Si entras a este blog es bajo tu absoluta responsabilidad. Nadie asegura que salgas vivo... o entero. Si imaginaste que aquellas pesadillas interminables que sufrí­as de niño cuando te daba fiebre eran horrorosas, prepárate para conocer una nueva dimensión de la palabra HORROR...

domingo, septiembre 29, 2024

Cansancio

Sus párpados parecían pesar una tonelada esa fría mañana de otoño. Las ganas de hacer cosas parecían haberse quedado enredadas en sus sábanas, pues lo único que quería hacer en ese momento era volver a su hogar, acostarse y seguir durmiendo. Lamentablemente estaba en el trabajo y debía rendir, si es que quería tener los medios para seguir financiando la casa en la cual descansaba cada noche.

Sus compañeros de trabajo siempre le habían parecido seres despreciables. Odiosos, peleadores, competitivos, amorales, parecían vivir buscando motivos para armar conflictos y enrarecer a cada momento el casi nulo ambiente laboral que alguna vez había existido en esa oficina. Hacía ya más de dos semanas que nadie le dirigía la palabra; de hecho desde esa fecha nadie siquiera lo miraba o pasaba cerca de su oficina. Al parecer había hecho algo malo o reprobable y le estaban haciendo la ley del hielo, cosa por lo demás bastante común en su oficina.

A media mañana el hombre se dirigió al baño. Al entrar al lugar se dio cuenta que estaba con pijama: el hombre no lograba entender cómo había podido llegar a su trabajo en pijama sin darse cuenta. De inmediato se dirigió a la oficina de su jefe a mostrarle cómo estaba vestido para pedirle permiso para ir a su domicilio a vestirse como correspondía. Al entrar a la oficina se sorprendió más aún que al verse al espejo.

El hombre entró a la oficina que estaba con la puerta abierta. Antes de empezar a hablar se dio cuenta que en el escritorio había una foto con un listón negro en una esquina. Con respeto acercó su vista: su sorpresa fue mayor al ver que era su fotografía del archivo de empleados pero ampliada. En ese momento entró una de las secretarias y se paró exactamente donde él estaba, casi como si no existiera; de hecho se dio cuenta que él estaba parado en el lugar de la mujer, quien empezó a explicarle al jefe el cronograma de un homenaje que harían esa mañana para un compañero de trabajo que había fallecido dos semanas antes. En ese instante el hombre comprendió: automáticamente su alma volvió a su domicilio, donde estaba su viuda doblando el pijama con el que había fallecido, y que ahora parecía haberse convertido en su vestimenta en la eternidad. El hombre intentaba recordar el instante en que dejó de existir y no pudo: al parecer su corazón había fallado mientras dormía, y por eso recién había tomado conciencia de su nueva realidad. Ahora sólo le quedaba esperar a que alguien apareciera a explicarle qué venía para él más adelante, si es que venía algo para él más adelante.

sábado, septiembre 21, 2024

Uniformes

Esa mañana los escolares decidieron en conjunto y sin ponerse de acuerdo ir al colegio sin uniforme. Los muchachos sintieron una extraña necesidad de ser vistos como individuos y no como conjunto, querían mostrar su realidad más íntima, aquella oculta por la costumbre de vestir todos iguales para eliminar las diferencias. Querían mostrarse al mundo como eran, y no como esperaban que fueran.

Esa mañana los policías se dirigieron a sus cuarteles sin uniforme, con ropas de civil más sus armas, implementos e identificaciones. Los funcionarios policiales decidieron esa mañana que ya era hora que la gente entendiera que ellos eran parte de la sociedad, que no eran distintos por el trabajo que desempeñaban, y que eran tan humanos como cualquiera. Al llegar a sus comisarías se encontraron con que los oficiales habían hecho lo mismo, sin ponerse de acuerdo de modo alguno.

Esa mañana los bomberos llegaron a sus cuarteles como siempre con ropa de calle pero no se colocaron sus uniformes. Sin ponerse de acuerdo decidieron que debían mostrarse a la gente como los humanos que eran y no como seres anti llamas capaces de enfrentarse a cualquier riesgo sin medir consecuencias. Decidieron que era hora de sacarse esa suerte de aura que la gente creía que tenían, y que podían sufrir como cualquier otro en la realidad.

