Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

miércoles, noviembre 24, 2010

Creyentes

En dos días más se abren las puertas del averno y todas las bestias embebidas de pecados serán liberadas sobre la superficie de esta tierra maldita para que hagan todo lo que deseen a las almas aún encarnadas; y tendrán el poder de mantener esas almas encarnadas para perpetuar el dolor insoportable de los cuerpos el mayor tiempo posible. Así se cumplen los designios que vienen de antiguo en los arcanos textos que han sido descifrados luego de décadas de luchas interpretativas entre creyentes y científicos. Y he aquí que según los textos descifrados nada se puede hacer para contener la avalancha de súcubos, íncubos, y demonios que asolarán el planeta y maltratarán a sus habitantes, pues su cifrado y escritura coinciden según los creyentes con los cifrados y escrituras percibidos por iluminados reconocidos por todas las escuelas de sabiduría teológica de la humanidad, y su antigüedad y verosimilitud fue confirmada por los análisis técnicos de las mejores universidades del mundo científico.

De los textos se desprendía claramente que aquellos que hubieren muerto no sufrirían del castigo de las bestias del infierno, pues sólo estaba reservado para las almas encarnadas. Así, se empezó a diseminar entre los vivos la idea de matarse para librar del castigo escrito en los arcanos designios. Fueron cientos de millones quienes tomaron la decisión de matarse, y que también decidieron por otros tantos al matar a muchos de los familiares y amigos que no compartían sus creencias; mal que mal, con ello los librarían de las torturas de los discípulos de Belcebú.

En dos días se abren las puertas del averno…era la mejor introducción para el ridículo texto con el cual el físico teórico libró al planeta de la gran mayoría de los fanáticos religiosos de la tierra. Fue tan fácil crear un texto siguiendo los tontos códigos de los creyentes en la divinidad y fabricar un pergamino de las mismas características de los que se usaban en la antigüedad. Es cierto, el viaje en el tiempo tres milenios para plantar el pergamino le había costado una fortuna y años de conocimiento y desarrollo científico, pero valía la pena el esfuerzo para agradar a su diosa madre: la ciencia

miércoles, noviembre 17, 2010

Enano en el ojo

Mientras miraba en el espejo el otro día, caí en cuenta que dentro de mi ojo había un enano. Sí, al mirar mi pupila al espejo vi a alguien mirándome desde dentro, no sé si dentro de mi cabeza o sólo de mi ojo. Nunca hubiera pensado que había un enano viviendo dentro de mi ojo… si lo hubiera sabido antes hubiera medido más mis palabras y mis actos para no darle una mala imagen de mí. Es extraño que dentro de una parte tan sensible de mi cuerpo haya un enano… ¿desde cuándo estará ahí, acaso desde que nací? o peor aún… ¿no será eso lo que llaman alma, o tal vez la conciencia?

De pronto la curiosidad me asalta, y con algo de temor decido mirar mi otro ojo… oh no, en el otro ojo también hay un enano. Y no es el mismo que se haya cambiado de ojo, pues veo ambos a la vez y en cada uno veo uno de aquellos. ¿Y si así funciona el cuerpo humano, gobernado por enanos en todas y cada una de las partes de nuestro cuerpo? ¿Cuántos enanos hay en cada cuerpo? ¿Qué pasa cuando morimos, o acaso la muerte humana es la muerte colectiva de todos los enanos? ¿Y qué pasa cuando nos operan y nos sacan algo, acaso ese enano se va junto con el órgano extraído y muere con él?

