Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, febrero 09, 2025

Escritor

El escritor se sumergía en su cerebro buscando ideas para escribir. En el taller literario que tomó para aprender a crear le enseñaron que la inspiración no existía, pero había descubierto con los años que al menos en su caso había una suerte de señal “divina” que le llegaba y que le permitía escribir. Sin embargo, el hombre tendía a deambular por la ciudad observando el entorno, y era ello en realidad lo que le daba ideas para plasmarlas en el papel y le permitía crear para eventualmente ser leído por alguien en algún momento.

Esa noche el hombre fue a un bar cerca de su casa a beber algunos tragos para relajarse y pensar un poco acerca de su creatividad. Luego del cuarto vaso de destilado su mente empezó a obnubilarse, a ver el mundo moverse a su alrededor, y hasta a ver las cosas de un color distinto; de pronto el hombre se quedó profundamente dormido sobre la barra.

El hombre despertó como a las cuatro de la mañana; al darse cuenta de la hora se preocupó, pues el horario de cierre del bar era a las tres. Al incorporarse, vio a u barman desconocido, vestido formalmente y con un trato casi de diplomático. El hombre le preguntó por la hora, a lo que el barman le dijo que no se preocupara, que las restricciones horarias no existían en ese lugar. El hombre pidió el mismo destilado que lo había aturdido, el que fue servido diligentemente por el hombre tras la barra quien luego de ello, siguió lustrando vasos con un paño blanco.

El hombre empezó a mirar su entorno; los comensales no tenía nada que ver con aquellos que estaban cuando él llegó al local. Ahora había gente ataviada más elegantemente que en un principio, con ropas de calidad pero definitivamente extemporáneas; el modo de hablar de todos tampoco parecía acorde a la época. De pronto el hombre se fijó en las botellas ubicadas en un muro con un espejo en el fondo, y recién empezó a entender.

El hombre bebía tranquilamente en la barra. Al verse al espejo y no ver imagen alguna reflejada en él, su memoria se refrescó. El hombre no se había quedado dormido sino había muerto de un accidente vascular en el lugar, quedando su alma capturada en el bar que albergaba a todas las almas que había fallecido en el centenario local. El hombre ya no tenía preocupaciones, pues no había dejado deudos, y su exigua herencia no cambiaría en nada las arcas fiscales del país. En ese momento su interés estaba centrado en una hermosa joven ataviada con un traje que parecía sacado de la época del Charleston, que había muerto ochenta años atrás, y que ahora lo escuchaba interesada en sus aventuras como escritor.

domingo, febrero 02, 2025

Trote

El hombre trotaba temprano cada mañana. Todos los días se levantaba a las cinco de la mañana y a las cinco veinte ya estaba en la calle trotando sin importarle la oscuridad, el clima o el tráfico. El hombre siempre iba adecuadamente vestido con ropa deportiva acorde a la época del año, y mantenía un ritmo de trote permanente en todo su trayecto.

Esa mañana el hombre trotaba por la avenida que quedaba a tres cuadras de su casa. De pronto se encontró con un camino de tierra seco y polvoriento. A la distancia se veía un grupo de carpas antiguas, custodiadas por dos soldados ataviados con ropas coloridas, armados con enormes fusiles; los hombres lo miraron con curiosidad, pero al notar que no representaba peligro, siguieron escudriñando el resto del paisaje.

A la mañana siguiente el hombre llegó nuevamente a la avenida; nuevamente a los pocos metros apareció un camino de tierra, esta vez más húmeda, y con una mayor densidad de árboles. A la distancia vio aparecer sendas construcciones de madera, paja y barro, desde las cuales salían personas ataviadas con ropas simples hechas de telas básicas. Las armas que algunos portaban eran mazos, arcos y flechas y lanzas. Ninguno de ellos tomó en cuenta al hombre; al parecer, ni siquiera lo vieron.

Otro día cualquiera el hombre llegó a la avenida: de pronto se encontró con una tormenta eléctrica, lluvias torrenciales y agua desbordada al lado de un inexistente camino. En ese momento un enorme animal de cerca de veinte metros de largo y diez de alto, cubierto de una fina capa de plumas, comía de la copa de un extraño árbol; a la distancia un grupo de animales más pequeños pero con enormes garras lo acechaban, esperando el momento preciso para darle caza y convertirlo en comida.

Esa mañana el hombre despertó algo preocupado, se vistió como siempre y salió a trotar a las cinco veinte de la mañana. A tres cuadras de su casa estaba la entrada al agujero de gusano que le permitía trotar en distintas etapas de la historia del lugar; el hombre estaba algo atemorizado, pues si todo seguía cierta lógica, podría tal vez aparecer en una época en que en vez de tierra hubiera un océano, o peor aún, una superficie gigantesca de lava.