Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, septiembre 26, 2018

Mago

El mago estaba leyendo un libro importado acerca de nuevas maneras de hacer ilusiones. Luego de veinte años en el rubro del entretenimiento para niños y adultos, había llegado la hora de modernizar su espectáculo incorporando trucos nuevos que llamaran la atención de los espectadores y le permitiera seguir teniendo un buen nombre dentro del medio nacional, y por ende, que lo siguieran contratando. Así, estaba revisando uno por uno los trucos para ver cuáles incorporaría a su show, para empezar a comprar o importar los implementos necesarios.

El mago era algo desordenado para leer. Luego de un par de horas de hojear ordenadamente el libro había empezado a buscar páginas al azar a ver si encontraba algo más que le llamara la atención, aparte de los tres trucos en los cuales había decidido invertir tiempo, preparación y dinero. En la parte final del libro encontró un capítulo con un título en un idioma extraño que parecía ser latín, en donde se describían ilusiones que sólo necesitaban artículos de fácil disposición en cualquier hogar. Extrañado por lo fácil de las ejecuciones de algunos de los trucos, se dispuso a seguir las instrucciones de uno de ellos en el que aparecía, bajo el título en latín, el dibujo de un hombre levitando.

El mago consiguió los elementos, la mayoría de cocina, y empezó a ejecutar el truco. Luego de un par de movimientos extraños hacia los puntos cardinales y de preparar una mezcla de los ingredientes en el orden establecido en el libro y lanzarlos al aire como se describía en el texto, se sentó a esperar a ver qué pasaba; después de un par de minutos sentado mirando a la muralla sonó el timbre, por lo que olvidó el fallido conjuro y se dirigió a la puerta a ver quién era.

El mago no entendía qué estaba pasando. Al llegar a la puerta no había nadie, pero justo en ese instante empezó a sentir una extraño mareo por lo que decidió cerrar los ojos para acomodar la mirada. Al abrirlos se encontró a la altura de la copa del árbol que estaba frente a su puerta, y que medía más de veinticinco metros; luego de ello notó con espanto que seguía subiendo sin lograr detenerse, pues no había terminado de leer ni ejecutar el conjuro completo. Al elevarse empezó a ver cómo la ciudad se hacía cada vez más pequeña, y empezó a notar que le faltaba el aire. Lo último que vio antes de perder la conciencia fue un avión de pasajeros pasando treinta metros bajo él.

miércoles, septiembre 12, 2018

Músico

El viejo músico limaba lenta y parsimoniosamente sus uñas. Desde la primera clase había aprendido que el cuidado de las manos era vital para una adecuada interpretación de su instrumento, y una medida estética que le permitía presentarse seguro frente a cualquier audiencia. Una vez terminado el proceso, el músico abrió un cuaderno de partituras con algunos compases anotados en él, para poder seguir creando lo que debería ser su obra cúlmine y una especie de herencia para la humanidad. El viejo músico cerró sus ojos, dejó que su imaginación empezara a volar, interpretando en el instante las notas que manaban de su mente, y una vez convencido de su sonido, las anotaba en el cuaderno.

Luego de una hora de composición el músico decidió para un rato para aclarar sus ideas y evitar caer en repeticiones innecesarias en los compases; dejó el instrumento en el estuche que había sobre la mesa y se sirvió un café. Cuando iba en el segundo sorbo una lluvia de ideas se apoderó de su cabeza, haciéndolo dejar de inmediato la taza en la mesa para tomar su instrumento, empezar a tocar y a escribir lo creado; al parecer el efecto del café había sido casi mágico, pues en pocos minutos había duplicado lo creado en la primera hora de trabajo.

Tres horas después el músico estaba frenético, pues su cerebro no dejaba de crear sonidos y armonías. Sus manos ya estaban acalambradas de tanto tocar y escribir, hasta que de pronto se encontró con la última página del cuaderno llena, y con las ideas manando a raudales dentro de su cerebro, luchando por salir lo antes posible para no bloquear a las nuevas que se sucedían una tras otra. El músico se vio en la imperiosa necesidad de salir a comprar un nuevo cuaderno lo antes posible para no perder esa vorágine de creación en que estaba sumido.

Media hora más tarde el músico estaba en la caja de la librería tratando de apurar a la dependiente para que le cobrara luego, mientras las ideas musicales se seguían agolpando en su cabeza sin poder dejarlas salir. Había tres personas delante de él en la fila, y ninguna parecía tener apuro alguno. Tanta fue su desesperación que pasó delante de los tres, siendo increpado por clientes y la cajera, quien se negó a cobrarle fuera de su sitio en la fila. El hombre de pronto sintió una fuerte opresión en su pecho, que no fue considerada por nadie luego de su actitud. Tres minutos después el hombre cayó al suelo, colapsado. Cuatro minutos después su alma se desprendió de su cuerpo, dejando inconclusa su póstuma marcha fúnebre.

miércoles, septiembre 05, 2018

Lanzamiento

La pantalla del teléfono celular se llenaba a cada instante de más y más mensajes. La secretaria no alcanzaba a abrir uno cuando tres más se desplegaban anunciándole que debería extremar recursos para dejar a su jefatura satisfecha. Esa noche se lanzaría una innovación tecnológica de la empresa para la cual trabajaba, y la lista de invitados al lanzamiento era enorme. Esa noche de verano a las nueve de la noche en la azotea del edificio corporativo se lanzaría el producto, y las expectativas de todos eran enormes, por lo que nadie quería quedarse fuera de un evento que probablemente sería recordado a nivel mundial.

Los invitados iban llegando en grupos de a quince, que era la capacidad máxima de los ascensores. A la entrada de la azotea que estaba convenientemente cubierta con un toldo en la zona del escenario, una promotora les entregaba a cada uno una pequeña caja de cartón dentro de la cual iba el producto a lanzarse esa noche; era primera vez que una compañía invertía en regalar un producto a cada asistente, más aun pensando que esa noche se había convocado a los más poderosos empresarios del país, quienes habían aceptado de buena gana la invitación y miraban con curiosidad el regalo, que sólo debería ser abierto cuando el presentador lo indicara.

Las doscientas personas más poderosas del país se encontraban reunidas en esa azotea junto a sus parejas, a la espera del inicio de la presentación. De pronto por un costado del escenario apareció un hombre de mediana edad, delgado, vestido con ropa sport y zapatillas urbanas, con un micrófono inalámbrico colgando de su oreja derecha; de inmediato se hizo silencio en el lugar, mientras el hombre sacaba de su bolsillo una caja igual a las que se les había entregado a los asistentes. Sin mediar aviso alguno la abrió, dejando ver un aparato negro aparentemente sin botones; a una señal de él, todos abrieron sus cajas y sacaron sus aparatos.

Los empresarios estaban extrañados, el extraño cubo negro no parecía tener botones; de pronto uno de ellos notó que en una de sus caras había un lector biométrico de huellas dactilares, lo que fue confirmado por el animador. En ese instante en la pantalla apareció una cuenta regresiva de diez a cero, para que al llegar al final todos colocaran su índice derecho en el lector de huellas; once segundos después todos los asistentes, incluido el animador, colocaron su índice derecho en el lector. En ese instante los cuerpos empezaron a transparentarse y los gritos de desesperación a apagarse; en cinco segundos los cuatrocientos invitados y el animador estaban en una dimensión paralela atrapados para siempre. El trabajo del animador, habitante habitual de dicha dimensión, estaba terminado; el mundo se había librado de doscientos usureros y sus parejas para siempre.