Esa mañana obreros y empleados de diversas compañías decidieron ir a sus trabajos sin sus uniformes. Ellos estaban seguros que la sociedad los veía como una masa que hacía las mismas cosas al mismo tiempo y muchas veces olvidaban a los individuos detrás de las vestimentas. Ese día era el mejor día para enseñarle al mundo que ellos no eran meros empleados de alguna empresa sino personas con familias, con vidas, con ambiciones, con penas y con alegrías dentro y fuera del horario laboral.

Esa mañana la gente salió un poco más feliz y un poco más ilusionada a sus trabajos y estudios. Esa mañana pudo empezar a cambiar la mentalidad de la gente. Esa mañana el mundo pudo haber cambiado, pero nadie se dio cuenta de ello pues todos se preocuparon por su cambio y no por el de los demás. Esa tarde la sociedad siguió siendo igual que la tarde anterior.

domingo, septiembre 15, 2024

Barrio

 La anciana había instalado su mecedora en la puerta de su vieja casa en un viejo barrio de la capital al cual aún no llegaba la modernidad. Sin centros comerciales ni multitiendas, la vida se abastecía de pequeños almacenes y tiendas que vendían productos específicos. Un bazar, una ferretería, una tienda de ropa de damas y otra de caballeros, un restaurante de comida casera, un taller que arreglaba de todo y una paquetería parecían suficientes para abastecer a la vieja población del sector. La vida parecía avanzar más lento en esa zona: la gente se movilizaba a pie, en bicicletas ya descontinuadas y en vehículos que serían de colección, si es que estuvieran bien mantenidos.

La anciana miraba a sus vecinos pasar mientras disfrutaba de un mate y de un libro que ya había leído innumerables veces. Todos en el sector se conocían, se saludaban, conversaban acerca de sus vidas, de sus temores y de sus tristezas; en ene sector de la capital no había copropietarios sino vecinos, y todos se encargaban de mantener la calidad de dicha relación.

Un vehículo del año, de alta gama, se estacionó frente a la puerta de la anciana, quien reconoció al conductor y a su acompañante. El conductor, hijo de una vecina del barrio, la saludó educadamente, mientras el acompañante sacó una carpeta, y sin siquiera saludar empezó a decirle a la anciana que traía una nueva oferta para comprar su casa y poder iniciar en el lugar un proyecto inmobiliario. El hombre le recordó que ya era la novena oferta, que ya no podía ofrecer más, y que sería recomendable que la aceptara, pues la vida estaba llena de imprevistos, que los accidentes sucedían de la nada, y que no quería que nada le pasara por no firmar la compraventa. Luego de terminar su discurso, la anciana le dio las gracias y le dijo que lo pensaría. Justo en la casa vecina otro anciano había abierto la ventana para dejar entrar el sol y escuchó todo. Una vez se fue el vehículo el anciano se sentó frente a su teléfono de disco, sacó una vieja libreta de cartón forrado y empezó a hacer algunas llamadas.

El empresario inmobiliario estaba incómodo, luego de viajar a ese barrio de mierda que interesaba a ciertos inversionistas, para nuevamente volver con las manos vacías. Al hombre le disgustaba la situación, pero al parecer debería tomar ciertas medidas para lograr la compra de la casa destartalada, y darle una señal al resto de los dueños que era buena idea venderle sus propiedades. De pronto el cielo pareció oscurecerse, cosa extraña en pleno verano a las dos de la tarde. El hombre se levantó para acercarse a la ventana: en ese instante una serie de imágenes humanoides transparentes empezaron a volar frente a sus ojos; el hombre no entendía lo que pasaba, y temió estar sufriendo un accidente vascular. Al intentar acercarse a su puerta ésta se cerró bruscamente frente a él, y las imágenes empezaron a pasar con más violencia por su rostro. Mientras el conductor del vehículo terminaba de limpiarlo, escuchó un ruido y un grito que se acercaban a él: instintivamente se alejó del auto, sobre el cual cayó pesadamente el cuerpo de su jefe, quien se había lanzado desde el piso veinte. A varios kilómetros de distancia, veinte ancianos despertaban de una siesta forzada que había cumplido su objetivo. A esa hora la anciana seguía sentada en su mecedora en la puerta de su casa.

domingo, septiembre 08, 2024

Neblina

El frío arreciaba esa mañana de invierno, que había amanecido más oscura que de costumbre debido a una densa neblina que apenas dejaba ver a dos metros de distancia. Los vehículos debían avanzar con mucha precaución pues pese a sus luces la visibilidad era mínima. El guardia de seguridad, un hombre alto y bastante corpulento, había salido recién de su casa camino al trabajo bastante abrigado; pese a tener vehículo decidió ir ese día en locomoción colectiva, pues luego de ver las noticias de la madrugada entendió que el caos vial sería insalvable ese día. Lo bueno era que vivía a ocho cuadras de una estación de tren subterráneo, por lo que no se vería expuesto a problemas de lentitud en el transporte.

