Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, abril 21, 2024

Tos

El hombre tosía bruscamente esa mañana. A sus sesenta años nunca había presentado un episodio de tos de más de tres días; ahora llevaba diez días tosiendo sin desgarro, lo que lo tenía bastante incómodo. Tal como todo hombre que se precie de tal, había esperado a que el episodio se le quitara solo, pero luego de tanta molestia decidió finalmente hacer aquello que hasta ese momento nunca había hecho: pedir hora con un médico.

La profesional que lo recibió era una muchacha joven que tenía edad para ser su hija; luego de tomar la historia y preguntarle otras cosas que no parecían tener relación con la tos lo hizo pasar a la camilla, le miró la garganta y le escuchó los pulmones. Una vez terminó de escribir lo que encontró en el examen físico, la doctora le dijo que su pecho sonaba como si fumara dos cajetillas diarias desde hace cuarenta años, por lo que inmediato le solicitó una resonancia de tórax para descartar fibrosis o eventualmente cáncer.

El hombre salió estupefacto de la consulta, pues jamás en su vida había fumado, andaba en bicicleta los fines de semana, y podía caminar kilómetros sin cansarse; de inmediato pensó que a la doctora le faltaba experiencia, por lo que pidió de inmediato otra hora, esta vez con un broncopulmonar, quien llegó a la misma conclusión que la primera profesional: tenía los pulmones muy dañados, y había que descartar fibrosis o cáncer.

El hombre estaba sentado en una plaza a la salida de la segunda consulta, tratando de entender qué estaba pasando. Salvo la tos seca el hombre se sentía bien, sin ninguna complicación en su vida diaria. Esa noche el hombre se dirigió al bar que frecuentaba ocasionalmente, encontrándose con un incidental conocido a quien le contó lo que le estaba sucediendo. El hombre lo miró y le dijo que conocía a una especie de bruja que solucionaba casos extraños, que no cobraba caro, y que aunque no creyera, le podía dar otra visión de su problema. El hombre pensó un par de minutos: él no creía en brujos, pero tampoco creía en los médicos, así que tomó el número de teléfono, y a la mañana siguiente agendó una cita.

El hombre llegó a una casa con colores casi electrizantes; al tocar el timbre sonó una especie de melodía mexicana. Luego de algunos segundos apareció una mujer obesa vestida casi como payaso por la mezcla de colores y telas: en cuanto lo miró lo tomó de la mano y lo metió a una especie de oficina recargadamente adornada, y sin preguntarle nada empezó a pasar frente a él extraños adornos de maderas de colores vagos.

El hombre no entendía nada: de pronto sintió un extraño estremecimiento, y de su pecho salió una imagen trasparente con un cigarro en la mano, quien dijo palabras en un idioma desconocido para luego desaparecer. En ese momento el hombre dejó automáticamente de toser, para de inmediato recuperar su antigua normalidad. Mientras la mujer le explicaba que una especie de fantasma fumador se había apoderado de su pecho para poder seguir fumando en su plano de existencia dado lo sano que él era, la entidad maligna salía de la habitación para buscar a una nueva víctima para poseer, esperando que en esta ocasión solamente consultara con médicos para dejarlo tranquilo seguir fumando.

domingo, abril 14, 2024

Bocinas

 El hombre terminaba de cargar bencina en la bomba cerca de su trabajo. El precio del combustible hacía que cada vez pudiera echar menos bencina con el mismo dinero, por lo que debía ir más veces al mes a la bencinera, lo cual le molestaba bastante: odiaba el olor a bencina, y cada visita al lugar era motivo de desagrado e incomodidad. Pese a todo, esa tarde no había tanto olor en el lugar, o su nariz estaba empezando a acostumbrarse al característico olor del combustible.

El hombre manejaba con tranquilidad por las calles de la ciudad. De pronto empezó a sentir una serie de bocinazos tras de él: el hombre no se dio por enterado en un principio, hasta que la cantidad de distintos tonos de bocina le hicieron darse cuenta que todos los vehículos tras el suyo hacías ruido para apurar la marcha. El hombre no entendía lo que pasaba, hasta que una imagen apareció en sus dos espejos laterales: a una gran distancia avanzaba hacia ellos una especie de nube negra, que cada vez parecía más cercana.

El hombre empezó a aumentar su velocidad; sin embargo ello no parecía ser suficiente, pues los bocinazos no bajaban en frecuencia e intensidad. Al llegar a un semáforo en rojo el hombre intentó detenerse, pero fue tal la presión del resto de los conductores que empezó a acelerar lentamente para tratar de pasar sin ser chocado; extrañamente no había tránsito en la calle perpendicular por lo que pudo pasar sin mayor problema.

