Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, agosto 31, 2025

Fiebre

La fiebre tenía completamente descompensado al escolar esa mañana. La noche anterior había estado jugando fútbol en la calle con sus amigos hasta tarde en la noche, había traspirado mucho y no se quiso bañar en cuanto entró a la casa por lo que se quedó con la ropa húmeda con el sudor por cerca de media hora. Como era de esperar, a la mañana siguiente despertó afiebrado y con molestias para respirar. Su madre al verlo le dijo que lo enviaría igual al colegio pues todo había sido su culpa la noche anterior. Así, sin piedad alguna, la mujer lo levantó a la fuerza, lo obligó a bañarse y lo llevó al colegio tal como estaba.

El niño no paraba de traspirar, y ya estaba viendo todo borroso. La fiebre le impedía concentrarse, y casi no era capaz de siquiera seguir el ritmo de la primera clase de la mañana. El profesor al darse cuenta le avisó al inspector quien consiguió el número de teléfono de la madre para que lo retirara y lo llevara al médico. Grande fue su sorpresa cuando la mujer le dijo que la fiebre era por irresponsabilidad del niño, que no lo iría a buscar pues debía aprender a ser responsable, y luego cortó la llamada y apagó el teléfono. El inspector, al no tener qué hacer, sacó al niño de la sala para evitar contagios, lo llevó a la sala de profesores y le dio un té caliente. Cuando el pequeño estaba por tomar la taza no aguantó más y se desmayó.

El niño se vio de pronto dentro de un extraño sueño. Veía fuego rodeándolo por todos lados, el calor aumentaba a cada segundo y el pequeño se sentía cada vez más mal; de pronto vio que entre las llamas aparecían seres pequeños de color rojo que se le acercaban y le movían todo el cuerpo; de pronto y de la nada apareció una mujer gigante de piel azul, ocho brazos y una larga lengua roja que empezó a matar a los pequeños seres de color rojo. Luego de algunos minutos los seres diminutos desaparecieron, y la enorme mujer se fue caminando lentamente mirando todo a su alrededor. En ese momento el niño despertó en una cama de una clínica; a sus pies estaba una mujer de piel mate cuyo rostro se parecía al de la enorme mujer azul de lengua larga. En ese momento entró a la habitación su madre asustada; el inspector le dijo que el pequeño empezó a convulsionar por la fiebre, y que una alumna de intercambio de pedagogía proveniente de la India la subió a su vehículo y lo llevó a la clínica para que lo estabilizaran. Cuando la madre volteó para dar las gracias, la estudiante había desaparecido. Por el espacio de la puerta cruzó mirada con el pequeño, a quien le guiñó el ojo, y le mostró su larga lengua. Ese día la muchacha desapareció del colegio. Nunca más se supo de ella

domingo, agosto 17, 2025

Crujidos

Muchos crujidos se escuchaban esa mañana en la obra. Los trabajadores habían llegado temprano como siempre a su faena, pero al llegar sintieron que todo crujía, como si el trabajo hubiera quedado mal hecho, o la tierra bajo la edificación estuviera cediendo. El capataz al llegar también se dio cuenta de que todo crujía, ordenó a su gente no entrar al lugar y llamó de inmediato a su jefatura para informar lo que estaba pasando y saber cómo proceder.

Una hora más tarde un equipo de ingenieros, geomensores y arquitectos llegaron al lugar con muchos aparatos que loe obreros no conocían. Luego de otra hora más de inspecciones llegaron a la conclusión que nada extraño había en el trabajo ejecutado ni en el terreno, por lo que probablemente eras crujidos normales para la etapa de la obra en que estaban. Pese a la incredulidad de los obreros se dio reinicio a los trabajos, sin que nada pasara en dos horas de trabajo; terminado el plazo y estando seguros que nada pasaría, los profesionales se retiraron del lugar dejando a los trabajadores seguir con el plan de trabajo.

El resto del día transcurrió sin mayores contratiempos; sin embargo media hora antes del término de la faena los crujidos reaparecieron con más intensidad. Pese a ello los trabajadores siguieron su trabajo sin que nada pasara, lo que los tranquilizó para que pudieran seguir en sus labores. De pronto el operador de la grúa sintió algo raro en su asiento, al mirar a su lado vio algo que no pudo entender.

