Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

sábado, marzo 29, 2025

Comentario

El barrendero escuchaba en sus audífonos una canción desconocida de una banda de amigos suyos, quienes le habían regalado una copia digital de su primera grabación para que la escuchara. El hombre era un experto en música popular, por lo que en el medio de artistas emergentes era bastante bien valorada su opinión; de hecho para muchos de ellos era una sorpresa saber en qué se ganaba la vida. El hombre simplemente les decía que cuando repartieron las oportunidades laborales él ya estaba escuchando música, por lo que asumía lo que le había tocado como destino y simplemente lo vivía. El hombre era feliz, y eso era suficiente para él.

A la semana siguiente el hombre estaba buscando música nueva para escuchar y comentar. Como todos los días recibía bastantes correos electrónicos ofreciendo grabaciones para que escuchara y comentara, por lo que a esa hora estaba preocupado de leer su email; extrañamente ese día su bandeja de entrada se encontraba vacía, y cuando estaba por cerrarla recibió una notificación de un nuevo mensaje. El correo no tenía remitente visible, no tenía asunto ni mensaje sino simplemente un enlace a una grabación; el hombre no se complicó por detalles, descargó el archivo y activó su reproducción.

El archivo era una grabación casera, de muy mala calidad, con instrumentos mal afinados, sonido repetido una y mil veces y una voz casi repugnante. El hombre alcanzó a escuchar treinta segundos, y decidió eliminarlo; sin embargo, por algún motivo no pudo hacerlo, y para más remate empezó a sonar más fuerte. El hombre estaba incómodo; intentó detener la reproducción por todos los métodos que conocía sin lograr nada, por lo que decidió apagar el teléfono. Una vez apagado el teléfono, en sus audífonos seguía sonando la canción, así que simplemente se sacó los audífonos.

El hombre estaba desconcertado, pues en su cabeza seguía sonando la canción cada vez más fuerte, lo que lo estaba descompensando. A algunos kilómetros de distancia, la bruja estaba terminando el trabajo encargado por una banda que fue mal criticada por el experto y cuyo juicio había echado por tierra la carrera musical de los artistas, quienes desde ese entonces habían estado buscando venganza hasta que se encontraron con la añosa mujer. Ahora sólo faltaba que el barrendero colapsara y muriera, para que la mujer les enviara la fotografía del cuerpo y así poder cobrar su bien ganado dinero.

domingo, marzo 23, 2025

Aprendizaje

La mujer intentaba conversar con tranquilidad con su interlocutor sin explotar de rabia. Hacía meses que se había hecho amiga de un desconocido en un bar, del cual casi no sabía nada, pero con quien le gustaba conversar pues el hombre era bueno para escuchar. Sin embargo, con el paso del tiempo algo estaba cambiando en su modo de expresarse, y ello estaba llevando la mujer a su límite de tolerancia.

El hombre parecía ser mayor que la mujer; sin embargo, ambos tenían la misma edad, pero las vicisitudes de la vida lo habían impactado lo suficiente para envejecerlo físicamente. Además, el hombre también parecía más viejo mentalmente, pues su bagaje cultural era infinitamente mayor que el de la mujer. En un principio de la relación el hombre era condescendiente con la mujer, le escuchaba todo y trataba luego de darle algún consejo que él sintiera adecuado, lo que la mayoría de las veces era acertado. Pero esos últimos dos meses su trato estaba cambiando, y parecía cada vez aguantar menos las quejas de la mujer, haciéndola sentir a veces como una tonta, cosa que ya la estaba hartando.

Esa noche la mujer empezó a contarle al hombre una situación banal sufrida por una compañera del trabajo. El hombre la miró, guardó silencio algunos segundos, luego de lo cual le dijo directamente que su amiga era estúpida, y lo que le había pasado era lo que merecía una estúpida. La mujer no aguantó más, miró con odio a su amigo y le dijo que era un insensible, a lo que el hombre respondió que la sensibilidad era irracional, y que eso era una de las cosas que estaba limitando la evolución de la raza humana. La mujer sin pensarlo se puso de pie y se fue del lugar, no sin antes lanzarle el contenido de su vaso a la cara e insultarlo a viva voz.

