Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, junio 30, 2024

Rosales

El anciano podaba con tranquilidad los rosales de su antejardín. El hombre había heredado la casa de sus padres, quienes antes de partir le dijeron encarecidamente que debía cuidar de las rosas porque ellas eran el alma de la vivienda. El hombre por tanto siempre le dedicaba tiempo a regarlas, echarles suplementos nutricionales a la tierra, podarlas y arreglarlas regularmente; de hecho cada día al menos pasaba media hora vigilando los rosales, para que no tuvieran ninguna plaga y que la tierra estuviera lo suficientemente bien mantenida para que las rosas se convirtieran en eternas. La única pena que tenía es que su hijo no mostraba interés en el jardín, por lo que probablemente las rosas morirían con él, o poco tiempo después de su partida.

Esa noche su hijo fue a verlo por su cumpleaños, al cual asistieron algunos amigos de universidad y ex compañeros de trabajo que aún quedaban vivos. La celebración estuvo entretenida y bastante regada, por lo que muchos tuvieron que llamar a hijos o nietos para que los fueran a buscar; sin embargo su hijo decidió quedarse esa noche con su padre, pues hacía mucho tiempo que no lo veía, y esa tarde se dio cuenta de todo lo que lo echaba de menos. Luego de avisarle a su esposa, se sentó a la mesa con el anciano a recordar su vida juntos, y a seguir bebiendo lo que quedaba de vino. Cerca de las dos de la mañana ambos hombres se fueron a acostar bastante mareados.

Tres y media de la mañana. Cuatro amigos de lo ajeno saltaron la reja de la casa y empezaron a forzar la puerta del lugar. Una antigua asesora del hogar les contó que la casa estaba llena de cosas valiosas por lo que valía la pena asaltarla de noche. Los cuatro hombres iban armados, por lo que no les costaría reducir al dueño de casa; de todos modos los hombres iban dispuestos a todo con tal de apoderarse de los objetos de valor del lugar, por lo que matar al propietario estaba dentro de sus posibilidades.

El hijo del dueño de casa sintió ruidos por lo que decidió levantarse a ver qué estaba pasando. El hombre le avisó a su padre quien no se inquietó, dándose la vuelta en la cama para seguir durmiendo. El hombre bajó del segundo piso: al llegar al primer piso se encontró de frente con los ladrones quienes de inmediato lo apuntaron. De pronto los dos hombres que venían atrás gritaron de dolor y desaparecieron bruscamente. Uno de los que ya estaba dentro de la casa se dio vuelta para ver qué estaba pasando; luego de gritar un par de improperios gritó también de dolor y desapareció por la puerta. El último asaltante miró hacia afuera, palideció, y buscó una puerta posterior de la casa para huir despavorido. El hijo del anciano se asomó al antejardín y vio con horror cómo los rosales habían lanzado una suerte de tentáculos llenos de espinas con los que habían capturado a los ladrones para luego hundirlos en la tierra y empezar a convertirlos en abono para sus propias raíces. A partir de ese momento el hijo del dueño de casa empezó a comprar libros de jardinería para saber cómo cuidar los rosales que en algún momento heredaría.

domingo, junio 23, 2024

Mancha

 La secretaria disfrutaba en silencio el café que tomaba en la oficina a media mañana. Dado que no trabajaba atendiendo público se podía dar el tiempo de disfrutar un café sin dejar de trabajar, por lo que su jefe no la molestaba por su simple costumbre. Esa fría mañana de otoño se agradecía el café para calentar el cuerpo y hacer menos pesada la mañana, por lo que ya tenía pensado tomarse más de una taza en esa jornada laboral. Casi al terminar el café no se dio cuenta y pasó a llevar con el brazo la taza, derramando el resto que le quedaba de contenido en una de las carpetas, que para suerte de ella era la que tenía información más banal y recuperable. La mujer de inmediato se dirigió a conseguir toalla de papel absorbente para subsanar en algo el accidente. Al volver a su oficina, algo extraño había pasado.

