Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, abril 25, 2018

Alma

Todos los esfuerzos habían sido en vano, luego de cuarenta y cinco minutos de reanimación cardiopulmonar avanzada el paciente no había respondido, y el médico a cargo del procedimiento había por fin dictaminado la hora del deceso. A partir de ese momento el equipo de salud entró en un estado de frustrada calma, mientras los funcionarios de planta de la sala de reanimación empezaban a retirar tubos y vías del inerte cuerpo, para luego lavarlo con varios apósitos y cubrirlo con una sábana, mientras el profesional llenaba el certificado de defunción y el equipo administrativo quedaba en espera de la llegada de los familiares del difunto, para contactar al médico a cargo y les diera las explicaciones pertinentes.

La sala de reanimación había quedado a oscuras una vez terminado el procedimiento y retirado el cuerpo. En ese instante una presencia tomó conciencia de su acorporalidad, y empezó a investigar el lugar en que se encontraba. Hasta hacía algunos minutos moraba en un viejo cuerpo que le impedía moverse e interactuar normalmente, y ahora podía desplazarse a sus anchas por donde quisiera, pero sin poder interactuar con nadie. Al poco rato la presencia entendió que su cuerpo había muerto, y que al parecer él era lo que la gente llamaba alma; en ese instante su mente empezó a preguntarse por qué no era capaz de ver la luz de la que todos hablaban que se debería ver al morir.

El alma empezó a vagar por el servicio de urgencias, mirando con curiosidad a quienes no sabían de su existencia; de pronto se dio vuelta, y se encontró de frente con otra presencia que sí era capaz de verlo e interactuar con él. Antes que dicha presencia intentara siquiera dirigirle la palabra, un temor incomprensible se apoderó de él, haciéndolo huir hacia donde fuera. En cuanto creyó que se había alejado lo suficiente del lugar se detuvo: en ese instante levantó la cabeza y se encontró de frente con la misma presencia que lo miraba fijamente en silencio.

El alma estaba paralizada. La presencia lo miraba con ojos sin vida y no parecía querer dirigirle la palabra. De pronto la presencia abrió su boca, y el sonido más ensordecedor que jamás había escuchado se apoderó de la cabeza del alma, la que parecía que en cualquier instante iba a explotar. Un par de segundos más tarde un golpe en sus nalgas lo hizo gritar con fuerza: en ese momento se dio cuenta que estaba encarnado en un bebé recién nacido, y que el ruido ensordecedor de la boca de la presencia no eran sino que las palabras de su guía que su alma había bloqueado para nacer lo antes posible sin planificar nada.

miércoles, abril 18, 2018

Guerrero

El viejo y ya retirado guerrero abrió la puerta de la habitación después de décadas de mantenerla cerrada. Luego de luchar un par de minutos con la antigua cerradura y la enorme llave de acero, y de hacer crujir las bisagras al abrir el portalón de madera, entró a la oscura habitación que se encontraba llena de polvo en suspensión y cubierta de telarañas que caían desde el techo hacia las paredes de madera, que mostraban huecos propios de la acción de termitas. . El viejo guerrero tosió un par de veces antes que sus pulmones se acostumbraran al viciado aire del lugar, y de inmediato se acercó a las portezuelas que bloqueaban las ventanas para abrirlas y permitir que entrara aire y luz al lugar. Una vez que la luz del sol inundó el lugar, décadas de recuerdos invadieron su mente.

Media hora más tarde el viejo guerrero se encontraba sentado en una banca, frotando lenta y parsimoniosamente su vieja y algo oxidada espada con una antigua y desgastada piedra de afilar que se encontraba en el mismo lugar en que la había dejado veinte años atrás, cuando había cerrado por última vez la habitación de armas. Luego de diez años de pelear por su rey fue traicionado por dos subalternos que lo acusaron de vender secretos al monarca rival, haciéndolo caer en desgracia y salvando apenas del hacha del verdugo. Ahora, veinte años después, el hijo del rey que lo había castigado y actual monarca lo había perdonado y llamado a volver a las armas para proteger el reino de los mismos invasores de antaño. Había llegado el momento de limpiar su honra y dejar en claro de qué estaba hecho y a quién era fiel.

El viejo guerrero instaló en un bastidor de madera su vieja cota de malla y las protecciones de acero. Luego de probarse las piezas notó que había adelgazado durante esos años, lo cual no era problema pues ahora tenía más movilidad que antes con la misma armadura; ahora sólo bastaba ir a la caballeriza por algún caballo que sirviera a su cometido y le permitiera rehacer su vida con el honor que merecía luego de años de retiro.

El viejo guerrero estaba en la primera línea de batalla de caballería, listo para entrar en combate; delante de ellos se encontraba el joven rey arengando a sus tropas. A lo lejos se veía la línea de caballería del ejército rival, tan preparados como ellos para lo que se veía venir. De pronto una pequeña bandera en una larga estaca se dejó ver en las líneas enemigas; de inmediato el viejo guerrero adelantó su caballo, se dirigió hacia el rey y le clavó una daga en su descubierto cuello matándolo al instante, para luego iniciar una loca carrera hacia las líneas enemigas, siendo detenido por tres saetas lanzadas desde ballestas de su línea de combate. El viejo guerrero cayó agonizando, mientras el ejército rival lanzó su carga de caballería contra las tropas que por fin había logrado traicionar luego de veinte años de espera.

miércoles, abril 11, 2018

Llovizna

Una leve y espesa llovizna empezó lentamente a caer en la nublada tarde en la ciudad. Hacía varios días que el cielo amenazaba con descargar toda su lluvia, pero recién esa tarde se desató la precipitación. En un par de minutos el pavimento se oscureció y humedeció por completo, y las finas gotas de lluvia impedían a la gente ver con normalidad por la gran cuantía que tenían. La ciudad en algunos minutos cambió su rostro de otoño a invierno, oscureciendo y dejando un ambiente húmedo y respirable que muchos agradecían a esas alturas del año, y que otros odiaban con todo su ser.

