Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, julio 28, 2010

Historia de Sangre: Conocimiento

Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
Registro de Propiedad Intelectual Inscripción Nº 160719

Capítulo XVIII: Conocimiento

El castillo era una gigantesca biblioteca. Casi la totalidad de la superficie de las paredes del edificio estaba convertida en anaqueles repletos de libros. Tras siglos de cacerías e intercambios se había logrado constituir una colección realmente monumental de volúmenes en varios idiomas, y que cubrían casi todos los temas. Todo había seguido un cierto orden. En un principio los primeros libros quedaban en la habitación, para poder leerlos y releerlos todas las veces posibles. Luego, al aumentar la cantidad, Blood decidió llevarlos a lo que debería ser el comedor; pero dado que no lo usaría jamás para ese objetivo, lo transformó en una biblioteca. Día tras día fue armando anaqueles, los que debía extender con gran velocidad para contener los volúmenes que llegaban noche tras noche. De a poco empezó a organizar los libros según tema y gusto. Cuando ya la biblioteca no fue capaz de albergar más libros, y dado que vivía solo en su castillo, Blood se decidió y comenzó a levantar anaqueles, primero en las paredes del primer piso, y luego en todo espacio que quedara desocupado en los dos pisos del edificio. Desde las entradas de los dormitorios hasta pocos centímetros de las puertas de acceso estaban atiborrados de libros. Cuando llegó el primer anciano al castillo, una de sus primeras tareas fue reclasificar y ordenar los volúmenes, con lo cual le dio un verdadero carácter de biblioteca a la colección. Inclusive se dio a la tarea de separar por idiomas y temáticas, de modo tal que se le pudiera dar cierta secuencialidad a la lectura. Así, todos los que llegaban al pueblo disfrutaban de una completísima bibliografía de todos los temas imaginables. Al pasar los años, Blood permitió que algunos de los volúmenes salieran de su castillo, con la condición de que quien sacara un libro debía dejar otro en prenda: de ese modo la biblioteca empezó a hacerse dinámica. Pero todo eso era sólo una parte de la grandeza de la colección, el otro componente era tal vez el primordial. Cada vez que alguien acudía a consultar o leer, Blood aprendía de la persona todo su acervo previo, todo lo que lo había llevado a vivir en ese pueblo y consultar ese libro en particular. De ese modo y con el transcurso de las décadas, Blood pudo conocer un poco más del mundo sin haber visto nada de éste.

Las áreas del conocimiento del humano eran realmente vastas, pero estudiadas de modo superficial provocaban más ignorancia que sabiduría. Blood entendía que la vida del humano era demasiado corta para poder abarcar tantas cosas y con tanta profundidad, él tenía esa ventaja, tenía tiempo de sobra (de hecho no sabía cuánto) para aprender y aprender cada día más y más cosas. Así, a poco andar ya era considerado un sabio dentro de los sabios del pueblo. Pero no estaba conforme. La superficialidad lo tenía acongojado, era muy poco lo que se sabía de cada tema, absolutamente insuficiente para que se pudiera pensar en el desarrollo de la raza humana a un nivel que les permitiera acercarse siquiera al límite de sus posibilidades. Había que hacer algo para hacer perdurar el conocimiento en el tiempo. Tal vez había que decidirse por un área del conocimiento y explotarla. Tal vez había que seguir explorando todas las áreas a la vez para generar un conocimiento universal. Tal vez había que dejar de pensar tanto y simplemente dejarse llevar por la corriente del instante. Pero la corriente del instante lo podía llevar a tomar alguna decisión apresurada o errada; lo mejor era pensar en calma en una decisión que lo dejara feliz a largo plazo. De hecho ya le había estado dando vueltas a un par de posibilidades, pero la que más le atraía era algo contraproducente con su realidad.

Blood llevaba una vida agitada dada su condición de antropófago y líder de la comunidad. Por un lado necesitaba comer carne humana para sobrevivir, pero por otro tenía contacto directo y a diario con los humanos. Por supuesto, al cazar y comer en otros pueblos lograba mantener cierto grado de desapego con la parte emocional que le pudiera quedar escondida en su ser. Pero de todos modos eran humanos, y era extraño matarlos y engullirlos por un lado y aprender de ellos y con ellos por el otro. Y esa especie de contradicción podría provocarle problemas en algún momento de su existencia. Y ese momento había llegado. Después de mucho meditar decidió que el mejor camino era seguir manteniendo conocimientos generales de todas las áreas pero abocarse en profundidad a una sola. Y el área elegida era el foco de conflicto. Dentro de todas las posibilidades, Blood se sentía enormemente atraído por la biología. De hecho, estaba casi seguro que sus pensamientos lo llevarían finalmente a decidirse por… la medicina.

