Guitarra
El asesino arrepentido estaba intentando rehacer su vida. Luego de pasar quince años en la cárcel pagando su pecado de juventud, deseaba poder hacer algo con su existencia; mal que mal no era tan tarde empezar a los treinta y cinco de nuevo, si existían los deseos de hacer un cambio radical en su forma de vivir. Los años en la cárcel lo habían curtido, y le habían enseñado que por lo menos no deseaba volver a ese antro de perdición que llamaba casa, ni menos al pozo de torturas que había sido la prisión en su vida. En esos momentos estaba dispuesto a cualquier sacrificio con tal de no recaer.
Desde joven el asesino había deseado dedicarse a la música, pero lamentablemente nadie lo había apoyado, y sus condiciones no eran las mejores. En prisión había tomado un taller de guitarra básica que a duras penas logró terminar, quedando con ganas de aprender lo más posible en el menor lapso de tiempo. Sabía que sería demasiado difícil, más aún para alguien impaciente como él; de todos modos no había modo de apurar el proceso, ni podía delinquir para aprender más rápido o mejor, o al menos eso creía…
Una noche, luego de tratar infructuosamente de sacar una simple tablatura de tres acordes, encontró una revista que contaba la leyenda del diablo que enseñaba a tocar la guitarra como un virtuoso en una noche a cambio del alma del desgraciado que se lo pidiera. Preso de la frustración y la desesperación decidió ir a medianoche al cruce de caminos que la leyenda describía. Luego de esperar algunos minutos, una ola de aire frío lo rodeó y una voz indefinida le habló desde la nada:
-Hola.
-Ehh… hola… ¿usted es el diablo?
-Así dicen. ¿Qué quieres?
-… yo… este… hay una leyenda… ehh…
-Ah, esa estupidez de la guitarra.
-Ehh… sí, yo… necesito ser un músico famoso para poder subsistir, y estoy dispuesto a darle mi alma a cambio.
-Ajá.
-Ehh… ¿trato hecho?
-No.
-Pero… ¿por qué, no le interesa mi alma?
-Sí.
-¿Y entonces?
-No doy nada a cambio por lo que es mío. Cuando mataste a ese desgraciado en la calle a palos por gusto me regalaste tu alma.
-Pero yo pagué 15 años en la cárcel, y me arrepentí de lo que hice.
-Sí idiota, ¿y con eso revivió el pobre desgraciado? Adiós, nos vemos el día de tu muerte. Hasta siempre…
Desde joven el asesino había deseado dedicarse a la música, pero lamentablemente nadie lo había apoyado, y sus condiciones no eran las mejores. En prisión había tomado un taller de guitarra básica que a duras penas logró terminar, quedando con ganas de aprender lo más posible en el menor lapso de tiempo. Sabía que sería demasiado difícil, más aún para alguien impaciente como él; de todos modos no había modo de apurar el proceso, ni podía delinquir para aprender más rápido o mejor, o al menos eso creía…
Una noche, luego de tratar infructuosamente de sacar una simple tablatura de tres acordes, encontró una revista que contaba la leyenda del diablo que enseñaba a tocar la guitarra como un virtuoso en una noche a cambio del alma del desgraciado que se lo pidiera. Preso de la frustración y la desesperación decidió ir a medianoche al cruce de caminos que la leyenda describía. Luego de esperar algunos minutos, una ola de aire frío lo rodeó y una voz indefinida le habló desde la nada:
-Hola.
-Ehh… hola… ¿usted es el diablo?
-Así dicen. ¿Qué quieres?
-… yo… este… hay una leyenda… ehh…
-Ah, esa estupidez de la guitarra.
-Ehh… sí, yo… necesito ser un músico famoso para poder subsistir, y estoy dispuesto a darle mi alma a cambio.
-Ajá.
-Ehh… ¿trato hecho?
-No.
-Pero… ¿por qué, no le interesa mi alma?
-Sí.
-¿Y entonces?
-No doy nada a cambio por lo que es mío. Cuando mataste a ese desgraciado en la calle a palos por gusto me regalaste tu alma.
-Pero yo pagué 15 años en la cárcel, y me arrepentí de lo que hice.
-Sí idiota, ¿y con eso revivió el pobre desgraciado? Adiós, nos vemos el día de tu muerte. Hasta siempre…