Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, enero 05, 2025

Visitas

La casa estaba llena de visitas esa tarde. La anciana se sentía feliz al ver a todos sus familiares acompañándola esa tarde de verano; pese al calor que no le gustaba, la compañía la llenaba. La mujer se había esmerado preparando embelecos para todos quienes vinieron a verla, para que nadie pudiera luego quejarse de que ella era una mala anfitriona, o que había vuelto a su hogar con hambre.

La gente deambulaba por la gran sala de la vieja casa de la anciana, que había heredado de sus padres. Pese a lo antigua de la construcción estaba limpia y bastante bien cuidada, todas las luces, interruptores y enchufes funcionaban, y los baños jamás se habían tapado ni tenían goteras. La anciana invertía buena parte de su jubilación en la mantención de la propiedad, pero ello no le importaba con tal de agasajar a sus invitados, quienes se daban el tiempo de conversar de todo con ella, por lo que cada junta era un remanso de compañía dentro de su solitaria vida.

Los comensales disfrutaban de la visita a la anciana. La mujer era muy querida por la familia, pues siempre se había preocupado de todos ellos y no los había echado al olvido nunca. Entre ellos habían aprendido a conocerse pues eran de diversas ramas de la familia e inclusive de varias generaciones; sin embargo lo que los unía era el cariño por la anciana, y una palidez que denotaba el odio que todos tenían por el sol y el calor. De hecho todas las reuniones se hacían de noche para evitar pasar malos ratos.

Esa mañana la cuidadora de la anciana llegó un poco más temprano que de costumbre, pues sabía que los domingo siempre tendría algo más de trabajo, recogiendo la comida que la mujer preparaba los sábado en la tarde para sus visitas imaginarias, y que la cuidadora y su familia terminarían por disfrutar. Lo que la cuidadora no sabía era que la anciana era descendiente de una famosa familia de Europa del este, y que todos ellos eran vampiros. Todos los sábado por la noche acudían a visitar a la única miembro que no heredó dicha condición para acompañarla y prepararse para que, cuando llegara su momento de partir, el miembro más joven de la familia la convirtiera para eternizar las visitas del sábado por la noche.