Medicina… ciencia incipiente en ese entonces, plagada de errores y falsedades, gobernada por magos y charlatanes en un extremo, y por doctos intocables e intocadores en el otro; era un área que podía ser llevada a límites casi inconcebibles para el humano… por el monstruo que de noche los mataba y se los comía sin ningún reparo ni piedad… Era de cierto una contradicción completamente incomprensible: un cazador que aprenda a curar a sus víctimas… pero Blood ya era una contradicción en sí mismo: un cazador antropófago (y antropomorfo) que no parecía enfermar o envejecer, que se dedicaba a estudiar y aprender todos los conocimientos con los que contaban sus víctimas, por el solo gusto de aprender, y capaz de convivir con ellos sin agredirlos para compartir sabiduría. Y ahora se sumaba el hecho, más contradictorio aún, que sus compañeros de sabiduría sabían su condición pero la obviaban para seguir avanzando junto con él en el camino del crecimiento en pos de la evolución.

Al sopesar todos los acontecimientos, Blood se dio cuenta que la idea de uno de los ancianos de alejarse un tiempo no era necesaria. Todos sabían su condición y la aceptaban, por tanto no se sentía presionado para huir y dejar que el tiempo borrara su recuerdo. Pero era cierto también que el contacto con otras realidades era necesario. La comunidad que formaban era absolutamente cerrada, y todo lo que aprendían era lo mismo que daba vueltas de una en otra mano. La posibilidad de debate era mínima, y dada su ventaja en cuanto a tiempo vivido y material leído, sus argumentos siempre terminaban primando. Faltaba el choque, la disidencia, las ideas nuevas, la defensa fanática inclusive, para tener todas las herramientas en la mano y definir la evolución normal del conocimiento en el futuro. Pero por su situación la decisión debía ser meditada una y otra vez para no cometer algún error que echara por la borda todo lo avanzado en esos siglos. Salir implicaba recorrer ciudades y pueblos, estar lo suficiente para aprender y lo necesario para no delatarse. Podía implicar el modificar los hábitos de vida y de alimentación. Y podía inclusive significar la muerte. Desde que llegó luego del destierro cuando niño, nunca se había alejado de la losa más de doce horas, y no sabía si era ésta la que le daba vida eterna. Más encima, el castillo era de la misma piedra que formaba la losa, así que podía estar en una bóveda de seguridad viviendo en ese lugar, y sin siquiera imaginarlo. Además, aún quedaban muchos cabos sueltos, y eso lo tenía intranquilo. Estaba el asunto de la familia de la bestia, de su eventual descendencia; el detalle de la bruja, si es que había existido algo parecido; la posibilidad de encontrarse cada diez generaciones con otro animal con sus instintos, y eventualmente con más fuerzas que él. Las dudas eran muchas… el único punto a favor es que no tenía límite de tiempo para llegar a las respuestas, o por lo menos, el límite podía estar en diez generaciones más. Y para ambas opciones, la decisión pasaba por salir de su reducto de toda la vida. ¿Valía la pena el riesgo? Sólo el tiempo lo diría.

miércoles, julio 21, 2010

Historia de Sangre: Revelación

Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
Registro de Propiedad Intelectual Inscripción Nº 160719

