Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, enero 29, 2014

Sacrificio



Una avalancha de nombres se vinieron a su cabeza en el instante de enterrar la daga bajo el corazón de la joven mujer, ni el de ella ni el suyo. La misma avalancha de nombres cayó sobre sus pensamientos cuando deslizó con violencia la daga para separar las costillas de la doncella, sin que el suyo o el de ella aparecieran. Los nombres luego parecieron desvanecerse cuando metió con fuerza la mano izquierda en la abertura entre las costillas, para arrancar el corazón de la muchacha de cuajo, y lucirlo aun latiendo a la extasiada muchedumbre de amigos y familiares. Ahí, frente a todo y a todos, el corazón de la doncella se apagaba lentamente en la medida que se vaciaba de sangre, mientras su cuerpo yacía yermo en la piedra de sacrificios.

La cabeza del hombre parecía estar algo desconectada de toda esa realidad. Antes que el corazón dejara de latir, le fue arrebatado por el brujo, quien lo atravesó con una daga y lo mostró a los presentes, para luego entregar la daga al jefe militar, quien devoró el corazón a mordiscos sin desenterrarlo del arma. Mientras la multitud gritaba cada vez más y más contenta y furiosa, aparecieron dos enjutos hombres que tomaron el bello cuerpo muerto y descorazonado, lo subieron a una tabla larga que hacía las veces de camilla, lo cubrieron con un sucio paño con viejas manchas de sangre, y lo llevaron al subterráneo de la piedra de sacrificios, desde donde habían salido.

El verdugo bajó al subterráneo, en donde el par de enjutos y viejos hombres ya había dejado el cadáver de la doncella tirado en el suelo, la habían despojado de todas sus ropas, para luego manosearlo libidinosamente, a sabiendas que esa era la única posibilidad de tener contacto físico con una mujer de verdad. Luego de violar el cuerpo sin vida, a vista y paciencia del verdugo, apareció el brujo en silencio y ya desprovisto del traje ceremonial, lo que hizo que ambos viejos se alejaran del cuerpo ultrajado: había llegado el turno del verdugo.

Por una puerta lateral del subterráneo aparecieron dos mujeres viejas y gordas, que traían por la fuerza a otra joven doncella que había sido regalada por sus padres para convertirse en el sacrificio del siguiente cambio de estación, a cambio de las bendiciones del brujo para toda la familia por el resto de sus vidas. La joven gritó desesperada al ver el cadáver de la última víctima sacrificada, sin que sus gritos o su desesperación sirvieran de algo: en cuanto estuvo frente al brujo, éste colocó su mano izquierda en la frente de la muchacha, quien quedó de inmediato paralizada. Esa fue la señal para que el verdugo hiciera lo suyo.

El verdugo recogió el cadáver de la doncella que había sacrificado, y lo llevó donde el brujo, quien colocó su mano derecha en la frente del inerte cuerpo, haciendo que éste se estremeciera con violencia, luego de lo cual el verdugo lo dejó caer, para que los viejos lo recogieran y terminaran de hacer con él lo que se les antojara. Acto seguido el brujo puso su mano izquierda en el pecho del verdugo, para entregarle el alma de la doncella virgen y así mantenerlo vivo y con las fuerzas suficientes para seguir cumpliendo su cometido. Finalmente colocó su mano derecha en la frente del cuerpo de la doncella paralizada, el cual se estremeció cuando el alma de la bruja, condenada por toda la eternidad a ser sacrificada y ultrajada una tras otra vez, ocupó su nuevo continente para seguir pagando por su traición al otrora brujo, y ahora verdugo.

miércoles, enero 22, 2014

Cocina



La sangre chorreaba de la boca de Arturo. El dolor de su boca era enorme, y le impedía saber si el fluido que goteaba de sus labios y su lengua era propio, producto de los violentos golpes que había recibido hasta ese momento, o de su rival, a quien había mordido con inusitada rabia un par de minutos atrás, llegando a arrancarle piel y músculos del cuello, y cortando una de sus arterias carótidas, acabando con su vida casi en el acto; de hecho Arturo ni siquiera tenía la certeza que el dolor en su boca no hubiera sido causado por la tensión en los músculos de su mandíbula, para poder defenderse del desgraciado que al parecer pretendía despedazarlo a golpes.

Arturo era un renombrado chef, conocido por sus libros y sus programas de televisión, en donde hacía gala de su histrionismo para enseñar a cocinar platos extraños de sabores novedosos y de buen precio. En más de una oportunidad se había metido en conflictos con grupos de defensores de animales, por su costumbre de experimentar con algunos platos exóticos que incluían en su preparación animales considerados como mascotas, pero siempre se las arreglaba para salir bien parado de las situaciones en que se veía envuelto.

Arturo tenía preparada una sorpresa para la grabación de esa tarde. En uno de sus viajes a Oriente un cocinero de pueblo le enseñó a cocinar carne de perro, y a cómo criar y alimentar dichos animales para que pudieran servir como plato y no como mascotas. Su equipo no estaba muy de acuerdo con la idea, en especial uno de los productores que vio la debacle que ello podría causar en el rating del programa, provocando fuga de auspiciadores y problemas económicos insalvables, pero de todos modos fue capaz de convencer al resto del equipo de lo novedoso de su idea.

Arturo tenía todo listo. Esa tarde había traído al pequeño perro faenado y trozado para no causar el natural asco en los televidentes y en los miembros del equipo de grabación, y se había preocupado de llegar una hora antes para que nadie viera los pasos intermedios de las diversas fases de la preparación del plato. Justo cuando estaba empezando a ordenar todo para dejarlo agradable a la vista y cómodo para los diversos tiros de cámara, recibió un brutal golpe en su espalda que lo derribó, luego de lo cual vio sobre él al productor disidente golpeándolo con claras intenciones de matarlo, por la inusitada agresividad de su ataque.

