Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, diciembre 29, 2024

Café

El café caliente humeaba en la taza esa mañana. El olor del brebaje inundaba el cubículo donde trabajaba la muchacha, quien estaba acostumbrada a tomar café casi desde la infancia. La joven se reía con curiosidad cuando escuchaba a personas decir que no podían dormir si tomaban café después de la cena; ella era capaz de tomarse tres tazas hasta bien entrada la noche y luego dormir profundamente. Tal vez la fuerza de la costumbre o las altas dosis de cafeína la tenían así; la muchacha no sabía explicarlo, ni tampoco le importaba.

A la mañana siguiente la muchacha llegó temprano a la oficina. Al abrir su gabinete se encontró con que alguien había consumido todo el café que tenía guardado; la muchacha se mostró incómoda por lo que habló con su jefa para contarle la situación y pedirle permiso para ir al almacén de la esquina a comprar más café. Justo cuando estaba por salir apareció el gerente de la empresa acompañado por dos personas, atiborrados de carpetas. El jefe les explicó que sus acompañantes eran los contadores de la empresa, que les habían avisado que al día siguiente serían fiscalizados, por lo que en esa jornada se dedicarían a revisar todos los balances del año para evitar problemas.

Media hora más tarde la muchacha estaba pálida; al verla su jefe directo le dijo al gerente, le explicó la situación y le pidió autorización para que la joven fuera a alguna parte a comprar café; el gerente lo miró con molestia, le dijo que lo lamentaba pero que necesitaba a todo el personal para revisar balances, y que una simple taza de café podía esperar. De pronto la muchacha dio un grito que paralizó a todos en el lugar.

La escena se estaba tornando inexplicable. La muchacha estaba cada vez más pálida; de pronto y de la nada empezó a sacarse la ropa con desesperación. Al quedar desnuda, gruesos pelos empezaron a aparecer por todo su cuerpo; varios en la oficina intentaron escapar, pero el gerente había cerrado el piso con llave. El cuerpo de la muchacha empezó a alargarse al igual que su nariz, y una larga y gruesa cola apareció por sobre sus glúteos: al terminar su transformación, se había convertido en una especia de felino delgado de hocico puntudo y pelaje vetado, quien de inmediato atacó y mató a todos en la oficina para luego devorarlos con voracidad. Así, la muchacha convertida en civeta, el mamífero que convertía el café más caro del mundo, había saciado su apetito y se aprestaba a defecar los granos de café que bebería el resto del año.

domingo, diciembre 22, 2024

Experimento

La muchacha bebía una bebida cola azucarada despreocupada en medio de la plaza, en un banco a la sombra de un viejo olmo. La joven nunca se había preocupado por su estado físico, comía de todo y mucho, bebía alcohol, no hacía actividad física alguna y sin embargo se conservaba como si fuera todos los días al gimnasio y estuviera bajo el férreo control de una nutricionista. La vida le sonreía, y ella le sonreía a la vida.

Otra mucha de la misma edad terminaba de beber una botella de agua purificada sin gas en la misma plaza. La joven ya había terminado el entrenamiento de la mañana, y se estaba rehidratando antes de su colación de media mañana. La joven seguía un estilo de vida draconiano, con un equilibrio perfecto de consumo y gasto calórico, un ordenamiento preciso de horarios de comidas, actividad física y horas de sueño, seguimiento mensual con nutricionista y controles seriados con un entrenador personal; sin embargo, nunca lograba salir del sobrepeso, pese a que todos los estudios metabólicos practicados en la mejor clínica de la cuidad demostraban lo equilibrado de sus hormonas y sus parámetros generales y específicos. La muchacha, algo cansada luego de las dos horas de crossfit, se sentó en el mismo banco que la primera muchacha, a quien miró con envidia, que tenía de todo menos de sana.

Las muchachas, luego de algunos minutos, se miraron y empezaron a conversar. El dueño del quiosco de diarios notó que ambas jóvenes se parecían demasiado si no fuera por la gran diferencia de peso y tono muscular. Las hermanas gemelas estaban volviendo a conversar luego de dos años de separación, en los que cada cual hizo lo que quiso con sus cuerpos; sin embargo había llegado la hora de volver a la normalidad. La conversación fue simple y directa: esa noche se juntarían en el departamento de una de ellas, meditarían en conjunto, y una vez alcanzada la vibración necesaria, cada alma volvería a su cuerpo original, pues el experimento había terminado y los resultados acerca de la desconexión físico espiritual estaban a la vista.

domingo, diciembre 15, 2024

Anciano

El anciano estaba sentado en su escritorio trabajando tranquilamente. El anciano era el sobre nombre que los trabajadores nuevos le dieron a un hombre de cincuenta años que llevaba veinte años en la empresa, que no se había interesado por cargos directivos, y que trabajaba a la par con los empleados nuevos, muchachos veinteañeros que venían de universidades privadas con títulos de ingeniería en algo, pero que en realidad no era más que un título técnico inflado académicamente para poder cobrarles aranceles más altos. El hombre sabía cómo le decían, lo que le causaba risa al mirar que los muchachos eran todos obesos y fuera de forma física, mientras él se encontraba en la mejor etapa de su vida.

Esa mañana el gerente llamó al anciano pues necesitaba conversar con él. El directivo le informó al anciano que la junta directiva había decidido cesarlo en sus funciones; al preguntarle el por qué, el gerente le comentó que los dueños de la empresa eran los padres de los empleados nuevos, quienes veían en él un obstáculo para sus carreras. El gerente le dio el finiquito, le entregó el cheque de la empresa con la indemnización justa por sus años de servicio; además, le entregó un cheque personal de su pecunio pues sólo tenía agradecimientos para con él, y le dolía que hubiera sido desvinculado de sus funciones, pues sabía que sin su experiencia la empresa no volvería a ser lo mismo. El anciano miró los cheques, miró la carta de despido, guardó todo, le dio un sentido abrazo al gerente y fue por sus cosas. Mientras recogía sus pertenencias y se despedía de secretarias y asistentes, miró con desdén a los muchachos que sonreían por su logro.