El hombre seguía sin entender la premura de los conductores en la calle; de pronto una motocicleta ´de la policía lo alcanzó. El hombre quiso poner las luces de estacionamiento para detenerse, pero el motorista le gritó que acelerara lo más posible y huyera del lugar si es que quería seguir vivo. El conductor no entendió nada pero acató la orden y aceleró su vehículo casi a fondo.

El conductor seguía manejando a toda velocidad sin entender las palabras del policía. De pronto volvió a mirar por los espejos laterales y vio cómo la nube negra parecía acercarse cada vez más hacia él. En ese instante pudo distinguir detalles en la nube: el terror se apoderó de su alma y aceleró al máximo su vehículo.

Diez cuadras más allá dos vehículos de una academia de conducción avanzaban lentamente. El hombre empezó desesperadamente a tocar la bocina para hacer que se apuraran sin lograr su cometido, provocando un atochamiento enorme y que todas las bocinas volvieran a sonar como estruendo tras de él. La única posibilidad de apurarlos era que algún motorista, policial o civil, se metiera entre ellos y les dijera que una ola gigantesca de zombies avanzaba hacia ellos hambrienta de cerebros humanos.

domingo, abril 07, 2024

Trampa

 Tres de la mañana. El incómodo sonido de una llamada al celular despertó a la mujer, quien no acostumbraba recibir llamadas a deshoras, por lo que inmediatamente pensó que algo malo le había pasado a algún familiar que vivía en el sur; sin embargo en cuanto contestó se dio cuenta que nada malo había pasado, al menos no a alguien de su entorno. La llamada era de un inspector de investigaciones, que requería de sus servicios a esa hora de la madrugada. La mujer se desperezó y se dirigió de inmediato a la ducha, pues una patrulla pasaría a buscarla en quince minutos. Hacía tiempo ya que no le tocaba ayudar a las policías, pues con el paso de los años sus servicios eran cada vez menos requeridos; sin embargo de vez en cuando pasaba algo extraño que requería el concurso de una médium en una escena de crimen.

Tres y cincuenta y cinco de la madrugada. La patrulla estacionó a la entrada de una parcela a las afueras de la ciudad; el acompañante del conductor, un policía muy joven, acompañó a la mujer hasta donde estaba el inspector. La mujer sintió algo extraño al entrar a la casa pero no le dio mayor importancia. El muchacho la acompañó hasta la pieza principal, a la entrada estaba el inspector, y desde la puerta se alcanzaba a ver una lona cubriendo un cuerpo, rastros de sangre, y una imagen que incomodó a la mujer: en el suelo había dibujado con un polvo blanco un pentagrama, el cual estaba descontinuado. Antes que el policía dijera algo, la mujer preguntó si el dibujo en el suelo estaba así cuando ellos llegaron, o alguno de los policías había pasado por encima de él y con sus pies lo había descontinuado; el hombre no respondió, y la mujer de inmediato se dirigió a ver qué era lo que había pasado con el rito efectuado.

La mujer no entendía qué era lo que estaba pasando; en cuanto entró al círculo de sal roto su visión se puso borrosa, empezó a marearse y a sentirse como fuera de sí. Al perder el equilibrio pasó a llevar la lona, y descubrió que bajo ella había un maniquí; al caer al suelo apoyo su palma en una de las manchas de sangre y su consistencia era similar a la de pintura fresca. La mujer miró hacia el inspector, quien en ese momento cerró la puerta dejando a la mujer a su suerte. Lo último que la médium alcanzó a notar fue un agujero oscuro abriéndose frente a sus ojos.

El policía subió a la patrulla acompañado de su hijo, un civil que nada tenía que ver con el trabajo de su padre y que sólo había actuado el papel que su progenitor le había ordenado. El policía por fin respiraba tranquilo: había intercambiado su alma por la de la médium para pagar su pacto de sangre con entidades del mal, armando un escenario tal y como le habían indicado, dibujando con sal un pentagrama inconcluso justo al centro del pentagrama dibujado por fuera de la casa con tierra de cementerio lo cual lo hacía invisible y apenas perceptible para aquella alma que ahora moraba en la oscuridad más profunda de la creación.

domingo, marzo 31, 2024

Compañero

 La muchacha miraba al horizonte buscando las respuestas que la vida nunca le había dado, para lograr entender el porqué de su tormentosa vida pese a sus cortos quince años. En sus oídos retumbaba un tema de música urbana que hablaba repetidas veces de sexo, el cual no lograba entender del todo pero que le hacía mover las caderas sensualmente cada vez que lo escuchaba, sin que tuviera la claridad del tenor de su baile. La niña no entendía su vida, ni por qué era tan mal mirada por los familiares de sus amigos.

