Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, junio 27, 2007

Cadáver

El cadáver caminaba tranquilamente por el medio de la calle. Mientras enfilaba sus pasos hacia el cementerio, sus putrefactas carnes dejaban una estela fácil de seguir, la cual llamaba la atención de quienes no lo habían visto. No era frecuente ver un cadáver caminando por sus propios medios de vuelta al cementerio… si es que iba de vuelta; por lo menos eso pensaban quienes lo veían pasar. Y se extrañaban de no haberlo visto salir: mal que mal, abrir el ataúd bajo una buena cantidad de tierra, sacudirse de ella y salir habría llamado la atención de más de alguno. Pero recién empezaban a caer en cuenta que estaban suponiendo un retorno, que eventualmente el cadáver podría estar yendo hacia el cementerio por primera vez… ¿y cómo podría ser eso posible…?

Ajeno a todo análisis y único conocedor de su verdad, el cadáver proseguía su marcha. A esas alturas ya se había acostumbrado a las miradas de sorpresa, e inclusive había saludado a algunos que le parecían dignos de ser saludados. Ninguna preocupación lo aquejaba, ninguna prisa lo apuraba, ningún temor lo acechaba: simplemente continuaba su marcha hacia su última morada.

Lenta y gradualmente algunas personas empezaron a seguirlo. Como la curiosidad sigue siendo un poderoso imán, y como es mucho más fácil decidir actuar en grupo que aislado, al ver gente tras de él otros en el camino se sumaban al grupo. Así, al llegar al cementerio, un considerable séquito de curiosos acompañantes seguían a prudente distancia los pasos del cadáver. Pese a la curiosidad, el temor seguía siendo más poderoso: en una de esas el cadáver era un señuelo para llevar más gente a las tumbas…

Luego de recorrer todo el cementerio, una vez hubo llegado casi al fondo del recinto, el cadáver se detuvo. Frente a él estaba su tumba, abierta la fosa esperando para darle el merecido descanso; en la cabecera estaba ya su lápida instalada, labrada en un albo mármol, que no era posible de ver por los curiosos dada la ubicación del cadáver frente a ella. Pasados dos o tres minutos en que el cadáver rezó por su eterno descanso y por todos aquellos que lo rodeaban, se dio vuelta hacia quienes lo siguieron y simplemente se dejó caer de espalda. Tras de sí la tierra cayó cubriendo el agujero. Cuando el polvo residual se disipó, todos se acercaron a leer la lápida, para saber a quién habían acompañado a su descanso eterno. Ahí, en el mármol, claramente se leía con negras letras: Futuro…

miércoles, junio 20, 2007

Cruzada

Mientras terminaba de leer el diario fumando un cigarro, una mueca de asco invadió su rostro. Su ceño fruncido y su cara contraída eran una reacción a lo que sus ojos leían. Era increíble de ver gente morir de hambre en pleno siglo 21, a tan pocos kilómetros de distancia. Al parecer la sociedad ya no se preocupaba de sus componentes, y sólo quedaba que hombres como él tomaran las riendas del asunto. Lo peor de todo era ver niños que aún no habían vivido, sufrir de hambre desde el nacimiento hasta desaparecer por inanición.

El era un empresario joven y exitoso que hacía tiempo buscaba cómo ayudar a sus congéneres. Y ese diario le dio la ocasión propicia para empezar a terminar con los hambrientos del mundo. Para alguien con sus recursos no sería una tarea difícil, más aún si se focalizaba sólo en el pueblo del reportaje. De solo pensar en el fin del sufrimiento de esos pobres niños, su alma se regocijaba.

Luego de solicitar todos los permisos legales y de cobrar algunos favores aduaneros para apurar el procedimiento, dispuso que dos de los aviones de su línea aérea fueran cargados a máxima capacidad con los víveres que había comprado. Luego de hablar con su gente de confianza él y otro piloto guiarían ambas naves hacia el pueblo del reportaje para comenzar su cruzada.

Cuando llegó al país de destino era esperado por funcionarios de la embajada, pues no quería publicidad; pese a su poder económico era un hombre de bajo perfil. De inmediato la carga fue transportada a varios camiones para ser llevada lo antes posible a destino.

Al anochecer ya arribaban a su objetivo. La gente del pueblo estaba avisada, por lo que habían preparado una bienvenida con bailes típicos de la zona. Para él fue terrible ver a esos pobres niños bailando para él con sus últimas fuerzas, en agradecimiento a su pequeña contribución.

Una vez hubo terminado la recepción, los víveres fueron repartidos entre todos. Las caras de esperanza y alegría cambiaron bruscamente por una breve expresión de sorpresa, seguida de una rígida y eterna caída al suelo. Así, en poco menos de 30 segundos, acabó con el martirio del hambre de esas pobres víctimas de la vida. Sólo quedaba quemar los cadáveres y buscar el siguiente destino de su cruzada mundial…

miércoles, junio 13, 2007

Chaqueta

Nuevamente estaba solo en el estudio de su departamento. Había terminado de hacer sus clases de matemáticas, aquellas de reforzamiento para los alumnos que corrían riesgo de repetir de curso y que hacía en su domicilio. No le gustaba andar de casa en casa dando clases de a uno, y dudaba que el instituto le prestara alguna sala gratuitamente. Además, dado que vivía solo, a nadie importunaba con dicha decisión.

