Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, septiembre 28, 2025

Pesas

La muchacha saltaba rítmicamente frente al espejo del gimnasio. Desde niña le habían enseñado que el cuerpo debía ser cuidado por lo que para ella la actividad física era tan importante como comer o respirar. Todos los días asistía al gimnasio al menos una hora, además de trotar diez kilómetros al día de lunes a viernes y pedalear veinte kilómetros los sábado y domingo. Gracias a ello y a una nutrición balanceada, la muchacha se mantenía delgada, sana y se veía bastante más joven que las muchachas de su misma edad.

Esa mañana de invierno la muchacha vio en el gimnasio a una mujer de edad madura levantando pesos; la muchacha toda su vida había hecho actividad aeróbica, y jamás se había atrevido a levantar siquiera una mancuerna de un kilo. La muchacha recordaba a su padre quien siempre le dijo que si hacía pesas parecería hombre, por lo que decidió no intentarlo nunca. Sin embargo esa mañana la muchacha vio el físico de la mujer, y le pareció hasta más sano que el propio. La joven se acercó al entrenador de piso y le preguntó por las pesas; el hombre sacó la información de la muchacha de una tablet, ingresó los datos a un software, y luego de diez segundos el sistema arrojó un programa adecuado para que la muchacha empezara a hacer pesas de forma segura.

Seis meses después la muchacha estaba irreconocible. De su espigada forma original no quedaba nada, ahora tenía un cuerpo perfectamente definido, musculoso, había enanchado sus hombros, brazos y piernas y había marcado su abdomen. En esos momentos era el foco de miradas del gimnasio, tanto de hombres como mujeres; de hecho la mujer que la había inspirado la miraba con envidia. La muchacha ahora iba tres horas al día al gimnasio, y había incorporado a su régimen suplementos nutricionales que habían facilitado su desarrollo en tan corto plazo. La chica estaba satisfecha, y ahora su objetivo era crecer un poco más en masa muscular y luego mantenerse en el tiempo.

Esa mañana la muchacha despertó sobresaltada, había tenido una pesadilla muy vívida donde su padre la recriminaba por estar haciendo pesas, y le decía que pagaría caro el haberlo desobedecido. Cuando despertó se sintió aliviada al darse cuenta que era un sueño, y como siempre se levantó llena de ánimo para empezar un nuevo día. Al descubrir la ropa de cama se dio cuenta que estaba bastante más musculosa, y notó con espanto que además estaba mucho más velluda; probablemente alguno de los suplementos le había provocado eso, por lo que debería cambiarlos. Al levantarse cruzó bruscamente las piernas, lo que le provocó un dolor que jamás había sentido: al mirar dentro del pantalón, vio un pene y dos testículos colgando de su pelvis. La muchacha corrió al baño, se desnudó y se miró al espejo: la imagen que le devolvía era la de un hombre. En ese momento recordó a una tía suya que de un día para otro empezó a hacer pesas y desapareció, para que dos meses después llegara a la familia un hombre musculoso cuyas facciones se parecían demasiado a las de su tía, y que fue presentado como un pariente lejano que se incorporaría a la familia. Ahora no quedaba otra que llamar a su padre, contarle lo que había pasado y pedir ayuda para inventar una historia similar a la de su tía tío.

domingo, septiembre 21, 2025

Modelo

La adolescente modelaba frente al espejo la ropa con la que saldría al supermercado esa tarde con su madre. Su progenitora miraba con curiosidad y hasta con risa la preocupación que ponía la muchacha en cada detalle de su presentación personal en público: la mujer aún recordaba que a la edad que tenía su hija ella era una rebelde descuidada y desordenada, que jamás se preocupaba de la ropa ni del peinado para salir a la calle. A veces se preguntaba a quién había salido la pequeña, y la respuesta era una sola: su abuela paterna había pertenecido a la aristocracia en su juventud, y había aprendido todas esas costumbres a temprana edad, y se las había heredado a su nieta, quien sin embargo nunca la conoció pues la señora había fallecido cuando su padre había cumplido quince años, unos diez años antes de engendrarla.

La muchacha caminaba de la mano de su madre, al entrar al supermercado la niña se soltó de la mano para mirar su reflejo en la vitrina y asegurarse de estar presentable; la mujer miró a su hija, sonrió y caminó delante de ella para dejar que la muchacha hiciera lo que sintiera. Diez segundos más tarde sintió la pequeña mano de su hija nuevamente sujetando la suya. Ambas mujeres siguieron caminando de la mano buscando las cosas de la lista de compras.

Al llegar a la panadería había una suerte de barullo, mucha gente mirando hacia las góndolas con pan, dos guardias del supermercado en el lugar y una voz vieja y cansada vociferando algo casi ininteligible. Madre e hija asomaron sus cabezas y vieron a un anciano que parecía tener más años que el mundo, pulcramente vestido, reclamando por la temperatura del pan que le humedecía la bolsa plástica, y exigiendo que le trajeran bolsas de papel. Los guardias con toda paciencia le explicaban que no tenían, lo que parecía enrabiar cada vez más al anciano. De pronto la niña soltó la mano de su madre y se acercó al lugar.