La muchacha vivía en su casa con su madre y su hijo de dos años, producto de una violación por parte de su padrastro quien ya no vivía en su casa; su hijo había sido reconocido por su madre, por lo que ella le decía “hermano”; sin embargo todos en el barrio sabían la verdad, y dado que la muchacha insistía en imitar los movimientos de baile que veía en televisión, era que se había formado su mala fama, haciendo que en el barrio dijeran que ella había tentado a su padrastro, y que simplemente había sucedido lo que tenía que suceder. La sociedad ya había juzgado y entregado su veredicto, y la niña era víctima por partida doble.

Esa mañana de marzo llegó un nuevo compañero de curso al colegio. El niño era tímido, y el profesor jefe decidió sentarlo con la joven madre, ya que ningún padre permitía que sus hijos se sentaran con ella. La muchacha lo recibió emocionada, pues desde que nació su hijo se sentaba sola en el colegio; sin embargo el niño casi no le hablaba, y cuando la miraba se sonrojaba del todo.

Lentamente se empezó a generar un vínculo entre ambos; de a poco la muchacha empezó a controlar su emoción, y el niño a superar su vergüenza. De a poco el muchacho empezó a sentirse más cómodo con la niña, y ella por fin tenía a alguien que no la discriminaba. La vida le empezaba a sonreír a ambos.

Una mañana cualquiera en un recreo la muchacha se quedó en la sala de clases pues se sentía un poco mal; de pronto una compañera de curso entró corriendo al salón y le gritó que fuera urgente al patio. La muchacha salió corriendo: para que alguien le hablara debería estar pasando algo muy malo. Al llegar al patio se encontró con el cuerpo de su compañero de asiento tendido en el pavimento con la cara destrozada y una enorme herida en el cuello. La investigación policial determinó que jóvenes de dos cursos más arriba le habían dicho que se sentaba con una puta; el joven intentó defender el honor de su amiga, siendo golpeado brutalmente por todo el curso, hasta que uno de los muchachos sacó de entre sus ropas un cuchillo con el que lo degolló.

La muchacha miraba al horizonte sentada en la cornisa del colegio. Veinte metros más abajo la policía, su madre y su hijo le rogaban que no saltara. La muchacha no encontraba otra salida a todo lo que le estaba pasando; un inocente había muerto por su causa, y la culpa había terminado por consumirla. La muchacha estaba decidida a terminar con todo: luego de tomar aire se levantó con sus manos para dejarse caer. En ese momento apareció frente a ella la imagen del muchacho, quien le dijo con voz tenue que le agradecía por la acogida, que ella no era una mala niña sino simplemente estaba en un mal entorno, que hablara con su madre para que la cambiara de colegio y empezara su vida de cero. Al desaparecer la imagen del muchacho, sintió cómo una mano fuerte la sujetaba por la cintura y la jalaba alejándola de la caída. El alma del muchacho le dio tiempo al policía de salvar a su amiga; ahora podía seguir su camino luego de cumplir su misión póstuma en la tierra.

domingo, marzo 03, 2024

Profesor

 El profesor tenía la pizarra llena de fórmulas matemáticas que sus alumnos miraban con desdén, pues sabían que cada viernes recibirían en sus correos el resumen de las clases de la semana. El profesor a veces echaba de menos el antiguo sistema educativo, ese donde el alumno respetaba y hasta admiraba al docente; sin embargo entendía que los tiempos habían cambiado, y que él no era más que una pieza en el engranaje productivo fabricado para entregarle a la sociedad esclavos mejor calificados para que mantuvieran el status quo con un sueldo que atenuara sus deseos de cambiar el sistema.