Una semana después, una carta de gerencia citaba a todos los profesionales nuevos a una reunión en un piso con poco uso a la hora de salida. Los jóvenes miraron con molestia la citación, y mientras subían empezaron a conversar acerca de la posibilidad de presionar para remover al molesto gerente. Al llegar al piso se encontraron con un lugar mal habilitado, que más bien parecía pista de obstáculos de reality de televisión. En cuanto entraron todos se cerró la puerta por fuera, y desde las cuatro esquinas aparecieron llamas. Los jóvenes se desesperaron, y se dieron cuenta que los muebles dispuestos en el suelo parecían armar una suerte de camino; al llegar a cierto punto había una especie de barrera que ninguno de ellos pudo saltar. A la salida del edificio el anciano salía caminando tranquilamente: luego de encerrar a los jóvenes en el circuito de obstáculos con una salida que él pudo sortear sin mayor dificultad, esperando que fueran capaces de hacer lo mismo que él podía hacer con treinta años más. En las alturas de la construcción empezaron a escucharse súplicas por sus vidas y alaridos de dolor al empezar a quemarse y asfixiarse. Esa tarde nadie salió con vida del edificio.

domingo, diciembre 08, 2024

Mareo

El hombre despertó confundido con el horrible sonido del despertador, que le indicaba que el breve descanso nocturno había terminado, y que había llegado la hora de levantarse para volver a producir y crear los medios para financiar la vida. En cuanto se sentó en la cama, un extraño mareo lo desestabilizó, dejándolo preocupado acerca de su salud. Luego de bañarse, vestirse y desayunar, el mareo seguía tal cual.

El hombre llegó a su trabajo, mareado. De inmediato se dirigió a la enfermería donde le tomaron los signos vitales, encontrándose completamente normal; sin embargo al salir del lugar y presentarse en su lugar de trabajo persistía mareado. El mareo no era tan severo que le impidiera deambular o hacer sus actividades cotidianas; sin embargo, era lo suficientemente persistente como para desconcentrarlo de vez en cuando al pararse o sentarse más rápido que de costumbre.

A la hora del almuerzo el hombre seguía mareado. Luego de comer se dirigió de vuelta a su oficina, para buscar por internet algún médico que lo viera esa misma tarde para pedirle exámenes u orientarlo. En ese momento una muchacha recién llegada de la empresa de aseo, de origen haitiano, lo quedó mirando algo asustada, y de inmediato se dirigió a su casillero, casi como movida por una fuerza sobrenatural.

El hombre estaba sentado en su escritorio buscando alguna hora médica; en ese momento sintió un fuerte olor a tabaco, cosa extraña pues estaba prohibido fumar en las oficinas. De pronto vio entrar a la muchacha de aseo con un enorme habano en su boca, y sin mediar provocación aspiró con fuerza para luego lanzarle todo el humo al rostro del oficinista. En menos de un minuto llegó un guardia quien increpó a la muchacha por estar fumando en el lugar y molestando a los empleados. El oficinista se puso de pie y le dijo al guardia que entendiera a la muchacha, que estaba recién llegada y todavía no entendía bien el idioma; ese fue su modo de agradecer a la joven que le quitó el mareo instantáneamente. La joven bruja agradeció en un pobre y mal pronunciado castellano al oficinista, a quien liberó de la entidad que se había metido por la cabeza en su cuerpo y había desplazado un poco su alma, provocando el mareo persistente del hombre. Ya llegaría el momento de volver a su hogar para investigar cómo había llegado esa entidad a él, o quién se la había enviado.

domingo, diciembre 01, 2024

Mensaje

Esa mañana el teléfono no paraba de sonar, pese a ser apenas las ocho de la mañana. Las llamadas eran de distintos números, todos llamaban, saludaban, y luego se quedaban en silencio. El hombre estaba empezando a incomodarse, pues el patrón era idéntico. En algún momento llegó a pensar que algún enemigo lo estaba molestando, hasta que recordó que en su simple existencia no existían los enemigos, por lo que desechó de inmediato esa idea.

Las llamadas siguieron repitiéndose esa mañana; el hombre no sabía qué pensar, pues tampoco se parecían a las típicas llamadas comerciales que todos hemos recibido alguna vez. El hombre ya estaba cansado de responder el teléfono para nada. A las nueve de la mañana, algo cambió en el patrón.

El hombre se dio cuenta que algo se había agregado a las llamadas; la voz saludaba, decía una palabra, y luego se quedaba en silencio. Recordando las películas de espías y enigmas que tanto le gustaban, empezó a escribir las palabras a ver si hilaban alguna suerte de mensaje.

Diez y cincuenta y ocho de la mañana. El hombre temblaba de pies a cabeza, sus manos sudaban y su mente funcionaba a mil por hora. La loca idea que tuvo dio una frase que en un principio no tenía tanto sentido, hasta que entendió que se estaba repitiendo, y que el inicio no era el que él creía; al darle el orden correcto, el hombre palideció. Ahí, frente a sus ojos, el papel rezaba “a las once con cinco te iremos a buscar, a nuestro oscuro reino nos acompañarás, nada hay que hacer para romper el destino, lee este mensaje con mucho tino”. El hombre entendía que a las once con cinco algo pasaría, al llegar las once, su vista se oscureció, una sensación de opresión el pecho apareció de la nada botándolo al suelo: en ese momento una entidad, acompañada de cinco entidades más, se apareció ante su vista sonriendo.