Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, marzo 23, 2016

Piedra

Todas las noches después de cenar y de terminar de ordenar la ropa para ir al colegio al día siguiente, la pequeña Raquel se dedicaba con esmero a cumplir la última voluntad de su fallecida abuela. La madre de su progenitora se había dado a la tarea de criarla durante su más tierna infancia, por lo que Raquel la reconocía como su verdadera madre, más allá del cariño que sentía por su mamá. Poco antes de morir de cáncer, y cuando la pequeña estaba por cumplir los seis años, la mujer le entregó a su nieta una enorme y pesada piedra, y le explicó que esa era su herencia; la niña debería pulirla con suavidad todas las noches, y cuando fuera el momento adecuado, la piedra se encargaría de encauzar su vida. Sin que la pequeña entendiera mucho de lo dicho por la añosa mujer, recibió gustosa el regalo, y ayudada por su padre la guardó en su habitación.

Raquel se acercaba día tras día a su cumpleaños número trece, lo que coincidía con el aniversario de su abuela: habían transcurrido ya siete años de la partida de una de las personas más amadas en su vida, lo que siempre la complicaba a la hora de celebrar. Sin embargo, sus sentimientos parecían diferentes ese año: el recuerdo de su partida ya no dolía tanto, y mal que mal había cumplido durante casi siete años con la extraña voluntad de su abuela, sin entender aún a cabalidad el significado de sus palabras. Noche tras noche, y luego de cumplir con sus deberes, la niña sacaba de su armario la piedra, que guardaba en una caja de cartón donde también se encontraba el paño con el que la pulía, la colocaba sobre su cama, y pacientemente empezaba a frotarla por todos lados, hasta que el sueño la vencía y debía acostarse a dormir. Como era de esperarse, luego de casi siete años de trabajo, la piedra había perdido una gran cantidad de su masa, y sus paredes se habían alisado homogéneamente de modo tal, que parecía una especie de huevo de dinosaurio petrificado guardado como tesoro en su caja.

En la mente de la pequeña, la piedra había pasado por decenas de estados. Su imaginación  puso dentro de la piedra un reino mágico, un planeta de juguetes, un universo poblado de arcoíris y seres mitológicos. Con el paso de los años, y al ver que la piedra tomaba forma de huevo, su mente empezó a soñar con el instante en que su cáscara pétrea se rompería, y dejaría libre a su huésped: un dinosaurio, un unicornio, un hada, un príncipe. El regalo de su querida abuela estaba cargado de magia, y cuando llegara lo que la anciana llamó “el momento adecuado”, su regalo lleno de magia sería suyo para siempre.

Llegó el día del cumpleaños de Raquel, y como era costumbre sus padres invitaron a todos los amigos de la pequeña a acompañarla en una fiesta donde pudieran disfrutar con tranquilidad. La tarde terminó con el dormitorio de la niña atiborrado de regalos, y con todos los asistentes exhaustos, incluyendo a la festejada. En cuanto llegó la noche y los visitantes se fueron, la niña se dispuso a cumplir con su tarea de siempre, con la secreta esperanza que esa fuera la noche para que el regalo de su abuela se hiciera realidad.

Raquel pulía con todas sus fuerzas la ya ovalada piedra. A cada pasada de paño sus esperanzas se iban desvaneciendo, al ver que nada sucedía en su superficie; luego de una hora de pulir sin parar, el sueño empezó a apoderarse de ella, haciendo su cuerpo más pesado y su conciencia más nebulosa. De pronto un crujido en la piedra la despertó bruscamente; de inmediato tomó su teléfono celular y lo encendió en modo linterna para ver claramente qué pasaba con su regalo. Una tenue fisura parecía avanzar por uno de los ejes del ovoide, que a los pocos segundos abarcó su diámetro completo; finalmente, y luego de un último crujido, su superficie se rompió, dando salida a una masa informe oscura, que antes que Raquel pudiera reaccionar, se clavó en su pecho, penetrando hasta su corazón, matándola instantáneamente. Algunos segundos después el cuerpo de la niña estaba al mando del parásito que ella había incubado inocentemente durante siete años, y que ahora podría perpetuar la herencia de su querida abuela Abondia, la reina de las brujas.   

miércoles, marzo 16, 2016

Ocaso

Esa soleada tarde de otoño la vida transcurría sin apuro en la ciudad. La gente aprovechaba la grata temperatura para pasear por el parque y estrujar hasta los últimos rayos de sol, a sabiendas que el invierno estaba ad portas, trayendo su equipaje de frío, oscuridad y humedad. Los árboles de hojas perennes mantenían las sombras en el lugar, y el bien cuidado pasto hacía las veces de alfombra que amortiguaba los pasos de la gente, haciendo de ese día una jornada inolvidable.

Como era de esperar, el cielo empezó de a poco a oscurecerse, haciendo que la gente se fijara en sus relojes para iniciar el regreso a casa, o a cualquier lugar que les permitiera prolongar esa infrecuente felicidad que estaban viviendo; en ese instante las miradas empezaron a cruzarse, envueltas en muecas de sorpresa, al darse cuenta que el ocaso había empezado dos horas antes de lo habitual. De pronto un barrendero fijó su vista hacia el oeste, llevando a que progresivamente todas las miradas confluyeran hacia el mismo lugar: una enorme nube negra avanzaba hacia el este a baja altura y gran velocidad, obstruyendo el paso de los rayos solares y cubriendo con un extraño manto oscuro a toda la superficie bajo ella. Mientras algunas personas empezaron a huir despavoridas, la mayoría quedaron como hipnotizados con tamaño espectáculo, rezando en voz baja cualquier oración que los ayudaran a reaccionar y a poder huir, como el resto.

La estampida humana empezaba a hacerse cada vez más peligrosa, dejando a muchos niños extraviados de sus padres, con el riesgo de ser aplastados por los más cobardes de la masa. Un pequeño de unos seis años lloraba en medio de quienes corrían, hasta que giró hacia la nube, empezando de inmediato a sonreír y a levantar los brazos; un policía que intentaba ordenar la estampida lo tomó en brazos, y al ver su insistencia, giró. Para sorpresa suya, la nube que avanzaba sobre ellos parecía estar conformada por aves; a los pocos segundos la estampida humana se había detenido, dando paso a las miradas de asombro y a las fotografías espontáneas con los teléfonos celulares, tratando de captar al conjunto y a las aves individuales que conformaban esa gigantesca y extraña nube. A los diez minutos de iniciado el espectáculo, el cielo se limpió nuevamente.

La paz volvía lentamente a la ciudad, luego del extraño episodio que habían vivido. Como era de esperarse, el cielo nuevamente empezó a oscurecerse, a una hora que ya era esperable para el ocaso; sin embargo, una nueva nube negra se vio avanzando desde el oeste, lo que llevó a que muchos prepararan sus cámaras para la segunda parte del espectáculo. El barrendero fue el único capaz de ver que la nueva nube no era tal, sino una gigantesca ola de más de trescientos metros de altura que avanzaba a una velocidad incalculable, causada por la caída de un enorme asteroide al mar, y que había provocado minutos antes la natural huida de las aves a terrenos altos y más seguros.