Ese día en la tarde el profesor había sido citado a la oficina del rector. El hombre terminó con sus pendientes una media hora antes de la reunión, por lo que decidió dormitar un rato; al despertar se arregló un poco y se dirigió a la oficina. El rector estaba acompañado por el resto del consejo docente de la facultad; el hombre no entendía el porqué de tanta formalidad, hasta que el rector habló. Sus alumnos habían enviado una carta reclamando por la carga académica que el profesor les daba, y que les causaba un estrés tal que les impedía rendir adecuadamente y sacar buenas notas; el consejo se había reunido y había decidido que por el bien de los alumnos el profesor debía ser desvinculado de su cargo. El hombre dio una larga explicación respecto de su metodología de trabajo; sin embargo el rector le replicó que si perdían a los alumnos la universidad se vería en problemas económicos, por lo que les convenía más desvincularlo y contratar otro docente que educara sin tensiones a los alumnos. El profesor volvió a replicar respecto de la calidad de educación que terminarían entregando si seguían por esa línea, pero nada de ello sirvió. El jefe de recursos humanos le entregó un sobre con un cheque de indemnización, y la carta de despido; su carrera docente en esa universidad había terminado.

A la mañana siguiente los alumnos se encontraron con un nuevo profesor, lo que hizo brotar aplausos espontáneos en el aula: los jóvenes entendieron el poder que tenían, por lo que ahora en adelante ellos serían quienes dictarían las reglas.

Cinco minutos antes de terminar la clase se escuchó un barullo en la puerta de entrada, seguido de un golpe seco; uno de los muchachos, quien practicaba tiro deportivo, palideció. Cinco segundos más tarde se abrió la puerta de golpe, cayendo dentro de la sala el cuerpo inerte de uno de los guardias con una herida redonda sangrando en medio de su frente; luego del primer grito de espanto una figura conocida por todos pasó por sobre el cadáver del guardia: era el profesor, armado hasta los dientes, quien parado en la puerta descargó todos los cargadores que traía de su pistola semiautomática calibre .9 milímetros en los cuerpos de sus alumnos, acabando con la vida de todos ellos en menos de tres minutos. Al terminar la masacre se dirigió a la oficina del rector en donde estaba reunido el consejo docente; el hombre tomó de su hombro izquierdo una escopeta con la cual terminó con todos los miembros del consejo. Antes de salir se dio cuenta que el rector aún respiraba, por lo que sacó un pequeño revolver calibre .22 con el que remató al moribundo. En ese instante la alarma del celular lo despertó: el profesor había soñado toda esa locura en menos de media hora; el hombre se desperezó, ordenó su ropa y se dirigió a la reunión. Justo antes de entrar sintió algo extraño en el bolsillo del pantalón: antes de entrar, reacomodó el revólver calibre .22 para que dejara de incomodarlo en la reunión que estaba por comenzar.

domingo, febrero 25, 2024

Cantante

 La secretaria jugaba con su voz en su escritorio esa mañana de verano. A su haber tenía una larga historia de participación en coros aficionados, donde cantaba como contra alto. Además de ello, y dado el tono de su voz, participaba en una banda de blues, en la que su voz destacaba entre los demás instrumentos dándole la fuerza y le ternura necesaria a cada canción. La música era parte importante de su vida, y pese a que en general lo dejaba siempre para después del trabajo, esa mañana sintió la extraña necesidad de cantar aunque fuera en voz baja.

Mientras vocalizaba, la mujer se dio cuenta que en el resto de los cubículos no se escuchaba nada; cuando la mujer hizo silencio para saber qué pasaba, sus compañeros de trabajo la instaron a seguir cantando, pues su bella voz había sido capaz de calmar las aguas en una oficina que generalmente se caracterizaba por conflictiva. Media hora más tarde apareció su jefe, quien con mirada adusta le dijo que por favor siguiera cantando aunque fuera en voz baja, pues esa paz era necesaria de vez en cuando en ese trabajo. Luego de tales reafirmaciones, la mujer siguió cantando un poco más fuerte deleitando a sus compañeros y jefatura y estabilizando los ánimos del lugar.

A media mañana un temblor de mediana intensidad se dejó sentir en el lugar; la mayoría de la gente no lo tomó en cuenta, y mientras calculaban la intensidad, siguieron trabajando. Lo extraño era que pese a lo leve, el temblor no paraba; los funcionarios empezaron a ponerse de pie y a mirar por las ventanas hacia afuera, pues el temblor ya llevaba cerca de diez minutos y aún no se detenía.

Quince minutos más tarde el temblor continuaba. Algunos intentaban seguir trabajando, pero la mayoría estaba demasiado nervioso para poder rendir en el trabajo. En ese instante apareció por las escaleras el junior de la empresa, un muchacho joven, desgarbado y algo desaliñado, quien siempre andaba con sus audífonos puestos. Al ver el nerviosismo de todos recién se dio cuenta del temblor, y luego de cavilar un par de minutos, pareció iluminarse de la nada y se dirigió al cubículo de la secretaria que había dejado de cantar.