Media hora más tarde el hombre ya se había secado el rostro y la ropa, y había comprobado que la mujer lo había bloqueado de toda forma de comunicación electrónica, incluyendo el teléfono. En ese instante una muchacha que parecía muy joven se sentó a su lado con una copa de un trago dulce. La mujer lo miró en silencio, y le preguntó si había entendido su error. El hombre bebió un gran sorbo de su destilado, empezó a recordar una tras otra todas sus reencarnaciones, y que en todas había pasado decenas de veces lo mismo. El hombre entendía que quería ayudar a la raza humana, pero que su sabiduría era tal que tarde o temprano se aburría de la nula evolución de la gente del planeta, por lo que terminaba diciendo lo que realmente pensaba y cómo lo pensaba. Luego de tragar su bebida respondió con un sí; la mujer luego le preguntó si ahora había entendido que debía cambiar a lo que el hombre de inmediato respondió que sí. Finalmente la muchacha le preguntó si cambiaría; media hora más tarde el hombre bajó la mirada, terminó su trago y pidió la cuenta.


domingo, marzo 16, 2025

Meditación

El hombre intentaba meditar en el living de su departamento ubicado en medio de la capital. El ruido de la calle y de los vecinos le complicaba concentrarse, además de la incomodidad del duro piso de baldosa sin alfombras, y de la delgadez de la colchoneta en la cual se ubicaba, la cual ya estaba casi perforada por el uso repetitivo. El hombre soñaba alguna vez poder meditar en algún lugar de ensueño, como al lado de una caída de agua o cascada, sentado en posición de loto sobre las rocas rodeado de naturaleza en una esterilla de bambú y ataviado con una bata celeste o amarilla; sin embargo sabía que eso estaba fuera de su alcance económico, y que probablemente la esterilla sobre las rocas estaría igual de dura que su colchoneta sobre el piso del departamento.

Al ritmo indolente de la música de moda, auspiciada gentilmente por sus agresivos y maleducados vecinos quienes ya tenían varias denuncias por ruidos molestos, la mente del hombre se alejaba de la realidad mundana y se conectaba con su ser interior, lo cual lo tenía en un estado de tranquilidad tal, que casi no le molestaba la estridente música. El hombre además había encendido varias varitas de incienso, cuyo olor también le ayudaba a tranquilizarse y a su conexión interna. Tal fue el nivel de desconexión con la realidad, que en un momento el hombre se quedó dormido y tuvo un extraño y vívido sueño.

El hombre se vio bastante más musculoso que como era realmente, lo que le causaba bastante risa pues entendía que era un deseo oculto de su inconsciente, cosa que jamás lograría pues no congeniaba con el ambiente de los gimnasios. De pronto fuertes golpes remecieron su puerta: al abrir, estaban frente a ella sus vecinos quienes lo insultaron por el olor de los inciensos. El hombre intentó explicarles pero el hombre más alto le gritó que los apagara de inmediato o se hiciera cargo de las consecuencias. En ese momento pasó lo más divertido del sueño.

El hombre se enojó, cosa que jamás pasaba en la vida real, empujó al vecino y lo lanzó contra la muralla del pasillo. En ese momento sus acompañantes empezaron a lanzarle golpes de pies y puños que el hombre esquivó con facilidad, para luego contratacar con una andanada de puñetazos y patadas. La fiereza de los golpes causó estragos en los rostros de sus vecinos quienes terminaron en el suelo sangrando; en ese momento uno de ellos sacó un arma de fuego de puño, que rápidamente pasó a manos del hombre con un brusco movimiento de muñeca, terminando con un disparo en el glúteo de su agresor. En ese momento el hombre cerró la puerta para despertar muerto de la risa.

Al despertar el hombre no entendía qué pasaba, pues ya no se escuchaba música, la que fue reemplazada por gritos de dolor de sus copropietarios. El hombre se asomó a la puerta: al verlo sus vecinos huyeron despavoridos, dejando muchos rastros de sangre en el pasillo. Desde ese día nunca más hubo ruidos molestos, y el hombre pudo seguir meditando en su colchoneta en el living, pero ahora en sepulcral silencio.