Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, julio 28, 2024

Escultor

El escultor estaba concentrado en la escultura que estaba creando. El artista de vasta experiencia estaba acostumbrado a trabajar con un sinfín de materiales, y para esa creación había decidido utilizar el mármol, una piedra noble que le daría espectacularidad a su trabajo, el cual consideraba el más importante de su carrera. De hecho cada vez que empezaba una nueva escultura, esa se convertía en la obra más importante de su carrera, al menos hasta comenzar la siguiente.

La pieza de mármol era enorme, medía casi dos metros de altura por un metro de ancho y de fondo, por lo que costaba bastante intentar moverla; por ello el artista debía circular alrededor de ella para hacer el trabajo. El hombre había decidido hacer una escultura de una persona, y mientras pensaba en las características que tendría el personaje, estaba dedicado a desgastar la pieza y empezar con la forma de humano que debería lograr con el paso del tiempo. Luego de varios días martillando y cincelando, el hombre decidió que había terminado es desgaste y había llegado el momento de darle paso al artista.

El escultor estaba trabajando ensimismado, sin casi darse cuenta de lo que hacía con le pieza de mármol. De pronto empezó a notar una forma conocida pero que no lograba reconocer del todo. Al darse cuenta del progreso de su trabajo no planificado, tomó la acción más arriesgada que podía en ese momento: seguir esculpiendo instintivamente. El problema que tenía era que si el resultado no era de calidad perdería la materia prima que era carísima: sin embargo su instinto le decía que en esa oportunidad valía la pena la improvisación. De todos modos debería darse prisa, pues se dio cuenta que se le estaban empezando a dormir los pies.

El escultor trabajaba casi frenéticamente. La piedra adquiría a cada instante la forma de un hombre en posición de trabajo; era tanto el ímpetu que pnía en cada cincelada que poco a poco sentía cómo su cuerpo empezaba lentamente a dormirse; sin embargo no podía para de esculpir: la pieza que estaba logrando era simplemente maravillosa.

El taller de la nada quedó en silencio, el martillo ya no golpeaba el cincel y los restos de mármol ya no caían al suelo. Al medio de la sala destacaba una estatua de mármol de un escultor trabajando una obra. Frente a él había otra estatua de un escultor de pie mirando al infinito: de pronto dicha escultura empezó a tomar color, hasta adquirir los colores de una persona viva, que en ese momento empezó a moverse sin entender qué era lo que estaba sucediendo. Por su parte la estatua del escultor trabajando intentaba entender por qué se había convertido en su obra de arte y su obra había cobrado vida al terminar su trabajo.

domingo, julio 21, 2024

Bailarina

 La bailarina estaba terminando el calentamiento antes de empezar el ensayo. En dos semanas tendrían el estreno de una pieza clásica en el teatro más famoso de la capital, por lo que la preparación debía ser extrema para lograr la perfección, que era tanto su objetivo como el de todo el personal a cargo de la presentación. Los años de formación, las eternas horas de entrenamiento y estudio y las largas jornadas de ajustes de la coreografía por fin darían frutos en el primer rol protagónico de su carrera.

Terminado el calentamiento la bailarina se colocó en posición para la primera parte del ensayo. Al pararse de puntas sintió algo duro en la punta de los dedos: de inmediato recordó que sus compañeras en la academia a veces le ponían porotos secos dentro de las zapatillas a modo de broma para que no pudiera bailar, cosa que le parecía tolerable en la niñez y juventud, pero incomprensible en el ensayo de un estreno tan importante para todos. Sin embargo un par de segundos después la sensación desapareció, por lo cual pudo empezar a bailar sin mayores dificultades.

Una hora más tarde, luego de decenas de correcciones del coreógrafo y de repetir una y otra vez la pieza, correspondía pasar a la segunda parte; nuevamente la muchacha se colocó en posición, y nuevamente sintió la misma sensación que al inicio de la primera pieza. La muchacha se preocupó al pensar que tenía una lesión que recién empezaba a manifestarse, pero al igual que la primera vez, a los pocos segundos todo retornó a la normalidad. De pronto el coreógrafo y sus compañeros dejaron de bailar y se quedaron tiesos mirándola: la bailarina se quedó tiesa y empezó a gritar desesperada.

La escena era incomprensible. Las piernas de la bailarina habían cambiado de color a gris claro y mantenían la posición con una pierna en alto y la otra pierna apoyada en la punta del pie. El coreógrafo se acercó y al tocar las piernas de la muchacha se dio cuenta que se habían convertido en un material duro, parecido al cemento. Al empujar con más fuerza la pierna en alto para intentar cerciorarse de lo que estaba pasando, el cuerpo perdió el equilibrio, cayó al suelo, y las piernas reventaron con la caía desprendiéndose del resto del cuerpo, del cual empezó a manar sangre de modo incontrolable. Mientras la bailarina moría desangrada a vista y paciencia de todos, tras la cortina la bailarina de reemplazo sonreía en silencio: el embrujo llamado “medusa” que había contratado por internet había dado sus frutos, y ahora ella sería quien brillaría en el estreno del ballet en algunas semanas más

domingo, julio 14, 2024

Albañil

 El trabajador estaba preparando la mezcla para seguir elevando la muralla. Esa mañana de invierno no estaba lloviendo, pero las bajas temperaturas habían hecho mella en muchos de sus compañeros de trabajo que no se habían aparecido por la obra, algunos por síntomas respiratorios, otros por tener a sus hijos enfermos, y uno que otro que había sido vencido por la flojera y el frío, y que deberían buscar durante el día el modo de justificar la inasistencia, ya fuera pagando por una licencia médica falsa, o inventando una historia lo suficientemente creíble como para no necesitar justificación.