Capítulo XVII: Revelación

El joven terminó de escuchar la historia del pueblo bastante sorprendido. Blood había sido capaz de mantener sus hábitos ocultos por décadas, mientras aprendía continuamente de los humanos. Realmente no sabía si maravillarse de la inteligencia de éste, o de la imbecilidad y ceguera de aquellos. En ese instante se dio cuenta que la situación era bastante compleja para él, pues no veía dónde podía encajar en esa historia. Al parecer, la vorágine de acontecimientos no se detendría tan rápido como él esperaba. El joven había quedado en silencio, tratando de decidir rápido qué hacer o decir. Eso incomodó bastante a Blood:
-Bien. ¿Qué piensas al respecto?
-¿De qué?- Blood no estaba para bromas, y bruscamente tomó al joven del cuello.
-Yo no soy el estúpido de tu padre. Te hice una pregunta y exijo una respuesta.
-… no sé leer…
-Maldito idiota… ¿Has pensado qué va a ser de tu vida?
-… creí que podía quedarme aquí…
-¿Es que de verdad no sabes nada de depredadores? ¿Has visto lo que pasa cuando dos machos dominantes comparten territorio de caza?
-…el más joven se come al más viejo…
-No animal, el más fuerte se come al más débil… pero hay algo que no me gusta de ti-Blood tenía una vaga idea de lo que pasaba con el joven.-A ver, ven acá y dame el golpe con el que matas a tus presas.
-¿Estás loco? Te mataría si te golpeara así de fuerte.
-No te estoy pidiendo un favor. Dije claramente ¡¡GOLPEAME!!

Instintivamente el joven se agazapó y descargó el golpe mortal. Pero no fue un golpe común, lanzó en su ataque todas las fuerzas que tenía; en general cuando cazaba golpeaba moderadamente a sus presas. Una vez golpeó a una con la mitad de su poder, y debió recoger los trozos del suelo, claro está, los que pudo despegar. Su portentoso golpe impactó de lleno el cuello de Blood… y éste ni se inmutó. Por contraparte, un salvaje dolor se apoderó de la mano del joven cazador. Blood se encogió de hombros.
-Lo sabía, no tienes ni un décimo de mis fuerzas… eres una copia desmejorada muchacho. Al parecer la herencia se ha debilitado por el paso de las diez generaciones. Para los humanos eres y serás un cazador invencible, pero sólo para ellos…
-Maldita bestia, casi me partí la mano y tú sabías que esto iba a pasar… ¿porqué no me avisaste?
-Porque era sólo una sospecha, tenía que averiguarlo haciéndote enojar. Pero ahora que sé que no representas ni representarás un peligro para mí, te ofrezco quedarte conmigo. Pasarás como un pariente lejano. Te enseñaré a…
-Maldita bestia, ¿crees que me voy a quedar así después de lo que me hiciste?.... me humillaste desgraciado, y nadie humilla al hijo del conde Víctor Blood y North… me las pagarás, monstruo…-luego de terminar de proferir los insultos, el joven salió pateando muebles y puertas.

Blood estaba algo confundido. No recordaba haber tenido períodos de ira de esa índole por detalles como un golpe en la muñeca. Al parecer las influencias externas eran realmente capaces de marcar diferencias en individuos tan parecidos como ellos dos. La familia del joven aún tenía aires de grandeza, y se los habían contagiado. Más encima el padre utilizaba su nombre y el de Luz dentro de su nombre, y el título de nobleza del padre de Luz. Era realmente extraño pensar en que tanto él como el joven habían nacido de una familia “normal”, pero era la verdad. Lo que siempre le había intrigado, y de lo cual no había encontrado nunca nada en ninguno de sus libros ni en las décadas de conversaciones que llevaba acumuladas, era su aparición en la tierra. Lo del joven era entendible desde el punto de vista de una herencia con una latencia de diez generaciones. Pero él… él había sido el primero, nacido en una familia normal, con padres y hermanos normales… de hecho, eso era lo único normal que había tenido en su vida. Su mente empezó a viajar a esos tiempos, antes de ser desterrado, antes siquiera de conocer y gobernar sus poderes. Ya se estaba haciendo de noche, debía buscar al joven para tranquilizarlo y poder salir a cazar. No aguantaría dos noches sin comer.

De improviso uno de los hombres del pueblo llega corriendo al castillo, sin avisar ni nada entra corriendo a la biblioteca.
-¡Señor! ¡Venga rápido!
-¿Qué sucede?
-¡Su huésped! ¡Señor, haga algo!