Mientras miraba en el espejo vi mi imagen reflejada en mi ojo, y el ocio me hizo pensar que había dentro de él un enano. Luego de apagar la luz del baño vi un extraño reflejo saliendo de uno de mis oídos. Si no hubiera sido de madrugada, hubiera jurado ver en el espejo que un enano me sonreía desde su hogar…

miércoles, noviembre 10, 2010

Verdugo

El verdugo estaba terminando de afilar su pesada hacha, presto para decapitar a la víctima que el rey hubiera determinado para dicha mañana. Mientras pasaba por el filo de la hoja la piedra de afilar, pensaba en todas las cabezas que había cortado esos diez años. Ya era el segundo rey al que servía; cuando el monarca anterior había muerto, creía que su hijo lo cambiaría por algún otro hombre, pero grande y agradable fue la sorpresa al saber que podría seguir en el trabajo que tanto le acomodaba.

A veces el verdugo pensaba acerca de su trabajo. Hombres y mujeres de diversas edades que de un u otro modo habían ofendido o dañado al rey o al reino debían pagar con sus vidas, y el castigo reservado a aquellos de alcurnia era la decapitación, y él era el encargado de llevar a cabo dicha labor de un modo rápido, preciso, y lo menos doloroso posible; mal que mal todos quienes pasaban bajo su hoja eran más que él, desde todo punto de vista. Más adinerados, más poderosos, más inteligentes, todos eran más que el que les quitaba la vida.

Dentro de sus preocupaciones estaban aquellos que debían morir por su inteligencia. El rey a veces mandaba ejecutar a artistas o inventores, y eso le provocaba cierto dolor. El saber que esas cabezas que cortaba estaban llenas de ideas que nadie más aprovecharía era motivo de pena y dolor dentro de su limitada conciencia. Justo esa mañana le avisaron que el condenado era un inventor que había errado en una de las máquinas de guerra creadas para el rey, lo que lo había llevado a esa instancia; ya sabía por tanto que sería una ejecución difícil.

El verdugo estaba listo, el hacha afilada y la cabeza del condenado en su lugar. En ese momento y tal como en cada ejecución difícil, el verdugo recordó las palabras que su antecesor le había enseñado antes de ser relevado de su trabajo: tú no cortas cabezas, sólo cortas el cuello…

miércoles, noviembre 03, 2010

Cuenta regresiva

Cinco minutos faltaban para el principio del fin. Ya todo estaba dispuesto en las esferas superiores, y como era de esperar, no había ningún cabo suelto que pudiera alterar en algo el plan establecido. Los engranajes se habían echado a andar, cientos de miles de personas inconscientemente, y gracias a un plan maestro perfectamente estructurado, estaban haciendo realidad el instante más temido por todos: el fin de la vida humana en el planeta tierra.

Cuatro minutos. Era imposible echar pie atrás; pero pese a que casi quedaba sólo esperar a que todo sucediera, el séquito de empleados seguía monitoreando todo por si algo se salía de control para activar algún plan alternativo.

Tres minutos. La ansiedad empezaba a consumir a quienes sabían que la humanidad desaparecería en tan breve plazo. Muchos ojos confluían al cielo, unos por temor, otros por esperanza, algunos por resignación, los más en espera de ver lo que había de suceder.

Dos minutos. Mientras la vida en el mundo seguía tal cual, los últimos detalles se revisaban. Mientras ello se hacía, en algunas partes se descorchaba champaña, en otros se rezaba, e inclusive en algunos se cometía suicidio.

Un minuto. Los segundos empezaban a sentirse correr más rápido, las palpitaciones aumentaban, el sudor corría. Sólo quedaba esperar el resplandor, inequívoco signo del fin de la era del humano en la tierra. Tal vez quedaba mucho por hacer, tal vez la humanidad merecía una nueva oportunidad; pero ya se había decidido que el fin de la vida sería por mano del hombre y no de dios. De todos modos, había que hacerlo en ese instante: todas las profecías confluían a la misma fecha, todos esperaban que ocurriera, así que lo mejor era terminar con todo cuando los profetas lo habían estipulado; lo que esos hombres poderosos no sabían era que el mismo dios al que buscaban desafiar los estaba usando como su instrumento para el sagrado armagedón.