Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, agosto 25, 2024

Cita

 El hombre esperaba impaciente frente a la boletería de la estación de Metro. Esa tarde tenía una cita con una mujer que había conocido hace meses por redes sociales, y por fin habían logrado ponerse de acuerdo para verse en persona. El hombre había llegado quince minutos antes, y ya sólo quedaban cinco minutos para la hora pactada. La ansiedad lo tenía con el abdomen distendido, pero sabía que debía esperar para concretar su sueño.

Media hora más tarde el hombre seguía mirando hacia el andén, a ver si alguien aparecía por las escaleras y que se pareciera a las fotos que le había enviado. Nadie parecía estar buscándolo, lo que acrecentaba su ansiedad y abultaba más su abdomen.

Una hora más tarde el hombre se convenció que la mujer no aparecería. Su ansiedad se transformó en pena, su pena en rabia y su rabia en más pena. De la nada las lágrimas se asomaron a sus ojos y de la nada estaba llorando al lado de la boletería de la estación. De pronto alguien tomó su hombro: una guardia de seguridad se había acercado a él para saber qué le pasaba y si es que podía ayudarlo.

El hombre llevaba media hora conversando con la guardia. La mujer, ya añosa con el pelo entrecano y la piel curtida, intentaba entender cómo un hombre adulto había podido caer en esa forma extraña de conseguir pareja de la gente joven. El hombre por su parte se sentía muy cómodo con la mujer, quien ostentaba una voluminosa argolla de oro en su dedo anular izquierdo, signo inequívoco de estar casada, mientras apoyaba dicha mano en el revólver que llevaba para hacer su trabajo. El hombre de pronto aprovechó un descuido de la mujer, le arrebató el revólver y se disparó en la sien derecha muriendo al instante,

La policía interrogaba a la guardia, aún conmocionada con el suicidio del hombre. La mujer le comentó a la policía que se había acercado al hombre pues temió que intentara lanzarse a las vías del tren, pero jamás pensó que le arrebataría el arma para dispararse. De pronto la mujer levantó la vista al horizonte, y sonrió levemente. Frente a ella el alma del hombre muerto la miraba con rabia, al descubrir que ella era la mujer de internet, que no estaba casada, y que hacía esos contactos para conseguir que los hombres se suicidaran frente a ella para utilizar la energía que liberaban al morir y así prolongar su existencia, que ya contaba con trescientos ochenta años en el planeta.

domingo, agosto 18, 2024

Anteojos

La secretaria miraba sus anteojos con algo de rabia. Desde que se los mandó a hacer le quedaron incómodos, per por problemas económicos no pudo hacer un par de recambio por lo que debió acostumbrarse a la incomodidad de los marcos, que parecían estar permanentemente a punto de desarmarse. Luego de un año de uso, se dio cuenta que estaba viendo cada vez peor, y que no le quedaría otra opción que pedir hora con un oftalmólogo para que le recetara nuevos anteojos, y pedir un préstamo para mandar a hacerlos, rogando por tener suerte en esta ocasión y que los anteojos le sirvieran por un período más largo de tiempo.

Esa tarde tenía la hora con el especialista, cuya consulta quedaba literalmente al otro lado de la ciudad, por lo que el viajes ería largo y tedioso; sin embargo la mujer fue precavida, por lo que pidió la última hora disponible para tener tiempo suficiente para llegar con algo de holgura a la citación. Luego de dos horas de viaje en locomoción colectiva, llegó al paradero que estaba a seis cuadras del edificio donde quedaba la oficina del médico; luego de una acelerada caminata llegó al edificio, se identificó en la recepción de la consulta y esperó el llamado del profesional.

Luego de quince minutos de espera, a la hora exacta en que estaba citada el oftalmólogo la hizo entrar. El profesional, bastante añoso, le indicó que se sentara y sin mayores preámbulos empezó a medir su agudeza visual con una plantilla electrónica, hasta dar con precisión con los anteojos que la mujer necesitaba para poder ver normalmente tanto en el trabajo como en su vida diaria. Al terminar la consulta la mujer intentó pararse; sin embargo en ese momento el anciano se abalanzó sobre ella clavándole algo en el cuello, luego de lo cual la mujer perdió el conocimiento.

Frío. Esa fue la primera sensación que la mujer sintió al volver en sí. Luego sintió un agudo e incontenible dolor facial, seguido de una sensación de humedad tibia en sus mejillas. A su alrededor empezó a escuchar quejidos por todos lados; de pronto sintió que alguien se aferraba a ella quejándose; la mujer instintivamente también se aferró a ese alguien a quien no podía ver, pues desde que recobró la conciencia estaba totalmente ciega. En ese momento la mujer acercó las manos a su rostro y grito de espanto al darse cuenta que donde estaban sus ojos había dos cavidades llenos de un líquido que por temperatura y consistencia parecía sangre. La mujer empezó a desesperarse, y se dio cuenta que todos los que estaban en ese frío lugar habían sufrido su mismo destino.