Blood no comprendía lo que pasaba, pero el hecho de nombrar al joven le hizo pensar en la discusión de la tarde y en las amenazas. Tratando de controlar su velocidad salió trotando junto con el hombre que corría con todas sus fuerzas hacia las afueras del castillo. Al llegar al pueblo, la peor escena que podía imaginar estaba sucediendo: en medio de la plaza que había levantado frente al castillo, el joven estaba devorando el cadáver de uno de sus habitantes. Al ver llegar a su anfitrión, la bestia sonrió triunfal:
-Te lo advertí maldito…
-… ¿por qué?...
-Te advertí que nadie juega con el hijo del conde Víctor…
-… estúpido…
-¿De verdad creíste que ganarías? A mí nadie me vence animal-, luego giró hacia la gente que observaba espantada el dantesco espectáculo.-Y ustedes humanos estúpidos, han vivido engañados por siglos por este animal al que llaman “señor”… él es de mi clase, él es…
-Jamás seré de tu clase… ni tú de la mía…
-¿Y qué vas a ha…?

En ese instante ya no había otra solución, la gente del pueblo que había nacido al alero de la sed de conocimiento, que había aprendido a respetarlo e inclusive a quererlo, que ocupaba parte de las tierras ancestrales que él había habitado desde el principio de su tiempo, no se merecían eso. Y si eso significaba partir de cero no había problema, si había podido hacer un castillo de la nada, podría crear una nueva vida en otro lugar. Sin ninguna consideración ni advertencia se impulsó bruscamente hacia el joven que seguía comiendo; éste estaba empezando a girar sobre su eje para quedar de frente a Blood y contraatacarlo, pero su velocidad no fue suficiente. Por primera vez en su vida Blood golpeó a alguien con todas sus fuerzas, nacidas más bien de la rabia que del instinto cazador… por primera vez Blood arrancó a algún ser vivo la cabeza de cuajo… por primera (y tal vez única) vez en la vida los habitantes del pueblo vieron volar una cabeza humanoide más de cincuenta metros por el aire. Al desprenderse la cabeza, el cuerpo del otrora descendiente de la bestia primigenia cayó pesadamente al suelo. Blood se acercó lentamente al cadáver, de un puntapié hizo un gran agujero en el suelo y botó ahí el cadáver; acto seguido recogió la cabeza, la trajo a la fosa y la dejó caer sobre el cuerpo. Un segundo puntapié cubrió de tierra el cadáver. Al levantar la mirada, cientos de pares de ojos lo miraban en silencio.

-Amigos… discúlpenme. Lo que dijo esta bestia antes de morir es cierto. Soy un animal como él, cazo humanos para comer. Si no he hecho nada contra ustedes es por un pacto firmado con la palabra con vuestros ancestros… conocimientos a cambio de vida. Pero la llegada de este animal y lo que acaba de pasar ahora termina con el pacto, por lo menos de mi parte. Me alejaré para que puedan seguir con sus vidas en paz.
-Señor- la voz de una joven suavizó un poco el tenso aire que rodeaba a todos.
-Dime muchacha.
-No es necesario que se aleje… no definitivamente…
-¿De qué hablas? Acabo de decirles que soy un monstruo, que mi régimen los incluye a ustedes, y me vieron decapitar de un golpe… ¿y dices que no es necesario que me vaya?
-Señor- uno de los ancianos del pueblo se le acerca.- Nosotros sabemos tu condición… desde el principio. Pero tu sabiduría y tus ganas de compartir lo que sabes supera todo problema. Tal vez mi señor quiera desaparecer un tiempo, y luego retornar a su castillo. Dicen por ahí que ahora el conocimiento se da y se recibe yendo de pueblo en pueblo. Esa puede ser una alternativa…

Blood estaba casi paralizado. Todo el mundo sabía su secreto y parecía no importarles. Al parecer debía volver a dejar otra noche sin cena para pensar en las nuevas opciones que su vida le deparaba. Y eventualmente había que destinar algo de tiempo en revisar la historia del joven que acababa de matar y enterrar, principalmente en relación con la bruja y su “hechizo maléfico”, y con el resto de la familia de humanos con la que estaba desgraciadamente emparentado…

miércoles, julio 14, 2010

Historia de Sangre: Sabiduría

Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
Registro de Propiedad Intelectual Inscripción Nº 160719

Capítulo XVI: Sabiduría

Luego que Luz y el pequeño de cabello rojo se habían ido, Blood se dedicó simplemente a leer y cazar. Por costumbre, seguía cazando de noche y durmiendo y leyendo de día. Por gusto seguía cazando humanos que trajeran libros consigo, para así poder seguir leyendo. Pronto aprendió a diferenciar los libros. Algunos narraban historias de distinta índole, otros dictaban normas de conducta y de vida para los humanos, incluyendo ciertos castigos según la desobediencia; pero los que más llamaban su atención eran los libros que enseñaban cosas. Y había muchos de esos libros, que enseñaban a hacer casi de todo: casas, ropas, comidas, comportamientos… Lamentablemente algunas de las cosas que enseñaban no eran simples de entender, y Blood quedaba lleno de dudas que no tenían solución alguna.

