; luego de la taza de café, se quedó profundamente dormida…

Cuando despertó, la muchacha se encontraba frente a un micrófono; su profesor estaba sentado a su lado, y había un extraño mecanismo conectado al equipo de amplificación. El profesor activó la base de sonido, y empezó a sonar una pieza conocida por la niña, quien instintivamente empezó a cantar. Cuando quiso terminar, el profesor le reveló el secreto oculto en el mecanismo de amplificación, que no era otra cosa que una poderosa bomba que se activaría en cuanto la muchacha dejara de cantar. El profesor había logrado el objetivo de ser el último en escuchar a su querida alumna.

miércoles, junio 10, 2009

Bosque

Oculto entre las sombras de los frondosos y húmedos árboles, el comando vigilaba sin que nadie lo notara. Usando todos los conocimientos de su entrenamiento en camuflaje, no era más que un pedazo de corteza de aquellas torres vivientes que daban forma a esa parte del bosque. Su controlada respiración era casi imperceptible, permitiendo que la patrulla enemiga pasara casi a través de él y no lo percibieran. Ya sabía cuántos eran, qué armas llevaban, la velocidad a la que avanzaban y el destino que perseguían; ahora sólo faltaba que la virtud principal de cualquier observador, la paciencia, le permitiera esperar a que el lugar estuviera seguro para retirarse y enviar la información a sus superiores.

Sigilosamente se dirigía el comando a algún claro del bosque para poder conectarse con su PDA al satélite y enviar toda la información que permitiría a sus superiores cambiar de una vez por todas sus planes de ataque. Era extraño, siendo el país invadido tan pobre y lleno de supersticiones, no habían sido capaces de avanzar más allá de la frontera natural de esa fortaleza vegetal. Mientras buscaba el bendito claro miraba con asombro la naturaleza que lo rodeaba: árboles de más de 50 metros de altura y de 10 metros de circunferencia uno al lado del otro, cuyas raíces estaban cubiertas por una gruesa capa de húmeda vegetación y de cuyas ramas colgaban incontables lianas que daban un lúgubre aspecto al lugar, pero sin dejar de ser enigmáticamente maravilloso.

A 10 metros de distancia se encontraba el claro donde el helicóptero lo había dejado. Estaba a tiempo, alcanzaría a enviar la información antes que llegaran a buscarlo, lo que inclusive le permitiría participar en la invasión definitiva. De pronto, a 2 metros del claro, tropezó con una raíz. Al intentar ponerse de pie, una liana cubrió su rostro. De improviso decenas de lianas lo sujetaron de pies y brazos, mientras una cubría con fuerza su boca. Pasó el tiempo, llegó el helicóptero y tal como estaba pactado, al no presentarse a los 5 minutos, emprendió la retirada. Dos metros más allá el comando ya no tenía fuerzas para luchar contra las lianas, y sólo atinaba a recordar a esos viejos brujos que les decían a su paso que el dios del bosque estaba de parte de ellos y que por ende jamás perderían…

miércoles, junio 03, 2009

Sufrimiento

La joven deslizaba lentamente la hoja de la navaja por las venas de su muñeca. Había revisado un libro de anatomía, así que sabía dónde cortar para poder morir desangrada sin cortarse los tendones de las manos y así poder seguir cortando las venas de su otra muñeca, y si las fuerzas la acompañaban, intentar degollarse. La vida había llegado a un punto sin retorno, y ya nada valía la pena. El filo de la hoja era lo único que su ya desensibilizada alma era capaz de sentir. Luego de haber abortado al fruto de la violación de su padre por la golpiza que éste le dio al saber que estaba embarazada, y de haber sido rechazada por su madre, quien prefería mantener todo como estaba con tal de no tener que valerse por si misma en la vida, había decidido terminar con todo. La chica esperó a que sus padres se quedaran dormidos borrachos, y cuando estuvo segura que no serían capaces de despertar, mató a ambos a martillazos en la cabeza, sin sentir por ellos más que el asco de la sangre salpicando su rostro. Desde ese día empezó a vagar por las calles, conociendo gente con historias tanto o más turbias que la suya, y que no habían podido cerrar sus capítulos por no atreverse a hacer lo que ella hizo. Así, se decidió a ayudar a quienes sufrían lo mismo que ella, y se dedicó a matar a todos aquellos que hacían sufrir a la gente que pasaba por cosas similares a la que ella pasó. Sin embargo a poco andar se dio cuenta que muchos de ellos sentían más dolor al quedar solos que al seguir en el círculo de la violencia, pues era lo único que conocían como vida, y ahora no tenían nada. La muchacha no entendía, y ya no quería entender: al parecer el destino del dolor era mejor que el de la insensibilidad…