El junior se acercó a la mujer, y le dijo que ella podía detener el temblor; la mujer lo miró desconcertada, mientras el muchacho sonreía. De pronto el joven empezó a explicarle que según él los temblores eran desajustes en la frecuencia de vibración del planeta, y que un tono adecuado podía restablecer la vibración original y detener el temblor. Como ella era cantante, podría encontrar dicho tono, imitarlo con su voz y detener el sismo. La mujer lo miró tratando de entender tamaño disparate: sin embargo, sus compañeros de trabajo y su jefe le dijeron que nada se perdía, y que por favor lo intentara. El junior le dijo que cerrara los ojos, que escuchara la vibración, e intentara imitarla con su voz. La mujer cerró los ojos, sin lograr escuchar nada: el muchacho le dijo que se concentrara, que ya la escucharía. La mujer apretó más sus ojos ya cerrados, y de pronto llegó a sus oídos una vibración profunda, apenas audible. La mujer se concentró, y empezó a hacer vibrar las cuerdas vocales hasta encontrar el tono, instante en el cual abrió su boca e hizo sonar una “O” larga y profunda. Luego de quince segundos, el temblor empezó a bajar de intensidad, hasta detenerse. Sus compañeros de trabajo empezaron a aplaudir felices, hasta que la mujer les recordó que los temblores eran causados por movimientos en las placas tectónicas, y que lo que había pasado había sido una simple y entretenida coincidencia. Luego de acabado el barullo, la oficina volvió a la normalidad. Mientras tanto y mientras bajaba las escaleras con sus audífonos sin música, la deidad menor disfrazada como junior comunicaba a entidades por sobre él que ya había liberado las capacidades de la protectora del planeta, quien ya estaba lista para las catástrofes que estaban por suceder.

domingo, febrero 18, 2024

Urgencia

 La sala de espera del servicio de urgencias estaba llena, como siempre. La espera para la atención era de más de ocho horas, lo que hacía que muchas personas se enojaran, insultaran al personal de admisión y hasta intentaran agredirlos, por lo que el trabajo de los guardias y de la policía apostada en el lugar era bastante pesado. En la sala había un joven que había llegado recién, que aceptó la espera, y que estaba sentado con sus audífonos conectados al teléfono donde reproducía una lista de rock que lo tenía completamente ensimismado. Cuando la recepcionista le preguntó el motivo de consulta respondió que venía por dolor de pecho; sin embargo su semblante era tan tranquilo y su postura tan pasiva que nadie en recepción pensó que el cuadro era grave, y fue catalogado en la penúltima categoría de urgencia.

Los médicos en los boxes de atención parecían estar librando una batalla, tanto contra los pacientes como contra los familiares, pues la mayoría sentía que su consulta era la más grave, y al ser desestimada por los profesionales, generaban nuevos conflictos que nuevamente debían ser controlados por el personal de seguridad. Mientras tanto en la sala de espera el joven seguía escuchando música mientras abría una botella de agua mineral y bebía tranquilamente.

Ocho horas más tarde la batería del teléfono del muchacho empezó a avisar la baja carga; el joven abrió su mochila, sacó una batería portátil que conectó al aparato para seguir escuchando música. Frente a él una mujer mayor lo miraba con pena; el joven al verse observado le devolvió una sonrisa a la señora, quien también le sonrió. Pese al gesto, la pena en el rostro de la mujer era imborrable.

Diez horas después de su llegada un médico añoso llamó al joven. El hombre miró la información, le hizo un par de preguntas al muchacho, le apretó el tórax y no encontró nada. Al darse cuenta de la hora de llegada decidió auscustarle el tórax, más que nada para que sintiera que la espera había valido la pena. En ese momento el médico no logró escuchar los latidos; cuando intentó hablarle al muchacho se dio cuenta que éste había perdido la conciencia. De inmediato se activó el protocolo de urgencia vital, fue conectado a monitores que confirmaron que el corazón del muchacho no latía; se iniciaron las maniobras de reanimación, y una hora más tarde se consignó la hora del deceso. En la sala de espera la mujer dejó caer una lágrima: cuando vio al joven en la sala pudo ver que su aura ya estaba lista para partir. Lo que la mujer no sabía era que el muchacho estaba consciente de ello, y decidió ir a morir al hospital para que no quedara rastro suyo en su casa para luego empezar a asustar a quienes fueran capaces de ver más allá de los sentidos humanos.