Cuando sucedió el accidente, la mancha de café no alcanzaba a cubrir más de la mitad de la carpeta; cuando volvió con el rollo de toalla de papel, la mancha abarcaba la carpeta completa. Extrañamente, al intentar absorber el contenido con el papel, se dio cuenta que la consistencia de la mancha se había vuelto viscosa, como si al café le hubieran echado algo para espesarlo. En ese momento una compañera pasó por la entrada de la oficina, y al ver la carpeta, un grito se ahogó en su garganta; la mujer miró a su compañera, y al volver la vista a la carpeta entendió el grito.

La carpeta estaba cubierta por una costra café que parecía estar engrosándose a cada segundo. La secretaria y su compañera miraban el espectáculo casi congeladas de miedo al no saber cómo era posible que eso sucediera. A cada segundo se acercaban más compañeros de trabajo a observar lo que estaba sucediendo, lo que terminó por llamar la atención del jefe, quien al llegar al lugar y ver la carpeta, consiguió un par de guantes de goma con el personal de aseo, tomó la carpeta y la llevó a su oficina sin dar explicaciones. Luego de entrar a su despacho cerró la puerta y le puso seguro.

La vieja bruja estaba terminando de barrer la salita en la cual atendía a sus clientes; de pronto sonó su celular, y al ver la pantalla supo de inmediato de quién era la llamada. Media hora más tarde estaba entrando por una puerta trasera al despacho del jefe de la empresa; al ver la carpeta, supo que tenía que poner manos a la obra de inmediato.

Dos horas más tarde el jefe salió del despacho, tomó el hervidor de agua y lo botó en la basura, no sin antes echarle un papelito dentro; luego de ello juntó al personal, les dijo que le había entrado una especie de bicho al hervidor, que todos los que habían tomado café o té esa mañana debían consultar al médico ese mismo día, y que él compraría otro hervidor para cambiar el contaminado. Mientras tanto en el despacho la bruja terminaba de conjurar a la otra bruja contratada por la competencia para destruir la empresa por medio de una masa que ocuparía todo el espacio físico destruyendo la construcción. Su embrujo de vuelta eso sí era más elaborado: al día siguiente todos los trabajadores recibirían unos quequitos de cortesía para el desayuno, que terminarían por convertirlos a todos en asnos, en un plazo lo suficientemente corto como para evitar cualquier reacción.

domingo, junio 16, 2024

Cuernos

 La secretaria trataba de contener su rabia. Esa mañana varias veces su jefe la había gritoneado por errores de otras personas, lo que ya la tenía completamente desencajada. La mujer era la amante de su jefe, la vida sexual que llevaban era extremadamente placentera y plena, pero la vida laboral se estaba convirtiendo en un asco.

A las once de la mañana su jefe la llamó por octava vez; antes que empezara a retarla la mujer le pidió que se sincerara pues le parecía extraño tanto mal trato. El hombre bajó la mirada, y murmuró que había decidido dejarla, pues su esposa había quedado embarazada y quería retomar la vida familiar. La mujer no respondió, simplemente salió de la oficina y siguió haciendo su trabajo. Ese día su jefe no la volvió a citar a su despacho.

Esa noche la mujer fue a su bar favorito; diez minutos más tarde una mujer añosa se sentó a su lado con cara de cansada. La secretaria le contó a la mujer lo que le había pasado esa mañana; la mujer cerró los ojos y al abrirlos le dijo que la esposa de su jefe había conseguido a una bruja más poderosa que ella, que había desecho el amarre que ella había hecho tres años antes, y que ahora la esposa con la otra bruja estaban en control de la situación. La mujer bebió un largo sorbo de su vaso, le pasó un sobre cerrado a la bruja y llamó al mesero para pagar su cuenta.

A la mañana siguiente la mujer llegó sin aspavientos al trabajo. Durante todo el día su jefe no la llamó, tónica que se mantuvo por toda una semana. Al octavo día su jefe la llamó antes de la hora de salida: le preguntó a la mujer cómo estaba, a lo que la secretaria respondió que bien, que ya todo estaba olvidado. Antes de despedirse, la mujer rozó suavemente el antebrazo de su ahora ex amante.