Una noche venía por el camino un humano anciano. Blood se fijó en los libros que traía y rápidamente se cruzó en su camino. El hombre lo miró, sabiendo que su destino estaba cerca:
-Por favor, hazlo rápido, no quiero sufrir.
-No sufrirás.
-Lo único que lamento es que mi conocimiento se perderá.
-Yo lo tendré al leer tus libros.
-No es tan fácil, no todo está en los libros. La experiencia no está escrita, y mucho de lo escrito debe traducirse para poder ser comprendido por todos.
-Mmmmm… anciano, ¿me temes?
-En estas circunstancias ¿importa acaso?
-Te repito la pregunta: ¿me temes?
-No, no te temo. Temo a tu leyenda, y a lo que pasará con lo que sé de la vida una vez que me mates.
-¿Consideras bueno o malo que mate humanos?
-No soy quién para juzgar. Tal vez simplemente sea tu naturaleza.

Blood quedó pensativo, por primera vez en su vida veía que no todo era cazar y comer, y que tal vez los humanos, aparte de Luz, podían servir de algo más:
-Anciano, te ofrezco un trato.
-¿Qué?
-Un trato, así le dicen ustedes cuando alguien ofrece a cambio una cosa por otra ¿cierto?
-Sí… dime, nada tengo que perder.
-Te ofrezco tu vida-el anciano no daba crédito a lo que estaba escuchando.
-… ¿a cambio de qué?
-Tu conocimiento.
-…
-Anciano, tú no tienes mucha carne, y ya debe estar muy dura. Lo único que hago cuando no cazo ni duermo es leer. Pero tú dices que no todo el conocimiento está en la lectura. Además estás triste porque tu saber se perderá. Dame de tu saber, y yo te dejaré vivir.
-¿Y de qué va a servir mi conocimiento en ti? ¿Lo usarás para seguir matando?
-Dijiste que no eras quien para juzgar.
-… veo que no eres una simple bestia, que eres capaz de razonar con mucha claridad.
-El trato, ¿sí o no?
-Obviamente no tengo alternativa: sí.

Así, el anciano se fue a vivir con Blood en el castillo. De a poco empezó a enseñar a Blood todo lo que él había aprendido en su larga vida. Blood respetaba al anciano, tanto como había respetado a Luz, por tanto se cuidaba de mantener sus instintos animales fuera de la vista de éste, para no hacerlo sentir mal; además, procuraba al hombre los alimentos necesarios para su subsistencia. Un día el hombre interrumpe las lecciones:
-Blood, quiero hablar contigo.
-Dime.
-Tengo una propuesta para hacerte. Sé que sonará muy extraño, pero por favor piensa antes de contestar.
-Te escucho.
-Yo estoy muriendo, soy un hombre viejo y cansado, ya no puedo seguir tu ritmo de aprendizaje y te he entregado todo lo que sé.
-Y lo agradezco.
-Pero de todos modos veo que mi plan de vida no se cumplirá. Mi conocimiento quedará en ti, pero de ti no saldrá y no será útil a la humanidad.
-Entiendo.
-Conozco gente… gente como yo, ansiosa de aprender y enseñar… ellos no se interesarán en tu intimidad… si tú permites que ellos vengan a vivir aquí…
-Pides mucho.
-Pero mucho te he dado… piénsalo, son hombres que tienen familias, cuya meta en la vida es crecer y ayudar a crecer al resto. Estarán felices de aprender de ti, y de enseñarte lo que tú no sepas… de algún modo veremos qué hacer para explicar tu extraña longevidad, déjame pensar en algo, tú sabes que se me ocurrirá algo…-¿enseñar? ¿a los humanos? Era bastante contraproducente la idea, de día aprendía de ellos y les enseñaba, y por la noche los mataba… pero igual era una idea seductora…
-Mmmm… ¿y vivirían dentro de mi castillo?
-Hay mucha tierra fértil más allá de la piedra que sostiene tu castillo. Si tú lo autorizas, ellos podrían construir sus casas ahí… vamos Blood, en el peor de los casos-ni siquiera se dio cuenta de lo que estaba por decir- si no resulta te los comes…
-¡¡Ja ja ja ja ja!! Veo anciano que estás dispuesto a todo. Bien, intentémoslo. Dime cómo hacerlos venir.