La llovizna seguía sin variaciones. La gente paseaba con paraguas, parkas, sombreros, y unos cuantos con la cabeza descubierta para aprovechar el contacto con el agua caída del cielo. De pronto una chica gritó con espanto al ver que en su paraguas nuevo había un agujero que extrañamente empezaba a crecer sin control; a los pocos segundos todos quienes llevaban paraguas veían cómo ellos empezaban a perder la tela al entrar en contacto con el agua. En un par de minutos todos los paraguas estaban destruidos, y la gente deambulaba con sus cabezas descubiertas bajo la lluvia.

Algunos minutos más tarde alguien notó que su chaquetón también empezaba a deshacerse con la lluvia; al rato toda la gente en la calle vio cómo sus vestimentas parecían derretirse al contacto con el agua. Media hora más tarde la gente deambulaba desnuda por la calle, algunos cubriéndose, otros luciéndose. Extrañamente la temperatura parecía haber subido un poco por lo que nadie, pese a la ausencia de vestimenta, parecía estar pasando frío. Salvo aquellos que huyeron por vergüenza a esconderse a sus hogares, el resto de la gente parecía estar disfrutando del extraño espectáculo.

De improviso un grito de espanto pareció congelar el ambiente: una mujer vio cómo una de las gotas de la lluvia que los había desnudado había traspasado su piel y generado una dolorosa llaga. A los segundos los gritos se multiplicaron por doquier; la lluvia ahora estaba desgarrando la piel desnuda de quienes se encontraban a la intemperie, causándoles dolores inconmensurables. Minutos más tarde las calles de la ciudad estaban cubiertas de dolientes cuyas pieles había desparecido casi por completo, dejando sus tejidos vivos al contacto con el maldito líquido, que ahora empezaba a corroer todo a su caída, y verdaderos ríos de sangre corriendo hacia las alcantarillas y cubriendo el pavimento. Dos horas más tarde las calles estaban intransitables, uno por la maldita llovizna que corroía todo por doquier, y dos por la masa informe de restos humanos que no dejaba ver el suelo bajo ellos.

miércoles, abril 04, 2018

Motociclista

El motociclista avanzaba raudo por la carretera. Hacía un par de horas que no se cruzaba con ningún vehículo, por lo que podía regular su velocidad a sus anchas y a las condiciones del clima y del camino. A esa hora el conductor usaba el casco con la visera baja, pues ya se había cansado del viento en su rostro, de los mosquitos, y de la temperatura que lentamente empezaba a bajar conforme avanzaba el día. Ahora sólo necesitaba encontrar luego un lugar donde recargar combustible, pues no lo quedaba más de un litro en el estanque. De pronto a lo lejos vio los vivos colores al lado de la carretera, señal inequívoca que había encontrado lo que buscaba.

El motociclista seguía conduciendo su vehículo de noche. La carretera seguía igual de vacía que antes, por lo que su conducción era casi soñada. De hecho el conductor aún estaba sorprendido al recordar que la bomba en que había recargado combustible también estaba vacía, y que si no fuera porque usaba sistema de autoservicio no hubiera podido reabastecerse; de todas maneras y a esa hora, con estanque lleno, no tenía preocupaciones hasta unos quinientos kilómetros más cuando debería volver a recargar.

Medianoche. La motocicleta era el único vehículo desplazándose por la carretera a esa hora. La luz del foco delantero era la única señal de vida en el oscuro lugar, y el motociclista, salvo los animales, el único ser vivo. La preocupación empezó a apoderarse del conductor quien no veía a nadie hacía muchas horas, y que temía haberse equivocado de camino. De improviso detuvo su motocicleta y empezó a mirar al cielo, como esos viejos navegantes que se guiaban por las estrellas para seguir su rumbo en la inmensidad del océano y en la época sin satélites ni celulares, en que eran las señales reconocidas en el infinito las que le decían a las personas dónde se encontraban. Luego de algunos segundos mirando a la nada, el conductor volvió a encender el vehículo para proseguir su marcha.

El motociclista avanzaba raudo por la carretera. A esa hora de la madrugada ya conocía su destino y lo que debía hacer para cumplirlo. El viejo guerrero avanzaba por la carretera vacía, luego que miles de naves extraterrestres secuestraran a casi todos los habitantes del planeta para evitar el apocalipsis: ahora al guerrero le quedaba buscar a los pocos que se hubieran salvado del secuestro para poder matarlos y una vez cumplido su cometido, volver a su lugar de origen. Luego de volver a cargar combustible en una bomba desierta, acomodó la espada en su espalda, y siguió buscando terrestres para terminar lo antes posible su misión.