Luego de contemplar por largo rato la pantalla de su computador para ver si le ofrecía algo distinto que hacer con su vida, decidió salir. Sí, salir… una decisión tan básica que no era capaz de tomar con facilidad. Su vida era tan estructurada que llegaba a ser monótona. Si ya había pasado cierta hora su mente no estaba en condiciones de decidir cambiar. La palabra “improvisar” estaba cubierta de telarañas en su diccionario…

Pero esa tarde era diferente. El grupo de alumnos recién había partido de su casa. Vio como llegaron algo tímidos, pero que luego de un rato de compartir la clase se habían llevado muy bien, a tal punto de decidir salir a bailar o tomar algo esa misma noche. Mientras revisaba su correo electrónico se preguntaba qué se sentiría salir sin motivo, sin hora de salida ni de llegada, simplemente porque sí. Y luego de leer su correo seguía absorto en la extraña decisión que había tomado: improvisar una salida.

No sabía qué hacer ni dónde ir. Sacó de su ropero un pantalón y una camisa que hacía años no usaba, calzó sus zapatillas deportivas y una chaqueta de cuero que una antigua novia le había regalado y que nunca había usado pues no era su estilo. Al salir del edificio la noche le parecía más clara de lo que había imaginado. No era el lúgubre sitio que su imaginación había pintado en su mente. Luego de caminar algunas cuadras por iluminadas calles que desconocía a esa hora, llegó a una concurrida plaza. No podía creer lo que ocurría frente a sus ojos: la plaza se veía más viva que de día, la gente más alegre, las ropas mejor cuidadas, el ambiente más cálido, los locales más engalanados. Había descubierto un nuevo mundo.

Después de mirar con cuidado eligió un pub que parecía para gente mayor, más tranquilo e iluminado que el resto. De pronto una mujer que parecía tener su edad y que estaba tras la barra se dirigió hacia su mesa; pero en vez de pedir su orden se sentó junto a él.

-Hola, linda chaqueta.
-Ehhh… hola… gracias… es… un regalo de hace unos 10 años de…
-12 años para ser exactos.
-Ehhh… ¿pero cómo podrías saber eso? porque sí, son 12 años…
-Yo te la regalé.
-Imposible, me la regaló… ¿tú?
-Sí, recuerdo perfectamente el día. Y también recuerdo cuando terminamos. ¿Te acuerdas lo que me dijiste?
-Ehhh… no, fue hace muchos años…
-Dijiste “y la porquería de chaqueta que me regalaste la voy a usar cuando me muera porque parece tenida de funeral”…
-Ehhh… cuando uno termina…bueno, dice cosas…
-Pero tú nunca mentiste.
-Parece que siempre hay una primera vez, ¿cierto?
-No, para ti no…

miércoles, junio 06, 2007

Empresa

La frenética música alejaba su mente de la decisión que había tomado. Ya bastante tiempo había usado en la planificación, el suficiente para no dejar ningún cabo suelto. Habían sido muchos años de maltrato, de desilusiones, de indiferencia y soledad. Había llegado la hora de que el resto viviera la soledad, sintiera la indiferencia, sufriera el maltrato.

El edificio corporativo fue diseñado en una época difícil. Era frecuente ver en los noticiarios como los viejos edificios de la década anterior eran blanco recurrente de antisociales y desalmados que los atacaban con todo tipo de explosivos; por lo tanto todos las torres nuevas estaban llenas de medidas de protección externas, convirtiéndose en verdaderas fortificaciones. Para dar mayor seguridad, sólo el presidente de la empresa y el accionista mayoritario contaban con llave maestra que cortaban dichas defensas. Sin ambas llaves, todo el edificio era una construcción invulnerable.

La frenética música permitía que el tiempo corriera sin que el arrepentimiento pudiera asomarse y echar todo por la borda. Ya había plantado una cantidad de explosivos suficiente para volar la manzana completa y sólo faltaba activarlas de modo secuencial, para que el derrumbe acabara con todo y todos. Ya no volvería a estar solo, porque todos se irían con él al infierno; ya no los vería hablar a su alrededor sin ser tomado en cuenta; ya no sabría el lunes siguiente de las fiestas de fin de semana a la que nunca fue invitado; ya no vería más los regalos del amigo secreto pasar frente a sus ojos sin haber recibido ninguno; ya no sería felicitado de frente y vapuleado a sus espaldas.

Esa mañana estaban haciendo una auditoría general a la empresa, por tanto todos debían estar en sus puestos. Para evitar filtraciones de cualquier índole, se habían bloqueado internet y los teléfonos por orden del presidente. Extrañamente el accionista mayoritario no apareció por ninguna parte, pese a haber sido uno de los impulsores de la auditoría; mientras tanto el presidente había visitado todos los pisos, para luego ir a su oficina.

La frenética música dio paso al silencio. Era la hora precisa: con una llave en cada mano el presidente de la compañía desbloqueó el sistema de seguridad y activó la secuencia de explosivos. A su lado yacía el cuerpo del accionista dueño de la otra llave…