A cada paso que daba la visibilidad parecía empeorar más y más. El hombre avanzaba tranquilo, a paso relajado, pues muchos ciclistas pedaleaban por la vereda ese día por el miedo a ser atropellados por algún vehículo motorizado incapaz de notar sus presencias; ello sin embargo aumentaba el riesgo de los peatones de ser atropellados por las bicicletas, por lo que el guardia prefería caminar lento para evitar malos ratos. El hombre se dio cuenta que mientras avanzaba por la vereda, se empezaban a escuchar quejidos de la nada.

El hombre estaba empezando a incomodarse, pues a cada aso aumentaban los quejidos, que parecían como si los dolientes no pudieran respirar. El guardia miraba a todos lados a ver si lograba ver a alguien, por si existía la posibilidad de prestar ayuda; sin embargo los quejidos parecían desvanecerse en el aire luego de dejarse escuchar por algunos segundos. El hombre no estaba asustado, pero la preocupación empezaba a apoderarse de su mente.

El hombre seguía avanzando lentamente; de pronto los quejidos desaparecieron, dando lugar a un silencio enorme, como si nadie más que él estuviera en la calle en ese momento. La neblina se hacía cada vez más espesa; en ese instante el hombre vio una especie de bufanda de neblina acercarse a su cuello. Sin poder evitarlo empezó a sentir cómo la neblina empezaba a estrangularlo lentamente; el hombre no daba crédito a lo que estaba sucediendo, mientras la fuerza con que apretaba la neblina se hacía mayor a cada momento. Fue tanta la presión que el hombre dejó escapar un quejido ahogado: en ese instante el hombre se desvaneció en la niebla, que había cumplido el objetivo de causar dolor y miedo a sus víctimas, para poder alimentarse de dichas sensaciones y mantenerse en el tiempo. Esa mañana más de cincuenta personas desaparecieron para siempre.

domingo, septiembre 01, 2024

Canción

 La muchacha coreaba una melodía para ella inexistente. Muchas veces se había planteado el deseo de componer una canción, pero sabía que era una idea ridícula, pues no sabía nada de música, no tocaba ningún instrumento ni siquiera de oído, y su voz era simplemente desastrosa. Sin embargo no podía despegar de su cabeza dicha melodía, por lo que simplemente seguía coreándola en silencio.

Cuando la muchacha llegó al mall al que iba para hacer unas compras, descubrió que la canción sí existía, pues la estaban reproduciendo por los parlantes del centro comercial. La canción se escuchaba bastante bien, sin embargo le llamó la atención que la voz que la cantaba sólo coreaba la melodía, como si la canción no tuviera letra. Mientras se acercaba a la tienda que buscaba empezó a imaginar una letra para su melodía: grande fue su sorpresa al escuchar por los parlantes que la letra que estaba imaginando empezó a sonar en voz de la cantante.

La joven mujer estaba revisando la ropa que estaba a la venta en la tienda. De pronto se dio cuenta que la canción seguía sonando por los parlantes del centro comercial, sólo con el pedazo de letra que ella había imaginado, y luego tarareada sin más contenido. La mujer empezó a pensar, de pronto decidió ponerle algunas palabras más en su cerebro a ver qué pasaba: justo en ese instante la cantante agregó las palabras a la reproducción que se escuchaba.

La mujer se sentó en el patio de comidas del centro comercial. Ahora entendía que era su responsabilidad completar la letra de la canción para que ésta terminara en algún momento. Con esfuerzo logró darle cierto sentido a las frases y algo parecido a una rima para que sonara al menos decente. Luego de media hora terminó de escribir la letra; en ese momento todo quedó en silencio y de pronto la canción empezó a sonar de cero. Con orgullo la mujer escuchó completa la letra que había inventado, y que sólo ella sabía que había nacido de su cerebro. Ella, y un pequeño ángel bebé que había bajado a la tierra a empezar a cumplir deseos al azar para empezar su formación como entidad superior en el más allá.