Dos años después había cuatro o cinco casas en los alrededores del castillo, todas habitadas por hombres sabios y sus familias. Ninguno se preocupaba de preguntar por el aspecto de Blood (luego de la primera impresión, claro) o por sus desapariciones nocturnas. El anciano se encargó de fijar los límites de la curiosidad y privacidad, y todo quedó claro en aras del conocimiento. Así, el pueblo aledaño al castillo nació gracias a la segunda pasión de Blood. Con los años la voz se fue corriendo entre ciertos intelectuales que estaban dispuestos a lo que fuera con tal de enseñar y aprender. Blood estaba satisfecho: el depositario final de todo sería siempre él.

miércoles, julio 07, 2010

Historia de Sangre: Empatía

Historia de Sangre ©2007 Jorge Araya Poblete
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Capítulo XV: Empatía

La vida parecía ensañarse con la joven bestia. En poco más de dos días había despertado dos veces después de recibir brutales golpizas. La primera ya estaba en el pasado, asimilada y comprendida en su totalidad, hasta aceptada pensando en la naturaleza de los humanos, o por lo menos en la de su padre y la de los que lo rodeaban. Pero la segunda… algo andaba mal, algo no cuadraba en lo que le había sucedido. Había sido sacado por la fuerza de un castillo, y ahora lo habían metido por la fuerza a otro. Había sido considerado por todos y por sí mismo como único durante quince años, y de pronto ya no era único, ni siquiera el primero, ni el más fuerte. Había sido ocultado a los humanos, y cuando fue visto por este nuevo pueblo, no causó más que una mínima sorpresa y fue considerado casi como “familiar”. Estaba cansado pero no físicamente (salvo el permanente dolor de cabeza que tenía luego de los tres puñetazos), la cantidad de novedades que había soportado su mente en tan corto lapso lo tenía casi colapsado, y no sabía ni imaginaba qué otra sorpresa le depararía este nuevo capítulo en su vida.

Blood estaba sentado en uno de los sillones de la biblioteca de su castillo. Estaba realmente sorprendido por su fortuito hallazgo. Luego de décadas de llevar una vida tranquila dentro de lo posible, había aparecido en la puerta trasera de su morada una copia fiel de su pasado. Sus opciones se reducían a dos en este caso, ayudar o no ayudar a la bestia que tenía durmiendo en una de las habitaciones. Obviamente el joven estaba tanto o más perdido que él, y no había tenido la suerte de él, siglos atrás, de caer en la losa. Al parecer la decisión se hizo presente por sí misma, ayudaría al joven; el detalle era hasta cuándo y para qué.