La vida siguió su curso, el embarazo de la esposa del jefe siguió su evolución normal, y una vez cumplido el plazo, la mujer empezó con síntomas de parto. De inmediato el hombre la subió a su auto para llevarla a la clínica donde estaba programado el parto junto con su ginecólogo. Algunas horas más tarde la mujer estaba pariendo a su hijo; todo partió bien, pero en cuanto la cabeza del feto se encajó en el canal de parto la mujer empezó a gritar desesperadamente, mientras empezaba a manar sangre por dos extremos de la vagina. La matrona metió la mano para asir la cabeza del feto: en ese instante la profesional se dio cuenta de algo extraño en ese parto, por lo que hizo llamar urgente al ginecólogo.

El padre esperaba nervioso en la sala de pos parto; el hombre había escuchado unos gritos horrendos que venían de la sala de parto pero no se había atrevido a entrar, pues le tenía asco a la sangre y a casi cualquier secreción. Media hora más tarde el ginecólogo salió de la sala de parto con su tenida ensangrentada y cara de malas noticias. El médico le dijo al padre que el bebé estaba bien, pero que tenía una deformidad anatómica que no lograron descubrir en los controles y que había complicado el parto. Luego de ello el profesional le dijo al padre que la deformidad de su bebé le había provocado una hemorragia enorme a la madre al romper el canal de parto que la tenía en esos momentos entre la vida y la muerte por la gran pérdida de sangre secundaria a las lesiones. Cuando el hombre preguntó qué deformidad era, el médico guardó silencio y lo llevó a una salita donde una matrona tenía al bebé en brazos. Al descubrirlo, vio que en la cabeza del bebé había un par de voluminosos cuernos que salían de cada lado de la cabeza. A un par de kilómetros de distancia, la secretaria y la bruja brindaban por el bebé recién nacido, que terminó siendo más cornudo que su propia madre.

domingo, junio 09, 2024

Congelado

 El hombre miraba con una mezcla de cansancio y rabia la pantalla de su computador. Estaba terminando un informe que llevaba seis días preparando, cuando un corte de luz no programado lo dejó en el aire si poder seguir avanzando con el trabajo. El hombre ya estaba acostumbrado a los inconvenientes externos en su trabajo, pero esa mañana la presión se había tornado casi insostenible pues su jefe le había preguntado varias veces sobre el informe, y el corte de luz lo tenía casi colapsado. Justo en ese momento entraba por su puerta el jefe para volver a preguntar respecto de lo mismo; sin embargo al ver el semblante del trabajador le dijo que sería una buena idea salir a dar una vuelta de una media hora a la calle, pues no quería que la oficina apareciera en la crónica roja del noticiario de ese día. El hombre esbozó una sonrisa fingida, pero le hizo caso al jefe y salió a caminar.

Esa mañana de otoño hacía un frío tolerable y casi agradable. El hombre avanzaba con lentitud por la cuadra en que estaba el edificio en que trabajaba; no pretendía alejarse mucho del lugar, simplemente necesitaba caminar para enfriar la mente y bajar las revoluciones. El hombre miraba con curiosidad el entorno, pues nunca había salido a la calle a esa hora; se veía a mucha dueña de casa de compras, algunos escolares haciendo la cimarra, y gente caminando sin rumbo fijo, como él. El hombre levantó la vista a un enorme árbol que había un par de metros delante de él, en ese instante quedó tieso con lo que se presentaba ante sus ojos

El hombre vio en el árbol a un ave que no se movía, que estaba en el aire, y que no era un picaflor. En ese momento empezó a mirar a distintas partes del follaje, y se encontró con lo mismo: aves en posición de vuelo congeladas en el aire. El hombre no daba crédito a lo que estaba viendo, y decidió ver si alguna otra persona veía lo mismo que él; al bajar su vista al nivel del suelo, se dio cuenta que todos los transeúntes estaban igual que las aves, paralizados en sus actividades o trayectos.

El hombre no lograba entender lo que estaba sucediendo. En ese momento parecía que el tiempo se hubiera detenido alrededor de él, dejándolo de lado. El hombre deambulaba viendo cómo la vida no se movía, y de verdad que lo estaba disfrutando, pues por primera vez podía ver el proceso de vuelo de las aves como lo muestran en televisión, pero en vivo y frente a frente. El hombre se divirtió mirando perros callejeros, personas con expresión de apuro detenidas en el tiempo, hojas cayendo de los árboles congeladas en el aire; hasta las moscas en vuelo le parecían interesantes.