Al lado del operador de la grúa había una persona con la piel gris y pintada con colores vivos, rapado al cero, torso desnudo, y con una especie de pantalón de cuero de animal con todos sus pelos. El hombre ahogó un grito de espanto e intentó comunicarse por la radio; al abrir el canal escuchó que varios de sus compañeros denunciaban casi lo mismo. En ese momento los obreros empezaron a salir de la obra; cuando todos estuvieron fuera los obreros se encontraron con más de una decena de mapuches con vestimenta de guerra mirándolos con la misma extrañeza con que miraban los obreros. Diez minutos más tarde apareció un arqueólogo en el lugar con el jefe de la empresa constructora con documentos que demostraban que el lugar era un cementerio indígena, y que la obra debería ser suspendida hasta que sacaran todos los restos del lugar. Al ver llegar a los profesionales las almas desaparecieron al igual que los crujidos.

domingo, agosto 10, 2025

Libro

El hombre fumaba su pipa en la biblioteca de la casa; mientras hojeaba un libro, veía el humo salir de la pipa y el vapor de la taza de café que descansaba en el arrimo de la habitación. De la nada sintió una especie de empujón en el brazo izquierdo; en ese momento despertó en el bus mientras la pasajera que iba sentada a su lado lo despertaba para poder bajar en el paradero. El muchacho se desperezó, le dio la pasada y sujetó firmemente su vaso de café con una mano y el libro que estaba leyendo antes de quedarse dormido con la otra. El muchacho pensó en lo que estaba soñando, sonrió, y abrió el libro en la página que tenía marcada.

Media hora más tarde el muchacho volvió a despertar, se había pasado quince cuadras de su destino. El joven se bajó a la carrera, botó el vaso de café y empezó la caminata hacia el trabajo, pues no le alcanzaba el presupuesto para pagar un pasaje de más por el exceso de sueño al no haber dormido adecuadamente la noche anterior por haberse quedado leyendo hasta demasiado tarde. Mientras caminaba pensaba en el sueño, en tener una biblioteca en la casa, pero más que nada tener los medios para trabajar menos horas a la semana para tener más tiempo para leer.

El muchacho caminaba lentamente al trabajo, pues iba leyendo en el trayecto. El joven ya conocía a su jefe, y sabía que con el retraso que llevaba le descontaría el día completo, por lo que no valía la pena apurarse para llegar antes a una jornada económicamente perdida. Además, el libro estaba llegando al climax, y no podía esperar para saber el desenlace de la novela de acción.

El joven cruzó despreocupado la calle, sintiendo un bocinazo tras de sí, y un golpe seco luego del bocinazo. En ese instante los transeúntes se dirigieron corriendo hacia el vehículo; la curiosidad pudo más que el libro y el joven se dio vuelta. Dos metros más allá estaba el auto con el capó abollado; a los siete metros había un cuerpo botado en el suelo, y un libro ensangrentado. El muchacho se acercó al cadáver, y al mirar el rostro del accidentado se reconoció inmediatamente; al ver su libro vio que las páginas estaban cubiertas de sangre, tal como el libro físico. El alma del joven sonrió amargamente: la sangre en su libro le impedía saber el desenlace de la historia. El joven había muerto por su amor a la literatura, y gracias a su sangre jamás sabría cómo terminaba la historia que le quitó la vida.

domingo, agosto 03, 2025

La repartidora había detenido su trabajo de delivery esa tarde para tomarse un té. La muchacha venía de una familia de rancias tradiciones las cuales había evitado desde pequeña, salvo la costumbre de tomar té a la hora que fuera para calmar los ánimos, calentar el cuerpo, descansar o simplemente desconectarse de la realidad. En la mochila de reparto traía un termo metálico de buena calidad que mantenía el agua caliente por bastantes horas, y una o dos cajas de bolsitas de té de sabores surtidos para elegir según la circunstancia.

Esa tarde había tenido bastante trabajo, su vehículo había sido fiscalizado por carabineros, y le habían tocado buenos clientes que hasta le habían dado propinas por el reparto. La muchacha estaba tranquila y satisfecha, por lo que detuvo la moto para beber una taza de té a modo de celebración. Al abrir la caja se encontró con una bolsita de una variedad desconocida, que ni siquiera recordaba haber comprado; la muchacha revisó la bolsa y al ver que no tenía nada extraño la puso en la taza, vertió suficiente agua caleinte, le echó dos cucharadas de azúcar, y empezó a beberla mientras veía el tráfico pasar.

La muchacha empezó a notar que los vehículos pasaban más rápido que de costumbre; de pronto su visión se hizo algo borrosa, tanto que le costaba distinguir las formas de los objetos de la calle. La chica recogió el empaque de la bolsa de té y la empezó a revisar, pensando que tal vez podía estar en mal estado, vencida, o tener componentes dañinos para la salud. En cuanto vio la fecha de fabricación su vista se recuperó por completo, pero no lograba entender lo que estaba pasando.

La muchacha estaba desconcertada. La ciudad parecía haber envejecido, la gente vestía con ropas de los años veinte, los vehículos eran escasos y enormes, y la ciudad parecía andar en cámara lenta. En ese momento la muchacha vio que estaba frente a una tienda con un letrero que decía Gath y Chaves: en el vidrio de una de las vitrinas vio su imagen reflejada. Estaba vestida como hombre, su motocicleta se había convertido en una bicicleta de época, y en su espalda llevaba una mochila con el nombre de una tienda y una dirección. Al darse cuenta que aún tenía en su mano la taza de té, bebió el resto de la taza, la guardó en la mochila, y se dirigió a un carabinero que vestía una capa de gabardina y gorra gris verdosa, para preguntarle cómo llegar a la tienda y empezar a vivir su nueva vida.