La joven bestia se incorporó con la lentitud que su adolorida cabeza le permitía. Estaba en una habitación de arquitectura similar a la de las habitaciones de su castillo de origen, claro que bastante mejor mantenida. Le llamaba la atención el material, las piedras con que estaba hecho todo, no parecían rocas comunes de cantera. Eran tan extrañas como el dueño del castillo… el dueño del castillo, el culpable de su dolor de cabeza y de su estado de duda continua por el que estaba pasando. Un ser casi igual a él, pero de más edad y con mucha más fuerza y velocidad de reacción… un cazador perfecto que por otro oculto motivo no lo había querido matar, que de hecho lo tenía alojado en su castillo. No estaba atado ni engrillado, no había guardias y aparentemente la puerta no estaba asegurada; aunque en realidad, con la tremenda fuerza que tenía, él no era rival para ese depredador. Después de tantas vicisitudes en tan corto tiempo, el paso siguiente era encontrar a su anfitrión (o captor) y averiguar qué sabía al respecto de ambos. Abrió con cuidado la puerta, asomó su cabeza al pasillo y nuevamente se sintió en casa, pues era similar al pasillo distribuidor del segundo piso del castillo de su padre. En las paredes no había escudos o armas de adorno, ni cabezas de animales o pinturas; en su reemplazo había… libros. Hileras de anaqueles llenos de libros, de todos los temas, con distintos diseños y colores, de todos los portes imaginables. Algunos parecían antiquísimos, otros relativamente nuevos, todos en orden, limpios y aparentemente bien conservados. Nadie le había enseñado a leer, pero sabía lo que era un libro: siempre habían despertado su curiosidad esos símbolos que la gente miraba e interpretaba como palabras… pero nadie en el castillo le enseñó a interpretarlos, de hecho nadie se acercaba a él desde que cazó su primer humano. Y ahora se encontraba en un castillo con muros cubiertos de libros, sin saber cómo usarlos. Pero eso era algo secundario, por ahora había que ser lógico: si hasta ese instante todo el lugar era igual a su lugar de origen, lo más seguro es que siguiera siendo así. Por lo tanto, trataría de llegar al comedor del primer piso, a ver si el dueño se encontraba ahí. La escalera estaba donde debía estar. El pasillo del primer piso también. Nuevamente en vez de adornos había libros; extraña afición para un cazador como él. Ahí estaba finalmente la puerta del comedor.

Blood estaba absorto en el problema que tenía descansando en el segundo piso. Había escogido para él una de las habitaciones principales: si sus suposiciones eran ciertas, había parentesco entre ambos, probablemente era un descendiente del hijo de Luz. De ser así, era muy probable que el joven haya venido desde el pueblo originario de la familia de Luz, y por ende, debía haber conocido el castillo de sus ancestros. Si era así, en cualquier momento aparecería por una de las puertas de la biblioteca (que en el castillo original era el comedor) y se iniciaría algo así como una familia… Luz, la única persona que se había dado el tiempo de enseñarle algo novedoso... ojalá hubiera conocido otros humanos así… o como el anciano… de pronto, la puerta crujió al abrirse y el enorme joven entró en el salón.

-Te estaba esperando… ¿sabes hablar?
-Sí.
-¿Cómo llegaste hasta acá?
-Llegué siguiendo el camino…
-¿Y cómo encontraste este camino?
-No lo sé… me golpearon y me dejaron botado en este camino…
-¿Golpearon? ¿Fueron capaces de golpearte y aturdirte? Maldición, ¿cuántos más hay, entonces?- los ojos de Blood estaban rojos de rabia e incredulidad, la cual fue pasando en la medida que el joven le contó todo su padecer, junto con las leyendas que lo rodeaban.
-Ah… ¿dijiste algo de una bruja de cabellos rojos?
-Sí, la gente que servía a mi padre contaba esa historia a sus espaldas.
-Habrá que buscar a esa bruja para que de algunas explicaciones.
-Dicen que desapareció el día en que nací.
-…
-¿Qué?
-Una de dos: o fue lo suficientemente poderosa para transformarte momentos antes del parto…
-¿O?
-O simplemente venías así y ella hizo una simple predicción.
-¿Predicción?
-Mira, no sé nada acerca de mi origen. Nací así, por lo tanto no tengo todas las respuestas. Puede ser una maldición de la bruja, o una herencia que pasa cada diez generaciones de varones…-de pronto Blood cambia bruscamente su tono de voz- ¿mataste a alguien de mi pueblo?
-No… cuando iba a cazar a dos jinetes dijeron que me parecía a usted y me confundí…
-Te salvaste, si hubieras tocado a alguien de mi pueblo te hubiera tenido que matar.
-¿Por qué?
-Yo no cazo acá, estúpido. Viajo todas las noches a cazar lejos. Si alguien traslada las historias de otros pueblos para acá, deberé desaparecer.
-Por eso mi padre me enviaba a cazar lejos…
-Parece que heredaste la estupidez de tu padre.
-… tal vez…
-Deberé pensar qué hacer contigo.
-¿Puedo preguntar algo?
-Habla.
-¿Cómo es que un cazador de hombres tiene un pueblo a su alrededor que lo llama “señor”?
El joven estaba tocando un punto complicado de relatar y entender, pero de un u otro modo debía contarle parte de su historia para que éste pudiera decidir su futuro… si es que la decisión que derivara de la historia le permitiría tener un futuro.
-Siéntate y escucha.