Luego de un rato el hombre quiso creer que la vida le estaba regalando un tiempo fuera del tiempo; se dirigió a una multitienda, llegó al piso donde vendían camas, y se acostó a dormir hasta que la vida nuevamente lo despertara. El hombre comprendió en ese instante el regalo de la vida, y ésta se encargaría de mantener todo congelado hasta que él despertara descansado por una vez en su vida.

domingo, junio 02, 2024

Fisico

 El anciano se mantenía haciendo actividad física todos los días hábiles de la semana. Desde adulto joven se había acostumbrado a hacer flexiones de brazos y sombra de boxeo, conducta que había mantenido por décadas y pretendía seguir manteniendo. El hombre tenía claro que lo que hacía jamás le podría servir para meterse en una pelea o defenderse de un asalto, y que tampoco era suficiente para mantener una buena salud cardiovascular; sin embargo el mantener dicha escasa actividad lo hacía sentirse más vivo y hasta algo más sano.

El hombre seguía una rutina fija de repeticiones diarias, sin subir ni bajar la cantidad de ejercicios ni la intensidad; hubo un tiempo en que el cansancio lo venció y se detuvo por un par de semanas, pero la fuerza de la costumbre lo obligó a retomar su actividad de costumbre. El anciano era un animal de costumbres, y por ello no podía dejar de hacer lo que la costumbre le indicaba.

Esa tarde el hombre fue a una tienda a comprar una chaqueta; le pidió al dependiente la talla de siempre, y esperó a que se la trajeran. El vendedor apareció un minuto después con una prenda dos tallas mayor a la que había pedido; el hombre se molestó, pero simplemente la tomó y se la puso para enrostrarle el error al vendedor. Grande fue su sorpresa al ver que la prenda le quedaba casi ajustada; el vendedor lo miró, y de inmediato fue e buscar otra talla más, para comodidad del comprador. El anciano no entendía nada.

Dos semanas después el hombre había pedido hora con su geriatra, pues luego del problema con la chaqueta había ido a comprar camisas y pantalones, encontrándose con la misma sorpresa: había crecido. El médico lo miró extrañado al entrar a la consulta, y luego de conversar brevemente lo hizo subir a la báscula: el hombre había subido diez kilogramos, y lo que era más extraño, su estatura había aumentado en cinco centímetros. De inmediato el geriatra ordenó una serie de exámenes hormonales e imágenes de la base del cráneo, sospechando un tumor hipofisario. El sorprendido en el control fue el médico al encontrar todos los exámenes normales.

El anciano no podía entender lo que le estaba pasando, día tras día aumentaba su peso en masa muscular y su estatura se encumbraba al menos un centímetro por día, cuando no era más. El hombre ya no sabía dónde buscar ayuda, había dejado de hacer actividad física y pese a ello seguía ganando masa muscular y estatura. Esa tarde iba cavilando por la calle tratando de encontrar respuestas: de pronto una van se detuvo a su lado, de la cual salieron tres tipos enormes que lo golpearon violentamente en la cabeza y lo subieron al vehículo.

El anciano despertó mareado en una habitación pobremente iluminada, rodeado de gente con tenidas como de monjes con las capuchas puestas. Sin mediar preámbulo alguno, una de las personas abrió por la fuerza su camisa y atravesó su tórax con una daga de treinta centímetros, causándole una muerte casi instantánea. Al salir el alma del cuerpo, notó que junto a él salía otra alma, de color negro y sin forma humana. La persona que lo había asesinado sacó una suerte de botella, y luego de recitar un par de frases en un idioma desconocido, hizo que el alma negra quedara capturada en la botella. Finalmente la persona movió la daga en el aire haciendo formas extrañas, luego de lo cual el alma del anciano volvió al cuerpo: el anciano fue cargado por los mismos tres que lo habían secuestrado, dejándolo media hora más tarde en el mismo lugar en que lo habían tomado. El anciano se abrió la camisa y vio en su pecho una cicatriz casi imperceptible. Al pasar por un edificio de vidrio, vio que había recuperado su estatura y masa muscular. El anciano dio las gracias mirando al cielo; al otro lado de la ciudad, el culto satánico había logrado capturar al ente que necesitaban para iniciar la conquista del mundo, y que por error habían enviado al cuerpo del inocente anciano.