La sangre chorreaba de la boca de Arturo. El productor yacía muerto en el piso, desangrado, y Arturo se reponía con dificultad de la salvaje golpiza recibida, y de ver cómo el maldito hombre lobo recuperaba su forma humana una vez muerto. Lo mejor era clavar rápido sus colmillos del otro lado del cuerpo para libar la poca sangre que le quedaba a su enemigo mortal, para tener las fuerzas suficientes para deshacerse del cadáver. Definitivamente debería tener más cuidado con sus elecciones: de seguro a él no le agradaría ver a alguien faenando y cocinando un murciélago.

miércoles, enero 15, 2014

Carretera



Por la carretera avanzaba lentamente una caravana de vehículos de diversas características, ocupando dos de las tres pistas para dejar el paso libre a quienes no tienen tiempo de viajar y disfrutar el viaje, pues el destino para ellos es más importante que el trayecto. Las decenas de vehículos avanzaban en un bloque compacto, sin más luces que las de los móviles de los extremos, haciendo imposible ver desde fuera cuántos vehículos en realidad conformaban el enorme rectángulo motorizado, que rugía a esas horas de la madrugada; ello disminuía las posibilidades de ser perseguidos o detenidos por la autoridades o disgregados por ellos, y evitaba generar pánico en los conductores habituales.



El compacto convoy viajaba a noventa y nueve kilómetros por hora, sin variaciones. No había aceleraciones ni desaceleraciones, frenadas ni cambio alguno en el viaje de la caravana. Ni las curvas, ni las pendientes, ni las cambiantes características de la carretera eran motivo suficiente o necesario para moverse a distinta velocidad: la monotonía del orden era la constante del viaje.


Luego de una curva en el camino, los primeros vehículos de la caravana se encontraron con una imagen conocida: cerca de cinco kilómetros más adelante había luces de ambulancias, bomberos y patrullas policiales, signo inequívoco de un accidente carretero. Por la gran cantidad de personal de emergencias y el alto número de ambulancias presentes en el lugar, quienes encabezaban la caravana sospecharon de inmediato que se trataba del choque de uno o dos buses. De inmediato los vehículos de la caravana se pusieron en alerta: sin bajar la velocidad, se apagaron las luces de los móviles que encabezaban y terminaban el convoy. Cuando quedaban cerca de dos kilómetros, los vehículos del final del grupo se reacomodaron, dejando el espacio suficiente para dos buses; al quedar un kilómetro para llegar al accidente, los vehículos se desvanecieron, para reaparecer cien metros más adelante llevando en el espacio creado previamente los restos de los muertos en el accidente, en dos buses creados por las mentes de los muertos y mantenidos por su energía liberada al instante de morir.

miércoles, enero 08, 2014

Quince



Quince minutos. El reloj parece avanzar a toda velocidad, haciendo sentir que estos quince minutos durarían con suerte dos o tres. El tiempo es una verdadera maldición, cada vez que uno necesita que las cosas pasen rápido el reloj parece no avanzar, y cuando más tiempo se necesita, más rápido parece llegar el término de los plazos. El tiempo es magia, el tiempo no es física, el tiempo se maneja con mezclas alquímicas en cazos de acero negros de tanto haber sido hervidos, y no en computadores de última generación de múltiples núcleos con sistemas de refrigeración por líquido. Lamentablemente, nunca he sido capaz de encontrar a ese mago que gobierna el tiempo para pedirle que haga sus embrujos mirando hacia otro lado.

Diez minutos. La mezcla de sustratos en el cazo de Cronos varió su composición, pues ahora el tiempo se enlenteció, y a partir de los diez minutos en la cuenta regresiva, los segundos se sienten como minutos, y los minutos como horas; cuántas veces he pasado por esto, cuántas veces el sufrimiento se ha hecho eterno, y la felicidad ha pasado por mi lado sin que la haya alcanzado siquiera a notar. A mi alrededor los engranajes del tiempo suenan y crujen, pues el tiempo es una vieja máquina, casi sin tiempo, y que existe antes de su propia existencia. Pese a lo que algunos quisieran creer para confirmar sus anhelos de sabiduría, el tiempo es eterno en todos los sentidos.

Cinco minutos. La ansiedad empieza a apoderarse de mi, y la desidia del tiempo que me rodea. Por más que espero a que el tiempo pase más rápido, como mi efímera felicidad, la velocidad de los sucesos sigue tal cual, alargando innecesariamente la llegada de lo que ha de venir. No quiero creer que los quince minutos que decidí, serían exactamente quince minutos.

Un minuto. El tiempo se cumplió, ya quedan sólo segundos para que termine el plazo. Siempre pensé que quince minutos era tiempo suficiente como para pensar en mi decisión, arrepentirme, o replantearme todo lo que me ha sucedido; pese a ello, estos quince minutos sólo me sirvieron para pensar en el tiempo, y perderlo por ende. Y qué mejor lugar para pensar en el tiempo y perderlo, que en el reloj del campanario; esta vetusta y casi perfecta máquina que lleva casi cien años funcionando a decenas de metros de altura, marcando con su mecanismo hora tras hora, minuto tras minuto, segundo tras segundo, y que además posee un maravilloso carillón que suena automáticamente al llegar el mediodía. Fue a ese mecanismo, al del carillón, al que enganché el otro extremo de la cuerda que va atada con un lazo a mi cuello, para que justo a las doce del día, me saque de una vez por todas de esta patética vida.