El anciano seguía reclamando con la voz más alta que podía; de pronto sintió una pequeña mano tomando la suya. Al girarse a mirar vio los ojos de la pequeña fijos en los suyos; el hombre guardó silencio, soltó la bolsa plástica de pan y se fundió en un abrazo eterno con la pequeña. La madre y el resto de los compradores no entendían nada; sin embargo el hombre reconoció de inmediato a su hermana fallecida veinticinco años atrás en el cuerpo de la pequeña, y la niña reconoció a su hermano el gruñón que dejó de ver el día que falleció, pero que trajo en su memoria a su nueva encarnación.

domingo, septiembre 14, 2025

Asesino

El asesino caminaba por la plaza mirando el entorno; hacía días que no terminaba con la vida de nadie por lo que inconscientemente daba vueltas para ver si encontraba a alguien con el perfil que seguía y así poder darle continuidad a su seguidilla de homicidios. Hasta ese momento llevaba cinco muertos, y aparentemente las policías y la fiscalía aún no eran capaces de seguir el patrón que había ideado, pese a lo evidente que al menos para él era. El hombre asesinaba hombres chilenos de no más de un metro cincuenta de estatura, de no más cuarenta kilos de peso y de no menos de sesenta años. El patrón parecía antojadizo, pero no lo era.

El padre del asesino era un enjuto hombre de un metro cuarenta y nueve de estatura que pesaba treinta y ocho kilos, que cuando joven había sido boxeador, y pasados los sesenta años se dedicó a usar a su esposa, del mismo peso y estatura, como saco de boxeo. El asesino vivía solo, e iba una vez cada dos semanas a ver a su madre, y siempre la encontraba con moretones en la cara y el cuerpo. La última vez que la vio estaba con más moretones, con la cabeza en una posición imposible, el cuello roto y tapada por una lona de la policía. En ese momento el hombre se descontroló, buscó a su padre, lo mató a golpes, para luego desmembrar su cuerpo y lanzar los restos a un río. Terminado ello tomó sus cosas y se mudó de ciudad, con la sed de venganza viva, por lo que decidió seguir asesinando a hombres que le recordaran a su progenitor, del que heredó la violencia y el instinto asesino.

El hombre miraba a todos en la plaza. De pronto apareció un hombre pequeño y muy delgado, que calzaba perfecto con sus estándares físicos; sin embargo, no parecía tener más de treinta y cinco años. El asesino pensó un poco, y decidió que cuando ese hombre cumpliera los sesenta años se pondría tan malvado como su padre, por lo que rápidamente decidió asesinarlo. Luego de meterle conversación e invitarle una cerveza, lo golpeó con una enorme piedra en la cabeza quebrándole el cráneo y acabando con su vida al instante. Un minuto después, algo que nunca había sucedido ocurrió frente a sus ojos.

El cuerpo con la cabeza rota se puso de pie. Con la cabeza partida miró al asesino quien no entendía nada; el asesino miró en el suelo hasta encontrar otra piedra más grande con la que nuevamente golpeó la cabeza del pequeño joven, quien cayó al suelo para un minuto más tarde volver a ponerse de pie para mirar, ahora con un ojo medio salido, a su verdugo quien seguía sin entender lo que sucedía. El asesino encontró un pastelón de concreto que apenas logró levantar, con el cual terminó por reventar lo que quedaba de la cabeza del joven, quien por tercera vez se puso de pie de frente al asesino quien ya no sabía qué hacer. A su lado, la Muerte se negaba a llevarse a alguien que no cumpliera estrictamente con el patrón del asesino, por lo que devolvería el alma a lo que quedara del cuerpo las veces que fuera necesario hasta que el asesino entendiera y volviera en sí.

domingo, septiembre 07, 2025

Ansiedad

El escritor estaba borrando su noveno borrador de cuento de la mañana. Su imaginación y las musas parecían no querer acompañarlo ese día, y los intentos de forzar una idea habían sido infructuosos. Luego de terminar nuevamente con la pantalla en blanco, y después de media hora de mirar videos en el computador, decidió tomar un café cargado y salir a caminar para despejarse y ver si luego de la marcha las ideas regresaban a su cabeza.

Dos horas más tarde el escritor seguía caminando sin ser capaz de despejarse. En ese momento se dio cuenta que el motivo de su desconcentración era que estaba ansioso. La noche anterior no había dormido bien pues había tenido una pesadilla bastante extraña en la que un pedazo de un edificio caía sobre su cuerpo aplastándolo y dejándolo inmóvil del cuello hacia abajo. El hombre pasó a una farmacia, preguntó, y le vendieron un medicamento de origen natural para intentar manejar la ansiedad.

Luego de media hora de tomar el medicamento la ansiedad pareció ceder, por lo que el hombre decidió volver sobre sus pasos a su domicilio a ver si ahora sí podía volver a escribir, y para variar un poco el paisaje decidió irse por otro camino. El hombre caminaba despreocupado, hasta que pasó al lado de un edificio viejo con una rica fachada; el hombre se quedó viendo la mampostería, hasta que de pronto se fue a negro.

El hombre volvió en sí un segundo después; se encontraba de pie al lado de su cuerpo, sobre el que había caído la cabeza de una estatua ubicada en el techo del viejo edificio, dejándolo con una enorme herida en su cabeza que sangraba profusamente. Mientras los curiosos se acercaban a intentar ayudarlo o a grabar videos para subirlos a sus redes sociales, notó a un hombre de mediana edad de mirada seria parado al lado de él. El hombre no movió sus labios, pero escuchó claramente en su cabeza cómo su ángel de la guarda lo reprimía por no haber previsto el accidente luego del sueño premonitorio que le enviara la noche anterior para intentar salvarlo de la invalidez.