A diez kilómetros de distancia el oftalmólogo terminaba de pagar a quienes lo ayudaron en esa ocasión a sacar los cuerpos sin ojos y llevarlos a un vertedero clandestino donde por la mañana serían cubiertos por toneladas de basura. El hombre estaba regocijado con la cantidad de ojos que había logrado esa jornada, pues estaba seguro que eso sería suficiente para alimentar al demonio que con forma de cuervo, lo buscaba cada cien años para renovar su promesa de vida eterna a cambio de ojos humanos frescos.

domingo, agosto 11, 2024

Pintor

 El pintor había terminado de preparar la tela para empezar con la nueva pintura que le habían encargado. El artista era un reconocido pintor dedicado a las naturalezas muertas, y su obra era bastante solicitada en todo el continente, por lo que podía darse el lujo de vivir de su arte. En esa ocasión una añosa diseñadora de modas retirada lo había llevado a su mansión para que pintara un cuadro de una extraña planta con forma de enredadera con espinas y una enorme flor que parecía de color rojo deslavado. La planta estaba ubicada en un gran macetero blanco de un material que parecía cerámica que por su peso no podía ser movido de donde estaba colocado, en un rincón de un pequeño invernadero al lado de la edificación mayor.

El pintor empezaba a mezclar colores en su paleta. El artista había decidido pintar sólo la planta y el macetero, para luego hacer un fondo negro en el que destacara el objeto del cuadro. Extrañamente el hombre no lograba dar con el color exacto de la enredadera para empezar a pintar, pues cuando creía que lo tenía listo, al compararlo notaba que estaba más brillante que el real, por lo que debía empezar el proceso de nuevo.

Dos horas después el artista no daba con el color. Cansado, el hombre decidió tomar una foto de alta resolución de la enredadera, y hacer el color en base a esa imagen. Grande fue su sorpresa al terminar de hacer la nueva mezcla, que el nuevo color nuevamente era más brillante que la enredadera real. Al comparar el color de la fotografía con la planta, se dio cuenta que efectivamente la planta parecía estar decolorándose frente a sus ojos. En ese instante sintió un fuerte pinchazo en uno de sus tobillos, luego de lo cual una fuerza desconocida y enorme lo lanzó al suelo desde el mismo tobillo.

El mayordomo se dirigió al invernadero a ver si ya todo había terminado. Al llegar encontró el atril y las pinturas desparramadas por el suelo, rastros de sangre sobre la tierra, trozos de ropa del pintor ajados y botados por doquier. En el macetero la planta se veía de colores vivos, y la flor estaba de un rojo carmesí que llegaba a iluminar todo el invernadero, Tras el mayordomo entró la diseñadora completamente desnuda; la añosa mujer sacó la flor de la planta, bebió su rojo néctar, y frente a los ojos del mayordomo rejuveneció cerca de cincuenta años de una sola vez. El anciano hombre empezó a limpiar los despojos, y tal como cada cincuenta años, se cuestionaba si valía la pena tener que limpiar a la planta que absorbía la vida de los artistas para rejuvenecer a su dueña solamente para ver ese breve espectáculo.


domingo, agosto 04, 2024

Músico

El músico estaba cansado esa noche. Eran las tres de la mañana y ya llevaba cerca de dos semanas trabajando en una idea para hacer una nueva composición para cuarteto de cuerdas; sin embargo, luego de la idea inicial, su mente parecía haberse bloqueado y ya no era capaz de avanzar en la composición. El hombre miraba con desdén su violoncelo, a ver si su instrumento le daba alguna idea para continuar creando.

A las cuatro y media de la mañana el hombre se dio por vencido, dejó el teclado eléctrico, el software de composición, apagó el computador y se sentó frente al televisor a pasar canales para distraerse un poco. Al encender el televisor se encontró con un programa de un canal cultural donde mostraban la leyenda del compositor clásico Giuseppe Tartini que según la historia había hecho un pacto con el diablo para componer la pieza perfecta, conocida luego como “el trino del diablo”, una sonata para violín en sol menor muy conocida en su medio. El hombre apagó el televisor y se puso a pensar seriamente, dentro de su cansancio y su agobio, que no era tan mala la idea de hacer un paco con el diablo para lograr su cometido. Cinco minutos más tarde había encendido nuevamente su computador en busca de instrucciones.

Ocho de la mañana. El teléfono de un viejo violinista sonaba sin cesar. Luego de salir de la habitación para dejar dormir a su señora, el añoso músico se dirigió al living de su hogar a contestar la llamada. Del otro lado del teléfono el compositor le contaba asustado al violinista lo que había hecho; el anciano, conociendo a su discípulo y amigo, le pidió que sacara una fotografía de lo que según él era su invocación al diablo. Luego de recibir en su celular la fotografía el anciano se echó a reír, y llamó de vuelta al compositor para explicarle que su intento no iba a resultar si la invocación la hacía con una estrella de seis puntas y no con una de cinco. El anciano calmó a su amigo, le dijo que dejara todo como estaba, que nada pasaría, y que se acostara a dormir para descansar su mente y su cuerpo, y que al despertar desarmara todo el burdo intento que había hecho y con la mente más limpia intentara retomar la composición. Terminada la llamada el compositor miró lo que había hecho, se largó a reír y simplemente se acostó.

Cinco horas después el músico se despertó lleno de ideas. Sin siquiera lavarse los dientes encendió el computador y vio cómo su mente parecía haber soñado la partitura que ahora manaba de su cerebro. El hombre creyó que su amigo se había equivocado, y que de verdad había logrado el pacto con el diablo para componer su pieza perfecta. Tras él, un ángel vigilaba que las notas que había puesto en la mente del hombre fueran las que transcribía en la partitura. Daba lo mismo lo que el músico creyera, o el nombre que le colocara a la pieza, lo importante era que el mundo recibiera esa música sagrada de algún modo.