El jefe de la obra subió al piso en que estaba el trabajador, porque otro de los obreros le dijo que había algo raro con el albañil. Al llegar donde el hombre estaba trabajando no notó nada raro; al bajar al piso inferior el otro obrero le dijo que subiera de nuevo y se fijara en el alto de la muralla. A regañadientes el hombre volvió a subir, y se encontró con que la muralla había subido medio metro entre que bajó y subió nuevamente la escalera. De inmediato empezaron las bromas para el albañil, que diera el dato de las vitaminas, que si seguía trabajando así dejaría a todos cesantes, y otro sinfín de ocurrencias. Sin embargo el albañil no parecía escuchar a nadie, y simplemente seguía trabajando febrilmente, haciendo crecer los muros del piso.

Media hora más tarde el albañil había terminado los muros del piso y esperaba a que es resto del equipo terminara de instalar la losa para empezar con los muros del piso siguiente. Sus compañeros de trabajo no entendían cómo un trabajador sin ayuda había podido terminar tan rápido todo ese trabajo. De pronto uno de sus compañeros se acercó a hablarle, sin obtener respuesta; al mirarlo con cuidado se dio cuenta que su piel se veía grisácea, como si estuviera enfermo. En ese instante uno de ellos tocó su cara: de inmediato todos corrieron a buscar al jefe.

El dueño de la empresa estaba llegando a su oficina pues tenía una reunión con inversionistas esa mañana; al llegar al hall de la entrada se encontró con todos los trabajadores de su última obra esperándolo. El jefe de obra le explicó al dueño todo lo que había pasado, y que cuando le tocaron la cara se le había salido una parte de la cara como si fuera una estatua de arcilla. El empresario no sabía cómo les explicaría que el albañil era un golem, ni cómo les podría hacer entender qué era un golem, de su creación, y que era un simple experimento para poder reemplazar a sus empleados por esclavos de arcilla.

domingo, julio 07, 2024

Cuervo

El anciano caminaba a paso firme hacia el almacén de la esquina a comprar el pan para el día. El hombre en su juventud había peleado en el último año de la segunda guerra mundial, por lo que siempre mantuvo la marcialidad en su vida. La guerra marcó toda su existencia para bien, pues hizo de él un hombre tranquilo, prudente y sensato, que pensaba las cosas para actuar en vez de reaccionar; eso le había permitido llevar una buena vida sin tantos sobresaltos, y le había dado las herramientas para enfrentar todas las crisis de su existencia y las de su familia. Ahora, en el ocaso de su vida, miraba su pasado con orgullo.

El hombre salió del almacén, emprendiendo el camino de vuelta a casa. De pronto se dio cuenta que una enorme ave negra, de más de un metro de envergadura, volaba cerca de él. El hombre se detuvo: cinco segundos más tarde el ave aterrizó a su lado y lo miró fijamente. El hombre se acercó sin miedo, y aproximó su mano a la cabeza del ave, quien tampoco se asustó, y recibió con tranquilidad la caricia de la vieja mano en su brillante cabeza. Luego del contacto, el ave emprendió vuelo. Quince minutos más tarde, cuando el anciano llegó a la entrada de su edificio, se encontró con el ave parada en el jardín anterior. Al entrar le preguntó al conserje si sabía qué ave era esa y si era de algún residente por lo bien cuidada que se veía. El trabajador le respondió que parecía ser un cuervo, y que no pertenecía a nadie del edificio.

El hombre subió en el ascensor a su departamento ubicado en el octavo piso. Al entrar fue al dormitorio a contarle a su esposa lo que le había pasado. La mujer lo escuchó con paciencia pero no le creyó nada, pues hacía algunos meses que su memoria se había empezado a echar a perder, y no le extrañaba que pudiera estar presentando alucinaciones. El hombre fue a la cocina a dejar la bolsa con el pan; al volver al comedor y mirar hacia el exterior, vio que en la baranda de su terraza estaba parado el cuervo mirándolo fijamente.

La mujer estaba sentada a los pies de su cama viendo una telenovela. De pronto escuchó un golpe seco en el comedor; la mujer llamó a su marido quien no le respondió. De inmediato la mujer se puso de pie y abrió la puerta del dormitorio, encontrando el cuerpo de su marido botado en el suelo, con una sonrisa. Luego de intentar despertarlo infructuosamente, le puso dos dedos en el cuello para buscar su pulso sin encontrarlo; luego de ello miró su tórax y se dio cuenta que el hombre ya no respiraba. La mujer se largó a llorar amargamente: su esposo, recién cumplidos los ciento dos años, la había dejado para seguir su camino hacia el más allá. Mirando la escena estaba el alma del hombre quien intentó acariciar la cabeza de su esposa, siendo detenido por el cuervo, quien ahora tenía la forma de una mujer, y cuya misión era llevar de vuelta al cielo a los guerreros que terminaban sus días. Algunos le decían Morrigan, en otras partes era conocida como Morigo: a ella no le importaba su nombre, sino simplemente cumplir su misión. En la terraza quedaron dos plumas que luego se disolvieron con el viento.